lunes, 24 de noviembre de 2008

"YO NUNCA OIA EL MENSAJE"

“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).

se cuenta la historia de un arquitecto que frecuentaba regularmente una iglesia. Después de algunos años él si dirigió al pastor y contó que sintió en el corazón la acción del Espíritu de Dios y que, ahora salvo en Cristo, anhelaba si tornar miembro de la iglesia. El pastor expresó su alegría pero no podía dejar de hacerle una pregunta que lo inquietaba. ”¿Como usted puede decir que solo ahora, después de años en la iglesia, sintió la salvación del Señor?” “Yo nunca oía el mensaje”, contestó el arquitecto. ”Venía para la iglesia, pero empezaba a pensar en los edificios que podría construir. Todos estos años, en cuanto usted comenzaba el sermón, un nuevo edificio de apartamentos empezaba a ser proyectado en mí miente. Yo nunca oía el mensaje”.

Muchas han sido nuestras inquietudes. Enfrentamos crisis, experimentamos aflicciones, almacenamos incertidumbres, albergamos el desánimo, perdemos fácilmente las esperanzas.

Y ¿cual el motivo para todo eso? Ciertamente porque no oímos el mensaje.

Si el día está soleado, reclamamos del calor. Si la lluvia no pára de caer, murmuramos a causa del tiempo malo. Si nuestros planes no dan cierto, dicimos sin suerte. Si los sueños dados por años no se materializan, lloramos y nos sentimos las más infelices de las criaturas. En la realidad, el grande problema es que no oímos el mensaje.

Cuando arrumbamos las cosas pasajeras de este mundo y abdicamos de nuestros intereses por un instante y prestamos atención en el mensaje que la Palabra de Dios quiere nos transmitir, constatamos que Dios tiene todas las respuestas que buscamos, todas las promesas que almejamos, todas las bendiciones que nos harán las personas más felices de este mundo.

Si usted oye el mensaje de Dios y guarda en el corazón, su vida será abundante y su felicidad será eterna.

EL SABADO Y LA BIBLIA - ARMANDO ALDUCIN

HOY..CANTARE AL SEÑOR UN CANTICO NUEVO

Cantad a Dios fortaleza nuestra; al Dios de Jacob, celebrad con jubilo. Tomad la canción y tañed el arpa, el arpa deliciosa con el salterio- Puso luego en mi boca canción nueva, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos y temerán y esperarán en el Señor” Isaías 42:10, Salmo 81:1,2.
Canciones hay muchas y cada día cuando prendo la radio encuentro que lo que más abunda son canciones, .canciones de dolor, canciones de corazones heridos, canciones que incitan y promueven la desilusión. La música forma parte del diario vivir del ser humano.
Hoy, sin embargo yo quiero abrir mis labios para anunciar las bondades de aquel que me cambio y transformó y a la vez quiero elevar mi canto, un cántico nuevo para exaltarlo y adorarlo.
El gozo del Señor es vuestra fortaleza y en ese gozo cantaré. A través del cántico daré gracias a Dios por sus ..bondades y sus misericordias. Conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está mas cerca nuestra salvación que cuando creímos. La noche ha pasado y ha llegado el día; echemos, pues, las obras de las tinieblas y vistámonos de lar armas de la luz, entonando canto de adoración al que vive para siempre.
Andemos como de día, honestamente; hoy no en andemos en glotonerías y borracheras, no en lechos ni en disoluciones, no en pendencias ni envidias; mas vestíos del Señor Jesucristo y no hagamos caso de la carne en sus deseos, antes bien, elevemos nuestro corazón, nuestro espíritu y nuestra alma en un canto nuevo que nace de un corazón agradecido y dispuesto a vivir e este día para aquel que nos amo y nos lavo con su sangre.
Gracias Señor por este día. Es realmente un regalo que nos extiende en medio de tu misericordia y bondad.
Hoy escucharé muchos cantos…pero ninguno de ellos me llenará por que son cantos que nacen de .corazones heridos.
Por lo tanto en medio de tal confusión musical, yo quiero levantar mi voz con un cántico nuevo para anunciar que tu vives y que trasformas.
Permite que mi vida hoy..toda mi vida sea una melodía tanto par ti en adoración como para testimonio a aquellos que desilusionados de la vida se encontrarán conmigo y así poderles decir que el tema de mi canción hoy..es Jesús es el Salvador y Señor y que ellos también podrán saborear gustar tu presencia y tu misericordia. Señor que los corazones heridos puedan sentir consuelo con el cántico nuevo de mi existencia el cual ha nacido de la cruz en tu obra expiatoria y amorosa. Amen

ALEGRATE POR EL DIA DE HOY

En su libro titulado The Tapestry (El Tapiz), Edith Schaffer describe un verano en que su esposo Francis pasó tres meses en Europa. Durante ese tiempo, en el que lo extraño mucho, Edith y su hermana Janet llevaron a sus hijos a vivir a una antigua escuela Cape Cod. Puesto que tenían muy poco dinero, compartían la renta, no tenían auto y creaban aventuras a diario para los cinco niños.
Mirando atrás años después, Edith dijo que ese verano: Nunca más he vuelto a pasar un tiempo así con mis hijos ni con mi hermana o sobrinos.
Los repentinos y queridos momentos de la vida hay que reconocerlos por lo singulares que son. No se pueden desperdiciar deseando otra cosa.
La perspectiva de Edith nos ofrece una clave para aplicar las palabras del Salmo 118:24:

Este es el día que el Señor ha hecho; recocijémonos y alegrémonos en él.
Durante los momentos difíciles nos vemos tentados a volvernos pasivos mientras esperamos que pase una tormenta de la vida. Pero Dios nos invita a buscar activamente las oportunidades que tenemos a la mano en lugar de lamentarnos por lo que no tenemos.
Puesto que el Señor ha hecho este día, podemos ver más allá de las puertas cerradas y ver la gente y las oportunidades que antes pasamos por alto. Al celebrar sus valor descubriremos el gozo y la alegría que vienen de Dios.

EL TESTIMONIO DE LINCOLN

Lectura: Lucas 24:13-27
¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en Su gloria? —Lucas 24:26
Abraham Lincoln era un provinciano de humilde origen que fue creciendo hasta llegar a las cumbres del poder político. Durante los oscuros días de la Guerra Civil de los EE.UU., sirvió como un presidente compasivo y resuelto. La depresión y el sufrimiento mental fueron sus compañeros frecuentes. Sin embargo, el terrible sufrimiento emocional que soportó le llevó a recibir a Jesucristo por fe.
Lincoln le contó a una multitud en su pueblo natal en Illinois: «Cuando salí de Springfield, le pedí a las personas que oraran por mí; no era un cristiano. Cuando enterré a mi hijo, la prueba más dura de mi vida, no era un cristiano. Pero cuando vi las tumbas de miles de nuestros soldados, fue allí y entonces cuando me consagré a Cristo. Sí que amo a Jesús». Las tragedias más dolorosas de la vida pueden llevarnos a una comprensión más profunda del Salvador.
Mientras dos hombres caminaban por el camino de Emaús, quedaron atónitos con el asesinato sin sentido de Jesús de Nazaret. Luego, un extraño se les unió y les dio una profunda comprensión bíblica acerca del Mesías sufriente (Lc. 24:26-27). El extraño era Jesús mismo, y la ministración que les impartió les trajo consuelo.
El dolor puede señalarnos de una manera especial al Señor Jesús, quien ha participado de nuestros sufrimientos y puede traer significado al dolor aparentemente sin sentido.
El sufrimiento puede enseñarnos lo que no podemos aprender de ninguna otra manera.

UNA INVASION DE MOSCAS

Era una plaga de moscas. Moscas grandes, verdes, zumbonas, molestas. Moscas que por millones se posaban sobre los alimentos en la mesa, sobre los vasos de agua, sobre los cabellos de las mujeres y en la cara de los niños. Eran moscas feas, antipáticas, peligrosas, detestables.

Aquella plaga que atormentó a cien mil habitantes de la ciudad de Paita, Perú, comenzó en los montones de desperdicios de pescado que los pescadores abandonaban negligentemente en la playa. De toda esa podredumbre salieron las moscas.

Esa plaga de moscas que cayó sobre Paita se parece a la plaga bíblica que, al golpe de la vara de Moisés, cayó sobre el Egipto de Faraón. Así dice la Biblia: «Y vino toda clase de moscas molestísimas sobre la casa de Faraón, sobre las casas de sus siervos, y sobre todo el país de Egipto; y la tierra fue corrompida a causa de ellas» (Éxodo 8:24).

Si hay un insecto en el mundo que es detestable, antipático y peligroso, es la mosca. Rara es la región del mundo donde esta eterna compañera del hombre no se vea. Todo lo que toca, todo lo que prueba, todo lo que ensucia, lo contamina.

La mosca es símbolo del pecado pequeño, que por multiplicarse geométricamente, termina contaminando, enfermando y matando. Así dice también la divina sabiduría: «Las moscas muertas apestan y echan a perder el perfume. Pesa más una pequeña necedad que la sabiduría y la honra juntas» (Eclesiastés 10:1).

Si las moscas estropean todo lo que tocan —el agua, la leche, el pan, la sopa, la comida, todo—, entonces las pequeñas infracciones, los pequeños pecados, esos que a veces sólo llamamos debilidades, van estropeando, contaminando y corrompiendo el alma.

Si bien las moscas transmiten enfermedades mortales, las «pequeñas necedades», como acertadamente las llama la Biblia, transmiten la enfermedad más mortal de todas, porque es la enfermedad espiritual la que produce muerte eterna.

¡Cuán necesario es desinfectar el alma, la mente y el corazón con la lectura del libro de Dios —la Santa Biblia— y con la comunión permanente con su Hijo Jesucristo, el Salvador del mundo, mediante la oración!

Hermano Pablo.