jueves, 20 de agosto de 2009

¡SIEMPRE,POR SIEMPRE,PASE LO QUE PASE!

No hay amistad ni amor como el de una madre por su hijo.
Henry Ward Beecher

Nuestra hija Ariana paso de ser un bebe a ser una niñita, y como todas, solía golpearse y rasparse las rodillas cuando jugaba. En estas ocasiones, extendía mis brazos y le decía “Ven a verme”. Cuando trepaba en mi regazo, la mimaba y le preguntaba “¿Eres mi niñita?” En medio de sus lagrimas, asentía. “¿Mi linda niñita Ariana?” Asentía esta vez con una sonrisa. Por ultimo, le decía: “¡Y te amo siempre, por siempre, pase lo que pase!” Con una risita y un abrazo partía preparada para su próximo reto. Ariana ahora tiene cuatro años y medio. Hemos continuado jugando a “Ven a verme” cuando se raspa las rodillas o hieren sus sentimientos, para los “buenos días” y las “buenas noches”. Hace unas pocas semanas tuve “uno de aquellos días”. Estaba fatigada, de mal humor y agotada de cuidar una niña de cuatro años y dos muchachos adolescentes y un negocio en casa. Cada llamada telefónica o llamada a la puerta significaba trabajo para un día entero, que debía ser despachado ¡de inmediato! En la tarde ya no pude soportarlo y me marche a mi habitación para llorar a mis anchas. Ariana pronto se me acerco y me dijo: “Ven a verme”. Se acostó a mi lado, coloco sus suaves manitas en mis mejillas húmedas y pregunto, “¿Eres mi mamita?” entre lagrimas, asentí. “¿Mi linda mamita?” Asentí, y sonreí. “¡Y te amo siempre, por siempre, pase lo que pase!” Con una risita y un fuerte abrazo, partí preparada a afrontar mi próximo reto. Fuente: Jeanette Lisefski. Sopa de Pollo para El Alma de la Madre

Salmos 54:4He aquí, Dios es el que me ayuda; El Señor está con los que sostienen mi vida.

OTRA OPORTUNIDAD

Lectura: Filemón 1:8-19.
“[Has sido] revestido del nuevo [hombre], el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” Colosenses 3:10
Durante casi 100 años, un enorme trozo defectuoso de mármol de Carrara yació en el patio de una catedral en Florencia. Luego, en 1501, se le pidió a un joven escultor que hiciera algo con él. Midió el bloque y tomó nota de sus imperfecciones. En su mente, concibió a un niño pastor.
A lo largo de tres años, cinceló y le dio forma al mármol con destreza. Finalmente, cuando la sobresaliente figura de David de 5,40 metros de altura fue desvelada, el aprendiz de Miguel Ángel exclamó: «Maestro, sólo le falta hablar!»
Onésimo era como ese mármol defectuoso. Había sido un siervo infiel cuando huyó de su amo Filemón. Pero, durante su huida, llegó a conocer al Maestro Escultor. Ahora, como un hombre transformado, sirvió a Dios fielmente y fue invalorable para el ministerio de Pablo. Cuando Pablo le envió de vuelta a Filemón, le elogió como alguien «el cual en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es útil» (1:11). Le pidió a Filemón que recibiera de vuelta a Onésimo como un hermano (v. 16).
Pablo sabía lo que significaba recibir otra oportunidad después de los errores pasados (Hechos 9:26-28). Él conocía personalmente la transformación que Dios puede hacer. Ahora la veía en la vida de Onésimo. El Señor también puede cincelar Su imagen en nuestras vidas defectuosas y hacernos bellos y útiles.
Nuestros bordes ásperos deben ser limados para sacar a la luz la imagen de Cristo.