lunes, 26 de mayo de 2008

EL HOMBRE QUE TENIA MUCHO

Una vez había una familia que no era ni rica ni pobre. Vivían en una pequeña casa de campo de Ohio. Una noche se sentaron juntos para cenar y alguien tocó la puerta. El padre se acercó a abrir.
Ahí estaba un hombre viejo con ropa desgarrada, pantalones rotos y sin botones. Cargaba una canasta llena de verduras. Le preguntó a la familia si querían comprarle algunas. Ellos aceptaron porque querían que se fuera rápido.
Con el paso del tiempo, la familia y el hombre viejo se hicieron amigos. El hombre le traía verduras cada semana a la familia. Pronto se enteraron de que él era ciego y que tenía cataratas en los ojos. Pero era tan amigable que aprendieron a esperar ansiosamente sus visitas y a disfrutar de su compañía.
Un día, mientras entregaba las verduras, dijo:
- ¡Ayer tuve la más grande bendición! Encontré una canasta de ropa afuera de mi casa que alguien me dejó.
La familia, sabiendo que él necesitaba ropa, dijo:
-¡Qué maravilloso!
El hombre viejo y ciego, dijo:
- La parte más maravillosa es que encontré una familia que verdaderamente necesitaba esa ropa.
Recuerda, la felicidad no depende de lo que eres o lo que tienes.

Juan 10:10yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

UN MAL HABITO

Un mal hábito
Lectura:
Éxodo 17:1-7
. . . tentaron al Señor, diciendo: ¿Está el Señor entre nosotros o no? --Éxodo 17:7.
La mayoría de la gente tiene uno o dos malos hábitos. Algunos hábitos son simplemente irritantes, como cuando la persona habla demasiado o muy rápidamente. Otros son mucho más graves.
Considera, por ejemplo, el mal hábito que tenía el pueblo de la antigua Israel. Acababan de ser librados de la esclavitud (Éxodo 14:30), y tenían que haber estado agradecidos. Pero en lugar de ello empezaron a quejarse a Moisés y a Aarón: «Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto» (16:3).
En Éxodo 17 leemos que sus quejas aumentaron y llegaron a ser riña. En realidad, sus quejas eran contra Dios, pero pelearon con Moisés porque él era el líder. Dijeron: «¿Por qué nos has hecho subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?» (v.3). El pueblo hasta comenzó a cuestionar si Dios en realidad estaba con ellos (v.7). Sin embargo, Él siempre suplió sus necesidades.
Si somos honestos tendríamos que admitir que a veces nos quejamos cuando Dios no nos responde de la forma en que queremos. Lo acusamos de estar ausente o de no estar interesado. Pero cuando nuestro corazón está preocupado por los propósitos de Dios y no por los nuestros, tendremos paciencia y confiaremos en que Él va a proporcionar todo lo que necesitamos. Así no desarrollaremos el mal hábito de quejarnos.
SI QUIERES VENCER EL HÁBITO DE QUEJARTE CUENTA TUS BENDICIONES.