Frank Laubach dedicó toda su vida a aprender a concentrarse en Jesús. Fue un psicólogo, educador y misionero en las Filipinas durante principios del siglo veinte y su carrera se derrumbó cuando vivía su década de los cuarentas. Perdió la oportunidad profesional que más deseaba. Sus planes para el pueblo maranao en las Filipinas fueron totalmente rechazados. Su esposa y él perdieron tres hijos por causa de la malaria, así que ella se llevó a su único hijo sobreviviente y se mudó a miles de kilómetros de distancia, dejando a Laubach en desesperada soledad.
Con profunda desesperación, Laubach se llevó a su perro Tip a la cima de la colina Sgnal, desde donde se podía ver completamente el Lago Lanao. El escribió lo siguiente:
Tip tenía su nariz bajo mi brazo y trataba de lamer las lágrimas de mis mejillas. Mis labios se comenzaron a mover y me dio la impresión de que Dios hablaba.
“Hijo mío has fracasado porque en realidad no amas a los maranaos. Te sientes superior a ellos porque eres blanco. Si solo olvidaras que eres norteamericano y pensaras solamente en cuánto los amo, ellos responderían”
Al atardecer le contesté: “Dios, no sé si me hablaste a través de mis labios, pero si así fue, es cierto. Todos mis planes se han hecho trizas. Sácame de mi mismo y ven, toma posesión de mi y piensa tus pensamientos en mi mente. Allí comenzó su experiencia espiritual notable del siglo veinte.
La extraordinaria práctica de Laubach de concentrarse en Cristo, lo condujo a convertirse en el defensor más influyente de la alfabetización, viajando a más de ciento tres países para dirigir un programa de alfabetización a nivel mundial. Fue el fundador de la Cruzada de Alfabetización Mundial, que todavía opera. Desarrolló el programa “Cada quien enseñe a uno”, se convirtió en un influyente consejero en política exterior para los presidentes estadounidenses durante los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial.
Frank entendió que hay un punto de identificación con el pueblo al que amó y a quién quiero servir. Mirando a Jesús , él entendió el punto de identificación y lo logró.
¿Te estás identificando con aquellos a quienes quieres amar y servir?
Fue autor de libros que enseñaban a concentrarse en Cristo.
Con profunda desesperación, Laubach se llevó a su perro Tip a la cima de la colina Sgnal, desde donde se podía ver completamente el Lago Lanao. El escribió lo siguiente:
Tip tenía su nariz bajo mi brazo y trataba de lamer las lágrimas de mis mejillas. Mis labios se comenzaron a mover y me dio la impresión de que Dios hablaba.
“Hijo mío has fracasado porque en realidad no amas a los maranaos. Te sientes superior a ellos porque eres blanco. Si solo olvidaras que eres norteamericano y pensaras solamente en cuánto los amo, ellos responderían”
Al atardecer le contesté: “Dios, no sé si me hablaste a través de mis labios, pero si así fue, es cierto. Todos mis planes se han hecho trizas. Sácame de mi mismo y ven, toma posesión de mi y piensa tus pensamientos en mi mente. Allí comenzó su experiencia espiritual notable del siglo veinte.
La extraordinaria práctica de Laubach de concentrarse en Cristo, lo condujo a convertirse en el defensor más influyente de la alfabetización, viajando a más de ciento tres países para dirigir un programa de alfabetización a nivel mundial. Fue el fundador de la Cruzada de Alfabetización Mundial, que todavía opera. Desarrolló el programa “Cada quien enseñe a uno”, se convirtió en un influyente consejero en política exterior para los presidentes estadounidenses durante los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial.
Frank entendió que hay un punto de identificación con el pueblo al que amó y a quién quiero servir. Mirando a Jesús , él entendió el punto de identificación y lo logró.
¿Te estás identificando con aquellos a quienes quieres amar y servir?
Fue autor de libros que enseñaban a concentrarse en Cristo.
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” Hebreos 12:2.
“El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” Juan 1:1.
“El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” Juan 1:1.
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