martes, 10 de noviembre de 2009

LA FURIA

El día se presentaba caluroso y húmedo en Miami, Florida. Era uno de esos días en que la temperatura y la humedad ejercen sobre el ánimo de las personas una influencia nociva. Bob Moore, propietario de una ferretería, estaba atendiendo a sus clientes, tratando de no sudar demasiado.

De pronto se abrió la puerta y entró un hombre. Tenía la mirada extraviada, el rostro congestionado, la camisa abierta y, lo más terrible, un arma automática en la mano. Abrió fuego contra el público, y mató a seis personas.

Después huyó. Montó en una bicicleta y siguió disparando su arma, hiriendo a otras tres personas. Al pasar un semáforo en rojo, lo atropelló un automóvil, y el hombre murió allí mismo, todavía empuñando el arma. «Furia» fue la única palabra que emplearon los diarios para dar la noticia del caso.

He aquí un verdadero caso de furia insana, de furia violenta, destructiva. Furia homicida, furia infernal, furia volcánica, furia que no se aplaca sino hasta después de haber provocado todo el daño posible.

¿Qué es la furia? «La ira es una locura breve», afirmaban los antiguos griegos. «La furia es un estallido nervioso que ocurre cuando se ha soportado mucho tiempo una situación ofensiva, humillante o atemorizante», definen los psicólogos.

La Biblia atribuye la ira y la furia a la acción del diablo, pero también al corazón que no se somete a Dios. Y la furia sólo de vez en cuando toma esas dimensiones trágicas del suceso de Miami. A veces la furia es silenciosa, pero mata el compañerismo y nubla el goce de las relaciones humanas.

Tenemos, por ejemplo, el enojo severo y profundo que suele producirse entre marido y mujer. Quizá nunca llegue a estallar en furia, pero destruye igualmente la armonía y la felicidad. Porque cuando hay enojo, no hay palabras, no hay sonrisas, no hay felicidad.

La Biblia dice: «Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto conduce al mal. Porque los impíos serán exterminados, pero los que esperan en el Señor heredarán la tierra» (Salmos 37:8-9).

Nada mejor, para verse libre de esta breve locura destructiva, que entregar el corazón y la voluntad a Cristo. Porque sólo Él tiene paz, calma y justicia abundantes para darnos.

Hermano Pablo

EL SAPO DE LA SANTA CRUZ

Los sapos se encuentran en todas partes del mundo y, debido a que consumen enormes cantidades de insectos dañinos, son amigos del hombre.
Tal vez el sapo más útil que se conozca es el que vive en las regiones semiáridas del centro de Australia. Se lo conoce con el nombre de Sapo de la Santa Cruz, debido a las manchas de su lomo, que asumen esa forma.
Este sapo es una cantimplora viviente. En las pocas ocasiones en que llueve, bebe el precioso fluido vital hasta hincharse. Durante las sequías que siguen a las lluvias, el batracio se esconde por meses en el barro, y sobrevive gracias al agua que ha bebido.
Cuando los aborígenes de Australia se encuentran perdidos en medio del desierto durante la época de sequía, todo lo que necesitan hacer es buscar al sapo de la santa cruz para sobrevivir. Al extraer el agua de estas insólitas cantimploras, han logrado evitar las consecuencias fatales de la sequía, que hubieran sido catastróficas para todos los que desconocieran los hábitos de este sapo.
Tal como los aborígenes de Australia emplean el sapo de la santa cruz cuando necesitan del agua que da vida, las personas perdidas en el desierto de este mundo pueden ser liberadas milagrosamente de la muerte al beber del agua de la vida que brota del manantial de la cruz.
Moisés dio un golpe en la roca que representaba a Cristo, y consiguió agua en el desierto. Jesús mismo amplió esta lección cuando le dijo a la mujer que estaba en el pozo: ““Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed” Pero “el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás.”.
Así pues, por medio de este humilde sapo, de Moisés y su roca milagrosa, y de Cristo y la Cruz se nos enseña la lección de que el agua es un elemento que da vida. Responderemos como la Samaritana: “ Señor dame de esa agua”.
“Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed —respondió Jesús—,pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.
—Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla. Juan 4:13-15.

NUNCA SE ENCUENTRAN

Lectura: Salmos 103:6-14.
"Echaste tras tus espaldas todos mis pecados" Isaías 38:17
¿Sabías que tanto el punto más alejado al este como el punto más alejado al oeste de los Estados Unidos se encuentran en Alaska? En realidad es un truco geográfico. El Punto Pochnoi en las Islas Aleutianas es la ubicación más alejada al oeste estando todavía en los Estados Unidos. Pero si viajamos unos cuantos kilómetros más hacia el oeste, terminaremos en la Isla Amatignak en Alaska. Debido a que dicho punto se encuentra al oeste del meridiano de 180 grados, el cual separa el hemisferio este del hemisferio oeste, técnicamente se encuentra al este del resto de los Estados Unidos.
Pero jamás encontraremos un punto donde el este y el oeste realmente se encuentren el uno junto al otro. Jamás «encontraremos» el este yendo hacia el oeste. El este continúa para siempre. El oeste continúa para siempre. Jamás se encuentran. No se puede ir más lejos de allí.
¿Por qué es esto importante? Simplemente por esto: Cuando leemos en las Escrituras que nuestros pecados perdonados son alejados de nosotros «cuanto está lejos el oriente del occidente» (Salmos 103:12), se nos asegura que están a una distancia inmensurablemente lejos -que se han ido para siempre. Y, si eso no es suficiente, lea esto: Dios dice: «Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de Mí mismo, y no Me acordaré de tus pecados» (Isaías 43:25).
¿Te preocupan tus pecados? Por medio de la muerte de Jesús en la cruz, Dios puede decir: «¿Cuáles pecados?» Pero Él hará eso sólo si pones tu fe en Su Hijo.
Invitamos a la derrota cuando recordamos lo que debemos olvidar.