jueves, 23 de abril de 2009

¡GRANDE PRIVILEJIO!

¡Qué hermoso es obedecer 
al Dueño del universo! 
No merecemos tal honra 
¡Es un grande privilegio! 

Nuestro Dios en las alturas 
es Soberano y Supremo, 
es grande Su Majestad 
Su gloria cuentan los cielos. 

Todo aquello que creó 
con Su palabra y con celo, 
lo colocó en su lugar ? 
Él vio que todo era bueno. 

Mas aún, algo faltaba, 
no podía obviar el resto, 
Quería ser Padre de hijos 
que le guardaran respeto. 
Que caminaran con Él, 
Le confiaran sus secretos, 
Como al Padre que les ama, 
Como Amigo en todo tiempo. 

Entonces determinó 
como Propósito Eterno 
el darnos lo más preciado, 
lo más valioso y perfecto: 
Al que con sangre pagó 
por tí y por mí ?¡Gran Misterio! 

No menosprecies tal don 
No ignores Su mandamiento 
¡Obedecer al Señor 
es un grande privilegio!




NO TE DES POR VRNCIDO!!!

A principio de la temporada de baloncesto de 1989, Michigan se enfrentó a Wisconsin. Faltando segundos en el último cuarto de hora, Rumeal Robinson de Michigan se vio en la línea de penalidad. Su equipo estaba rezagado por un punto y él sabía que si podía anotar ambos tiros libres, Michigan ganaría. Tristemente, Rumeal falló ambos tiros. Wisconsin perdió frente al preferido Michigan y Rumeal fue a su vestidor sintiéndose aplastado y avergonzado.
Sin embargo, su desánimo lo estimuló a tomar acción y motivó su determinación. Decidió que al final de cada práctica por el resto de la temporada, tiraría cien tiros libres extras al canasto. ¡Y lo logró!
El momento llegó cuando Rumeal se puso en la línea de penalidad en otro juego, de nuevo con la oportunidad de hacer tiros libres al canasto. ¡En esta ocasión, solo quedaban tres segundos de tiempo, y el juego era de los finales de la NCAA! ¡Como un chasquido salió el primer lanzamiento! Y como un chasquido el segundo. Esos dos puntos dieron a Michigan la victoria y el Campeonato Colegial Nacional de la temporada.
¿Has fracasado en algo? No te des por vencido. En vez de ello, intensifica tu esfuerzo. ¡El éxito es posible!

Proverbios 10:4Pobre es el que trabaja con mano negligente, mas la mano de los diligentes enriquece.

IMPULSADO POR LA GRATITUD

Lectura: Hechos 20:22-24.
"Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano" 1 Corintios 15:58
¿Cuál fue la novela más grande jamás escrita? Muchos lectores votarían por la obra de León Tolstoi, Guerra y Paz, la cual, dependiendo de la edición, bien puede tener más de mil páginas. Aun después de haber terminado su novela, Tolstoi siguió escribiendo -a menudo hasta el límite del agotamiento, incapaz de dormir, y al borde de un colapso. Un día, un amigo le preguntó por qué seguía escribiendo y empujándose hasta el borde del agotamiento, le recordó a Tolstoi que era un rico conde ruso con siervos que siempre estaban a su entera disposición, y que tenía un futuro asegurado. Tolstoi le explicó que seguía escribiendo porque era el esclavo de una obsesión similar, excepto que su impulso era motivado por Dios. Tal y como se lo explicó a sus amigos en Corinto, "el amor de Cristo nos constriñe" (2 Corintios 5:14). Esta era su pasión ardiente, un fuego emocional, una fuerza espiritual que le hacía compartir las buenas nuevas de Jesús y Su muerte y resurreción. A lo largo de los años, ese celo dedicado ha caracterizado a muchas de los seguidores de nuestro Señor. Ojalá que una chispa de ese fuego arda en nuestros propios corazones.
La buena noticia es demasiado buena para que te la guardes.

AMORTIGUACIÓN AUTOMATICA

Ingrid Checha, de apenas dos años de edad, estaba jugando en su domicilio. Ella vivía con sus padres en el piso decimocuarto de un edificio de departamentos en Caracas, Venezuela.
En cierto momento la niñita, ilusionada con lo que veía afuera, trató de abrir la ventana. Ésta cedió repentinamente, y la pequeña se precipitó al vacío.Cayó desde una altura de sesenta metros, pegando contra el techo de zinc de un estacionamiento de vehículos que había abajo, y rebotando sobre el techo de un automóvil. Cuando corrieron a recogerla, dieron por sentado que la chiquita tuvo que haberse destrozado, pero la encontraron llorando, con sólo algunos raspones y magulladuras. «¡Un milagro!», exclamaba la gente, y ciertamente lo era.
Llevaron a la niña al hospital y la sometieron a un período de observación, pero los médicos afirmaron que había quedado en estado increíblemente magnífico.
¿Qué había pasado? Este es uno de los milagros de la naturaleza humana. Los que saben de esto dicen que los infantes reaccionan instintivamente al peligro y en eso tienen una gran ventaja en las caídas.
Cuando un adulto se siente caer, pone rígidos todos sus músculos, con el resultado de que al golpear contra el suelo parece como si fuera de vidrio, y se quiebra, se rasga, se parte y se corta. Pero el infante instintivamente afloja todo su cuerpo, que parece hacerse de goma, y amortigua entonces el choque.
Como que hay, en esto, una lección grandísima para la vida del hombre. Los golpes que recibe nuestra alma son más fuertes, más complejos, más problemáticos y más permanentes que los golpes del cuerpo. El diario vivir nos enfrenta con frustraciones súbitas, con desastres azarosos, con pérdidas inesperadas. El resultado es la frustración, la angustia, la agonía y el dolor.
Si ante estos golpes endurecemos el corazón, nos ponemos rígidos y obstinadamente decimos que con nuestra propia fuerza saldremos adelante, corremos el peligro de hacernos pedazos. Eso le ha ocurrido a muchos.
En cambio, si nos ablandamos en humildad, enterramos nuestra obstinación y sacrificamos nuestro orgullo, podremos rebotar de lo que sería un desastre. Solos no podemos resistir los golpes de la vida, pero si nos humillamos ante Dios, Él nos dará su mano de ayuda. Sólo tenemos que rendirnos en sumisión y entregarle dócilmente nuestra alma a Cristo. Confiemos en su divino amor.

Hermano Pablo

MILES DE AGUIJONES

José García, anciano granjero, comenzó la faena agrícola del día. A los ochenta y seis años de edad todavía trabajaba la tierra casi como en sus años mozos. Puso en marcha el tractor y empezó a trazar surcos.
Todo iba bien, como de costumbre, hasta que le pegó a una colmena muy grande. No pareció importarles a las abejas si el anciano no vio la colmena o si simplemente no quiso desviar su trayectoria, pues lo atacaron con furia, dejando como saldo no menos de mil picaduras.
Por si eso fuera poco, atacaron también a su hijo, de cincuenta años, que por acudir en su auxilio recibió otras 500 picaduras. Al hacer la investigación se encontró que había por lo menos setenta y cinco mil abejas en esa colmena.
Si bien una sola picadura por una abeja puede ser algo serio, ¿cómo será recibir mil picaduras? De seguro aquel anciano agricultor no volvería a acercarse a una colmena de abejas. Una lección así generalmente se aprende la primera vez.
Ahora bien, hay otras clases de abejas que también pican. ¿Qué, por ejemplo, de los que vacían una, dos y más latas de cerveza? Cada trago es una punzada en el cerebro. ¿Y qué de los que juegan con el cigarrillo de marihuana? De la marihuana no hay más que un paso a la cocaína, la heroína, el crack y el LSD, y cada dosis de droga es un aguijón clavado en la mente.
¿Y qué de los matrimonios que, a la menor provocación, discuten acaloradamente y pelean, hiriéndose en lo más vivo? Cada palabra que se lanzan es un aguijón que va matando el amor y el respeto mutuo.
¿Y qué de los mensajes nocivos, criminales y eróticos que vierten las pantallas de cine y la televisión? ¿Acaso no son estos como picaduras de abejas que van debilitando la resistencia moral y los valores espirituales?
Cada imagen provocativa, cada palabra obscena, cada situación procaz y licenciosa de sexo, adulterio, crimen y deshonra es un aguijón más que se va clavando en mentes impresionables. En estos medios hay miles de aguijones que, con cada imagen visual, enferman, drogan y matan.
¿Por qué someternos a prácticas que nos destruyen? Con sólo una ligera observación de la condición de la vida actual, podemos ver que algo anda mal. Todo lo que hacemos trae consecuencias. Si éstas son malas, es porque nuestros hechos son malos.
Sólo Jesucristo puede salvarnos de tantos aguijones. Sólo Él tiene el poder para librarnos de los pecados que nos destruyen. Sometámonos al señorío de Cristo, y nuestra vida cambiará.
Hermano Pablo.