lunes, 2 de agosto de 2010

UNA MANO SIEMPRE LISTA

Mis hijos y yo decidimos dar una caminata alrededor del lago cercano a nuestra casa el otro día. Es un lugar muy hermoso en el que pasar una tarde de primavera, cuando las hojas brotan de los árboles y las flores de la tierra. Tiene una trocha de grava bien gastada que le da la vuelta a todo el lago. Uno puede caminar a su propia velocidad y deleitarse en la belleza natural que le rodea.

Es el lugar perfecto para ponerse en contacto con Dios y llenar nuestra alma con gozo.

El único problema con la trocha es que, estando tan cerca del lago, la erosión a veces provoca hoyos a lo largo del camino. Fue mientras que caminábamos por ella el otro día que mi hijo mayor cayó, sin darse cuenta, en uno de estos hoyos. Tropezó y casi cayó pero, gracias a Dios, pudo estirar su mano y aferrarse a la mía. Le afirmé y caminamos juntos por un rato sintiéndonos conectados el uno al otro en nuestro amor.

Pienso que a veces las dificultades que enfrentamos en nuestro transitar por la vida se parecen mucho a estos hoyos en el suelo. Siempre están allí, provocando nuestro tropiezo y a veces nuestras caídas. Es bueno saber, sin embargo, que siempre podemos estirar la mano y tomarnos de la de nuestro Padre Celestial.

Él siempre está a nuestro lado esperando levantarnos y afirmarnos. Siempre está preparado para que tomemos Su mano y caminemos junto a Él conectados en amor para siempre.

La próxima vez que tropecemos y caigamos en nuestra travesía por la vida no dejemos de estirarnos y alcanzar la amorosa mano de Dios. Y una vez que la tomamos, no la soltemos.

Caminemos con Dios para siempre, escogiendo amar y compartir gozo con cada paso que demos. Recordemos que con la amorosa mano de Dios estabilizando nuestro caminar, podremos estirar la otra para alcanzar a otros que también hayan caído.

La travesía por la vida, después de todo, es siempre mejor cuando sostenemos las manos de aquellos a quienes amamos.

Joseph J. Mazzella
La vida tiene sorpresas y algunas no son tan agradables. Cuando tropezamos, recordemos que la mano de Dios siempre está lista para sostenernos. Qué gran mano es la suya.

Señor , tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza, y tu mano poderosa; porque ¿qué dios hay en el cielo ni en la tierra que haga obras y proezas como las tuyas? Deuteronomio 3:24

Yo os enseñaré en cuanto a la mano de Dios; No esconderé lo que hay para con el Omnipotente.Job 27:11

No se acordaron de su mano, Del día que los redimió de la angustia. Salmo 78:42

CUANDO EL RÍO SE DESBORDA

El cielo se encapotó sobre Tijuana, México. Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer. Era una tormenta que venía desde el sur, originada en el Pacífico. En pocas horas cayeron 120 milímetros de agua.

El río Tijuana, por lo general tranquilo y de poca agua, se convirtió en un torrente arrollador. Doce personas murieron en el torrente. Un vecino dijo, llorando ante las cámaras de televisión: «Lo he perdido todo: mi casa, mis muebles, mi camión. El río se lo llevó todo.»

¡Qué terrible es la fuerza de un río que se desborda! Esto ocurre en ríos de valles estrechos, cuyas aguas nacen entre montañas. La lluvia que se descarga torrencialmente en el embudo de las montañas corre por el estrecho canal con fuerza arrolladora. Sobrepasando la capacidad del río, el agua se desborda e invade campos y terrenos, casas y pueblos, causando grandes desastres.

Los habitantes de Tijuana se valieron de un recurso. Amarraron una cuerda larga a un lugar en tierra firme, se agarraron de la otra punta, y uno a uno se fueron salvando. Tijuana nunca olvidará esa amarga tragedia.

Si bien la cuerda fue la salvación para muchos en Tijuana, ¿qué cuerda hay para las tormentas de la vida? El padre de familia, cuando todo va bien, es como un río manso que corre lentamente, al lado del cual da gusto vivir. Pero si toma un par de tragos de más, ese alcohol se mete en su cerebro y comienza a correr con la violencia de un río desbordado, causando estragos, destrucción y aun muerte. ¿Y de qué cuerda se agarra la esposa que sufre a causa de él?

El hijo, orgullo y esperanza de sus padres, comienza a faltar a la escuela. Llega muy tarde a la casa. Por momentos, sin motivo alguno, se enloquece y golpea a cuantos están a su lado. Cuando por fin todo sale a la luz, se descubre que es drogadicto, y cuando se quiere detener el mal, es ya un río violento que arrasa con todo lo que tiene por delante. ¿Y de qué cuerda se agarran los confundidos padres?

¿Habrá algún remedio contra el dominio del alcohol o de las drogas? ¿Habrá alguna cuerda que salve al que se hunde en el río de la desesperación?

Sí la hay. Es Jesucristo. Él tiene poder para dominar las fuerzas primitivas que bullen en el corazón humano. Y tiene poder para salvar a todo el que en Él cree. Cristo es la cuerda salvadora. Busquémoslo. Entreguémosle nuestra vida. Él quiere y puede ser nuestro Salvador.

Hermano Pablo

DIOS TE AMA A TI

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