sábado, 23 de agosto de 2008

HOY.. DARE LA GLORIA AL REY

“Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la ternidad. Amén. “ II Ped 3:18
Hoy amanecí pensando en la atmósfera y el ambiente que se respira en los cielos. Sé por la Palabra de Dios que los cielos están llenos de alabanzas incesantes para Jesús. Las cosas en esta tierra parecen apresurarse y las modas tienden a cada instante a pasar. Lo que ayer era nuevo, hoy ya es viejo, pero hay algo que jamás pasará, nunca se pondrá antigua, y esta es la alabanza y la gloria que como pueblo tributamos al Rey de Reyes y Señores. Jesús es el sacerdote eterno…A él daré la gloria hoy.
Él es el Rey eterno, a él daré la gloria. Él es el Rey de Reyes y el Señor de señores, a él elevaré mi canto de adoración hoy. Nunca las alabanzas al Señor cesarán . Quién nos compró con su sangre merece nuestra alabanza por la eternidad.
La gloria de la cruz nunca se eclipsa; el brillo de la sepultura y de la resurrección jamás se rebaja. Jesús es digno de adoración ahora y siempre. Hoy como creyente, anticipo el tiempo cuando me uniré a los santos arriba en los cielos con los otros redimidos para darle gloria por siempre al que vive para siempre. Las palabras del Apóstol hoy son: A él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad.
Hoy quiero elevar esa expresión desde mi corazón al trono de mi Rey. “El Señor, me ayuda para hoy para glorificarlo a él. Yo soy pobre, pero el Señor me ayuda para glorificar en la satisfacción que él me da. Si estoy enfermo, me ayuda para darle honor por la paciencia; Si tengo talentos, me ayuda para ensalzarlo a través de ellos.
Si tengo tiempo, el Señor, me ayuda para redimirlo a fin de que pueda servirle dándole gloria. Tengo un corazón para sentir, el Señor me ayuda para que ese corazón vibre de amor por él. Tengo una cabeza para pensar, el Señor me ayuda para que hoy piense en él.
El Señor me puso en este mundo para algo, el Señor, me muestra ese algo y me ayuda para lograr ese propósito para glorificarlo. Soy todo del Señor y él me toma y me permite hoy glorificarlo, en todo lo que digo, en todo lo que hago y con todo lo que tengo.
Gracias Señor. Hoy me concedes la gran oportunidad de glorificarte y no sólo eso, sino que me ayudas para que yo lo pueda hacer con plena y total libertad. Gracias porque puedo poner mi vida ante ti y exaltarte.
Gracias por darme la oportunidad de tener un anticipo aquí en la tierra de lo que haré en la eternidad. Exaltarte y glorificarte desde lo profundo de mi corazón. Amén.

LLEVENME AL CEMENTERIO

Un sabio maestro se encontró frente a un grupo de jóvenes que se declaraban en contra del matrimonio. Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación cuando éste se apaga en lugar de entrar a la hueca monotonía del matrimonio.
El maestro les escuchó con atención y después les relató un testimonio personal:
- Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno cuando sufrió un infarto y cayó. Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, condujo hasta el hospital mientras su corazón se despedazaba en profunda agonía. Cuando llegó, por desgracia, ella ya había fallecido.
Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. Él pidió a mi hermano teólogo que dijera algunas reflexión sobre la muerte y la eternidad. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte. Mi padre escuchaba con gran atención. De pronto pidió “llévenme al cementerio”.
“Papá” , respondimos: ¡Son las 11 de la noche! No podemos ir al cementerio ahora! Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo: “No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años”. Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más. Fuimos al cementerio, pedimos permiso al velador y, con una linterna llegamos a la lápida.
Mi padre la acarició, oró y nos dijo a sus hijos que veíamos la escena conmovidos:
“Fueron 55 buenos años…¿saben?. ¡Nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así!. Hizo una pausa y se limpió la cara. Ella y yo estuvimos juntos en todo. Alegrías y penas. Cuando nacieron ustedes, cuando me echaron de mi trabajo, cuando ustedes enfermaban, continuó: Siempre estuvimos juntos. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos, rezamos juntos en la sala de espera de muchos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos y perdonamos nuestras faltas… hijos, ahora se ha ido y estoy contento, ¿saben por qué?, porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera…”
Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló:
-Todo está bien hijos, podemos irnos a casa; ha sido un buen día. Esa noche entendí lo que es el verdadero amor. Dista mucho del romanticismo y no tiene que ver con el erotismo. Más bien es una comunión de corazones que es posible porque somos imagen de Dios. Es una alianza que va mucho mas allá de los sentidos y es capaz de sufrir y negarse cualquier cosa por el otro.
Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no pudieron debatirle. Ese tipo de amor les superaba en grande. Pero, aunque no tuviesen la valentía de aceptarlo de inmediato, podían presentir que estaban ante el amor verdadero. El maestro les había dado la lección mas importante de sus vidas.
Efesios 3:17-21que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios. A Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en nosotros, a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones y todos los tiempos. Amén.
Efesios 5:25Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella.

DI LA PALABRA

Lectura: Salmo 14
Todos se han desviado, a una se han corrompido. . . . --Salmo 14:3.
La gente raras veces usa ya la palabra pecado. Cuando hacemos algo malo decimos que nos hemos "comportado de manera inapropiada" o que hemos cometido "un error táctico", o una "equivocación". Puede que hasta digamos: "He hecho algo malo." Parece que la gente ha llegado a creer en su propia bondad innata.
Hacemos eso a pesar de la abrumadora evidencia física y espiritual que indica lo contrario. En el momento en que escribo esto, hay un genocidio rampante en Sudán. En Bosnia y Ruanda se han soportado increíbles atrocidades. ¿Quién puede olvidar los campos de matanzas de Camboya? ¿Y los millones de bebés que no pudieron nacer en los Estados Unidos porque se mataron en nombre de la comodidad? El mal no ha desaparecido de la faz de la tierra.
Como seguidores de Cristo debemos resistir firmemente los esfuerzos de nuestro mundo por reducir al mínimo la realidad del pecado. Debemos estar de acuerdo con Dios en que "no hay quien haga el bien, no hay ni siquiera uno" (Salmo 14:3).
Reconocer los pecados de las naciones es más fácil que admitir nuestro propio pecado personal. Pero necesitamos confesar los pecados específicos que cometemos contra nuestro Dios santo. "Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso y su palabra no está en nosotros" (1 Juan 1:10).
Llama pecado a tu pecado y confiésalo delante de Dios.
LA SANGRE DE CRISTO PUEDE LIMPIAR TODO PECADO, PERO NO PUEDE HACER NADA PARA PERDONAR UNA EXCUSA.