martes, 9 de septiembre de 2014


PROTECCIÓN QUE SE CONVIERTE EN DESTRUCCIÓN

Eran las tres de la mañana de un 14 de enero en la ciudad de México. Era la hora en que más gente nace y en que más gente muere. Era también la hora en que más robos se cometen y en que más pavorosos incendios estallan.
A esa hora hubo un incendio en la casa de la familia Hernández. El único en la casa era José Hernández, de doce años de edad. Él dormía solo en un cuarto, pero no pudo escapar. ¿Por qué? Por las rejas de seguridad. José murió de inhalación de humo, agarrado tenazmente a las rejas, que no pudo romper.
Se les llama rejas de seguridad porque suponen impedir la entrada de ladrones. Sólo que en caso de incendio, estas rejas se convierten en trampa. Y esta no es la única manera en que alguien encuentra la muerte al buscar la salvación.
Miguel iba huyendo de un tornado que avanzaba hacia él. Para protegerse se refugió debajo de un gran árbol que él suponía era seguro. Pero el árbol fue arrancado desde las raíces y cayó sobre Miguel, matándolo en el instante.
Raimundo Solís tuvo un accidente a media noche. Abandonando su auto, salió corriendo. Era —pensó él— la única forma de protegerse. Pero en el accidente quedó una niña muerta. Las autoridades, siguiendo la información que suministraban las placas, encontraron a Solís, y lo hicieron pagar su crimen tras las rejas de una cárcel. Lo que él pensó ser protección fue su destrucción.
La esposa de Antonio Becerra, cajero en un banco, estaba muy enferma, y Antonio no tenía lo necesario para pagar la medicina. Antonio no sabía qué hacer. Su fiel compañera languidecía al borde de la muerte.
Finalmente Antonio cedió a la tentación. Alterando cuentas, robó dinero de la caja; pero lo descubrieron. De ahí que perdiera su empleo y su libertad misma.
Nunca puede un mal resultar en un bien. La deshonestidad, sea cual sea la razón, siempre rebota y nos destruye. El emplear medios corruptos, aun para hacer un bien, no es el camino a seguir. Buscar lo bueno haciendo lo malo no sólo anula el bien que buscamos, sino que destruye el elemento de mayor protección que tenemos: nuestra conciencia.
En cambio, si seguimos virtudes divinas, tales como la integridad y la honradez, a la larga venceremos. Porque nadie que obedece las normas de Dios termina destruido. Entreguémosle nuestra vida a Cristo. Sometamos nuestra voluntad a su señorío. Tarde o temprano el bien triunfará sobre el mal.
Hermano Pablo

¿ESFORZAOS?


Dijo además David a Salomón su hijo: Anímate y esfuérzate, y manos a la obra; no temas, ni desmayes, porque Jehová Dios, mi Dios, estará contigo; él no te dejará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa de Jehová. (‭1 Crónicas‬ ‭28‬:‭20‬ RVR1960)
 
No se sí alguna vez realmente te has sentido cansado y le has reclamado al Señor por el gasto en vano de tus fuerzas. Y las palabras de Crónicas te resultan pura teoría. ¿Porqué tengo problemas en mi ministerio si estoy trabajando para la Obra de Dios? ¿ porqué no alcanzo lo que hace tanto tiempo persigo? Si yo me esfuerzo! 
 
¿Es así?  ¿Estamos esforzándonos? 
Las acepciones de esfuerzo son:
1   Empleo enérgico de la fuerza física o mental con un fin determinado: si te duele la espalda, no debes hacer esfuerzos.
2   Empleo de medios superiores a los normales para conseguir un fin determinado: a pesar de sus esfuerzos, no consiguió terminar los estudios.
 
Hablamos de una energía mayor a la que generalmente utilizamos, algo superior a lo normal. En el esfuerzo no entra lo mínimo y necesario como hacer el devocional, dedicar unos minutos a la oración y poner de fondo música cristiana. Tampoco sólo llevarme bien con los hermanos y evitar las personas con las que tengo un conflicto. Un matrimonio medianamente feliz en el que no se resuelven las cosas sino que ya hemos hecho pactos implícitos de no molestarnos, tampoco requiere de esfuerzo... Si lo pensamos bien, sinceramente no hay mucho esfuerzo en nuestra vida...
 
Hay circunstancias que por difíciles y/o interminables nos hacen temer o desmayar. Necesitamos emplear aún más de nuestra fuerza física y mental, pero sobretodo espiritual. 
 
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. (‭Efesios‬ ‭6‬:‭13‬ RVR1960)
 
Puede que las situaciones nunca cambien o no deje de presentarse la prueba; pero nuestra esperanza no está en la resolución de los problemas, sino en la transformación que el Señor obra en nosotros cuando la atravesamos. Lo mejor de esforzarnos es el vivir de la mano del creador, vivir por fe. El esfuerzo de acercarnos y aferrarnos a su palabra nos traerá la felicidad de conocerlo y enamorarnos cada día más de El. 
 
¿Te estás esforzando? ¿Realmente te estás esforzando?

LOS HÉROES NO NACEN, SINO QUE SE HACEN

Inmensa y vasta era la majestad de los Alpes. La nieve orlaba los altos picos. El cielo se veía muy azul. Y la cabaña, verdadera cabaña suiza, ofrecía un refugio cálido y acogedor. El hombre y su hijo se prometían tres días de descanso, de recreo y de paz.
Walter Strubb, el padre, abrió una lata de conservas y se dispuso a almorzar con su hijo Paul. Pero algo había en la conserva. Walter sufrió una súbita y fulminante intoxicación. Bajo el peso del dolor inaguantable, cayó al suelo sin sentido. Paul no pudo despertar a su padre del desmayo en que había caído.
Sin ver otra alternativa, Paul descendió montaña abajo hasta la villa, más de diez kilómetros, y dio la noticia del caso. Varios miembros de un equipo de socorro subieron de inmediato a la cabaña y lograron salvar al padre de Paul con la ayuda médica que le prestaron.
Pero lo que hizo Paul fue toda una hazaña. Fue una hazaña porque Paul, debido a una deformación de la espina dorsal, estaba impedido para caminar. Tuvo que bajar arrastrándose entre piedras y nieve para llegar a la villa. Y por si eso fuera poco, Paul sólo tenía siete años de edad.
Dicen que los héroes no nacen, sino que se hacen. La persona más sencilla y humilde, aun la más apocada e insignificante, puede convertirse en héroe cuando las circunstancias lo exigen.
El espíritu heroico no viene de los genes. Lo produce una urgente necesidad, unida a un corazón altruista y compasivo. Bajo circunstancias normales, Paul Strubb no pudiera haber hecho lo que hizo. La urgente necesidad de su padre, junto con el corazón tierno y humanitario del hijo, produjeron el héroe.
¿De dónde saca fuerzas el que, de repente, se ve frente a una emergencia? ¿Será que Dios mismo interviene en tales casos? Hay buenas razones para creer que sí. La fe en Cristo reviste de heroicidad a cualquier persona que clama a Él.
Un joven tímido puede salvar a una persona de un edificio en llamas. Una niñita de cinco años puede, a medianoche, encontrar una ambulancia. Una humilde madre puede comportarse como leona si se trata de defender a sus pequeños. Y un niño impedido, de siete años, puede descender los Alpes en busca de ayuda.
El héroe no nace, sino que se hace. Se hace cuando, en medio de la crisis, busca ayuda divina. El ejemplo magistral fue el de Jesucristo, que soportó la crueldad de la cruz para salvar a la humanidad. Cuando la situación parece imposible, no desmayemos. Clamemos de corazón a Dios. Él nos dará la fuerza necesaria para ser héroes.
Hermano Pablo