miércoles, 4 de noviembre de 2009

EL RUEGO DE UN ADOLESCENTE

Cuando te pido que me escuches y comienzas a darme consejos, no has entendido lo que te pedí.
Cuando te pido que me escuches y comienzas a decirme por qué no debo sentirme de tal manera, pisoteas mis sentimientos.
Cuando te pido que me escuches y sientes que debes hacer algo para resolver mi problema, me has fallado, aunque te suene raro.
¡Escucha!
Lo único que te pedí fue que me escuches. y no hables o hagas algo, solo escúchame.
Yo sé valerme por mí mismo. No soy un inútil. Cuando haces algo por mí, que yo mismo puedo y debo hacer, contribuyes a mis sentimientos de temor e insuficiencia. Pero, cuando aceptas como un simple hecho lo que yo siento, sin importar cuán irracional parezca, entonces puedo cesar de intentar convencerte y dedicarme a comprender lo que hay detrás de tales sentimientos irracionales.
Y cuando esté claro, las respuestas son obvias.
Quizás esta es la razón por la que es tan eficaz la oración; porque Dios escucha en silencio.
Eclesiastés 3:1,7
Todo tiene su tiempo…
tiempo de callar y tiempo de hablar.
Fuente: El libro devocionario de Dios para los Padres, Editorial Unilit

EL CATALOGO DE DIOS

Lectura: Juan 17:20-26.
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” Juan 13:35
Esta es la época de recibir catálogos por correo. Cada ida al buzón termina con un cargamento de catálogos ingeniosos pero insustanciales por las fiestas. Cada uno afirma ofrecerme algo que necesito -de inmediato. «¡No espere!» «¡Oferta limitada!» «¡Pídalo ahora!»
El señuelo funciona. Abro las páginas para descubrir lo que no sabía que necesitaba. Ciertamente, veo cosas que de repente parecen esenciales, aun cuando hacía unos cuantos minutos ni siquiera sabía que existían. Los fabricantes usan las ilustraciones de los catálogos para desarrollar un deseo por sus productos.
En cierta manera, los cristianos son los catálogos de Dios. Somos Su ilustración al mundo de lo que Él tiene para ofrecer. Su obra en nuestras vidas hace de nosotros una fotografía de las cualidades que tal vez las personas no sepan que necesitan o quieren hasta que las ven funcionando en nosotros.
Jesús oró porque Sus seguidores estuvieran unidos para que el mundo supiera que Dios Le había enviado a Él y les amaba a ellos tal y como Dios Le amaba a Él (Juan 17:23). Cuando Cristo está vivo en nosotros, nos convertimos en ejemplos del amor de Dios. No podemos fabricar amor. Dios es el fabricante y nosotros somos Su trabajo.
Al mirar los catálogos por las fiestas, considera que el «catálogo» de tu vida habla acerca de Dios. ¿Ven las personas cualidades en ti que hacen que anhelen a Dios?
Como cristiano, eres la “publicidad de Dios”. ¿Quieren las personas lo que ven en ti?