jueves, 13 de mayo de 2010

MURIÓ COMO CREYENTE EN CRISTO

Durante la noche hizo un repaso de toda su vida. No había sido una vida larga: sólo veintiséis años. Desde más o menos seis años de edad no había recuerdos buenos. Recordó desobediencias, malos tratos, peleas callejeras, poca escuela. Recordó también su adolescencia, la flor de la juventud y... drogas.

Se trataba de Gary Salvany, convicto de dos asesinatos, preso en el estado de Florida y condenado a morir por inyección letal.

A las seis de la mañana fueron por él a su celda. Había llegado la hora. Gary se puso de rodillas y elevó una sencilla oración a Dios. Luego caminó humildemente, custodiado por dos guardias, hasta la cámara de ejecución. Allí les dijo a los presentes: «Los amo a todos. Denle un beso de despedida a papá y a mamá. Yo me voy con Cristo.» Y Gary Salvany murió en la camilla de ejecución de la prisión. «Murió como creyente en Cristo», informó el capellán, y todos los diarios lo citaron: «Murió como creyente en Cristo.»

¿Cómo puede morir «como creyente en Cristo» un hombre que es ejecutado por dos homicidios violentos? ¿Cómo puede morir «como creyente en Cristo» un hombre que vivió toda su vida como un rebelde? ¿Cómo puede una persona llegar al fin de sus días con un tubo insertado en un brazo por donde le llega la solución letal por homicida, y todavía morir «como creyente en Cristo»?

Parece ilógico, absurdo y contradictorio, pero teológicamente no lo es. Ese muchacho, que desde la adolescencia anduvo en drogas, que se relacionó con delincuentes y se hizo al fin delincuente él mismo, escuchó en la cárcel la buena noticia de Cristo. Allí supo que Cristo había muerto por sus pecados y que sólo era necesario creer en Él y aceptar esa obra bendita para recibir la redención completa, el perdón absoluto, el regalo de vida eterna.

Cuando Gary comprendió eso, reconoció sus faltas y su condición perdida, y clamó por perdón, Jesucristo lo perdonó y lo recibió en su reino celestial, igual que al criminal arrepentido que fue crucificado al lado suyo.

La redención de Gary Salvany fue notable por lo horrible de su crimen. Pero ante la perfección de Dios, todos somos pecadores. Nadie merece sus favores. ¿Qué hacer entonces? Lo mismo que hizo Gary: comprender el significado de la cruz, reconocer nuestra condición perdida y clamar a Dios por perdón y vida eterna. Él se la dará a quien en humildad sincera se la pida.

Hermano Pablo

EL BORDADO

Cuando yo era pequeña, mi madre solía coser mucho.
Un día me senté cerca de ella y le pregunté qué estaba haciendo. Ella me respondió que estaba bordando. Pero como yo sólo podía observar el trabajo de mi madre desde atrás, lo que estaba haciendo tenía un aspecto bastante confuso.
Le pregunté por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y por qué todo el bordado era tan desordenado. Ella sonreía y me sugirió que saliera a jugar un momento y que me llamaría cuando hubiera terminado su bordado. Entonces te sentarás en mi regazo y te dejaré verlo desde mi posición.
Una media hora más tarde me llamó y me quedé sorprendida y emocionada al ver un bello atardecer en el bordado. No podía creerlo.
Muchas veces a lo largo de los años mirando al Señor pregunté: “Dios, ¿Qué estás haciendo?”. Él respondió: “Estoy bordando tu vida.” Entonces yo le repliqué: “Pero se ve tan confuso, es un desorden. Los hilos parecen tan oscuros, ¿por qué no son más brillantes?” y Dios parecía decirme: “Mi niña, ocúpate de tu trabajo que yo estoy haciendo el mío. Un día vendrás de vuelta a casa, te pondré sobre mi regazo y entonces entenderás”
Nos cuesta entender, que nuestra vida no es un accidente. Dios está trabajando intensamente en nosotros a través de cada detalle, cada hora y cada minuto. Recuerda, Dios no malgasta tiempo. Cada minuto es aprovechado al máximo, porque él te ama.
Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito.
Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo. Romanos 8:28,29.

PESAR PIADOSO

Lectura: 2 Corintios 7:5-10.
"Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios" 2 Corintios 7:9
Los ladrones se llevaron casi 5.000 dólares en equipos de sonido y oficina de una iglesia en los Estados Unidos, sólo para volver a la noche siguiente y devolver los objetos que habían robado. Aparentemente, el sentimiento de culpa por robar a una iglesia pesó tanto en sus conciencias que sintieron la necesidad de corregir su comportamiento criminal al haber quebrantado el mandamiento: «No hurtarás» (Éxodo 20:15). Sus acciones me hicieron pensar en las diferencias entre el pesar mundano y el pesar piadoso.
Pablo alabó a los corintios por entender esta diferencia. La primera carta que les escribió fue mordaz, ya que trató asuntos de pecado. Sus palabras causaron pesar entre ellos y Pablo se regocijó por esto. ¿Por qué? Su pesar no se detuvo tan sólo en sentirse tristes porque fueron descubiertos o por sufrir las desagradables consecuencias de sus pecados. Su pesar era un pesar piadoso, un auténtico remordimiento por sus pecados. Esto les llevó al arrepentimiento —un cambio en su pensamiento que les condujo a renunciar a su pecado y volverse a Dios. Su arrepentimiento finalmente les llevó a la liberación de los hábitos pecaminosos que tenían.
El arrepentimiento no es algo que podamos realizar a menos que el Espíritu Santo nos induzca a hacerlo; es un regalo de Dios. Ora por arrepentimiento hoy (2 Timoteo 2:24-26).
El arrepentimiento significa odiar el pecado lo suficiente como para alejarse de él.