Uno era un Boeing 727 de Iberia. El otro era un DC-9 de Aviaco. Ambos estaban cargados de pasajeros, y ambos corrían por la misma pista. Era la pista de despegue en el aeropuerto de Madrid, capital de España.
Pero los dos aviones de pasajeros no corrían en el mismo sentido, sino que cruzaron sus líneas. La colisión que se produjo fue fatal. Del terrible choque resultaron muertas noventa y tres personas, tanto del Boeing como del DC-9. Fue uno de los más graves accidentes ocurridos en Madrid en el siglo veinte. ¿La causa? «Error humano, descuido y niebla cegadora», anunciaron los diarios.
Hay en realidad pocos accidentes de aviación en comparación con los miles de vuelos que se realizan todos los días alrededor del mundo. Pero cada vez que hay un accidente grave, la prensa mundial conmueve la opinión pública. Y casi siempre la causa de estos accidentes que cuestan centenares de vidas humanas se atribuye al descuido, a la imprevisión o a la falta de señales adecuadas. En ese accidente de Madrid, la causa fue una niebla cegadora, que apenas dejaba ver, y una falla en la torre de control que le dio pista a dos grandes aviones al mismo tiempo.
Así como sucede con los accidentes aéreos, podríamos decir que las demás tragedias que perjudican a las personas, afectan los matrimonios y destruyen los hogares se deben también a «error humano, descuido y niebla» que enceguece.
Pongamos por ejemplo un matrimonio que llega al juzgado para ponerle fin a su relación conyugal. ¿Cuáles son las causas que han provocado el divorcio? En demasiados casos, error humano, de él o de ella, al entregarse a un amor prohibido.
Y descuido. Descuido de los votos solemnes que se hicieron al comienzo de su vida matrimonial. Descuido de las eternas leyes de Dios. Descuido del amor, de la comunicación y del compañerismo imprescindibles entre esposo y esposa para mantener la unidad y la felicidad.
Y niebla cegadora. Niebla de falsos conceptos del amor. Niebla de la conciencia, que no le importa hacer el mal. Niebla que enceguece, de una mala moral cuya sola base es el egoísmo.
Para evitar semejantes tragedias, necesitamos un Salvador, un Señor y un Maestro que nos ponga en el carril adecuado, nos mantenga en una línea recta de conducta y nos provea una sólida fuerza moral. Necesitamos a Jesucristo, único Maestro, Señor y Salvador. Por Él, y con Él, podemos evitar la desgracia.
Hermano Pablo