“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
Muchas han sido nuestras inquietudes. Enfrentamos crisis, experimentamos aflicciones, almacenamos incertidumbres, albergamos el desánimo, perdemos fácilmente las esperanzas.
Y ¿cual el motivo para todo eso? Ciertamente porque no oímos el mensaje.
Si el día está soleado, reclamamos del calor. Si la lluvia no pára de caer, murmuramos a causa del tiempo malo. Si nuestros planes no dan cierto, dicimos sin suerte. Si los sueños dados por años no se materializan, lloramos y nos sentimos las más infelices de las criaturas. En la realidad, el grande problema es que no oímos el mensaje.
Cuando arrumbamos las cosas pasajeras de este mundo y abdicamos de nuestros intereses por un instante y prestamos atención en el mensaje que la Palabra de Dios quiere nos transmitir, constatamos que Dios tiene todas las respuestas que buscamos, todas las promesas que almejamos, todas las bendiciones que nos harán las personas más felices de este mundo.
Si usted oye el mensaje de Dios y guarda en el corazón, su vida será abundante y su felicidad será eterna.