sábado, 29 de marzo de 2008
LA FLECHA
Un rey, que en su carruaje pasaba por un pueblo, observó una flecha disparada exactamente en el centro de un blanco, que era un círculo dibujado en el tronco de un árbol..Intrigado, se dió cuenta que ademàs había otras flechas disparadas en varios sitios, todas con la misma precisión en el centro del blanco..Sorprendido por la habilidad del arquero, mandó a sus pajes a buscarlo..Después de algunos minutos encontraron al autor de los certeros disparos..Se trataba de un niño de no más de 12 años..- Eres tú el hábil arquero? -preguntó el rey..- Sí, -respondió el chiquillo..Cómo haces para ser siempre tan certero en tu puntería? -preguntó de nuevo el rey..- Es muy simple, -dijo el muchacho-, primero disparo la flecha y después dibujo el blanco alrededor del ella..Piensa por un momento si hacemos eso en nuestras vidas con las personas que nos rodean.A veces juzgamos basados en nuestros prejuicios, les decimos a todos nuestra opinión y después buscamos cómo justificar nuestras ligerezas, -primero disparo y después pregunto-..A veces cometemos errores o maltratamos a los que nos rodean.En vez de aceptar nuestra responsabilidad, nos ponemos defensivos y tratamos de justificar nuestra actitud..Cuánta energía de vida desperdiciamos justificando actitudes con las que solo pretendemos cubrir nuestros errores, miedos o inseguridades?Cuánto daño innecesario nos causamos a nosotros mismos y a quienes amamos?.Santiago 1:19Esto sabéis, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar,Salmos 34:13Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño.
LA OFERTA DEL REY
Lectura: Mateo 21:1-11
Y las multitudes que iban delante de Él . . . gritaban, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!. . . --Mateo 21:9.
Muchas veces me he preguntado cuántas de esas personas que el Domingo de Ramos gritaron con entusiasmo «¡Hosanna!», también gritaron «¡Crucifícale! Crucifícale!» unos días después. Algunos pueden haberse sentido profundamente decepcionados, incluso enojados, porque Cristo no usó su poder milagroso para establecer un reino terrenal. ¿No había creado Él una oportunidad de oro para obtener apoyo popular desfilando en Jerusalén y ofreciéndose a Sí mismo como Rey?
Muchos judíos no reconocieron que antes de que Jesús afirmara abiertamente su soberanía tenía que reinar en sus corazones. Su mayor necesidad no era liberarse del dominio del César, sino de las cadenas del orgullo, la justicia propia y la rebeldía contra Dios. Ellos querían el reino visible profetizado en el Antiguo Testamento con todos sus beneficios materiales. Pero el Mesías primero tenía que morir por los pecados de la humanidad y resucitar para establecer las bases de un domino espiritual.
El problema es el mismo hoy. Cristo no nos ofrece inmunidad a las dificultades de la vida, cura para todas las enfermedades, ni la promesa del éxito económico. Lo que el Rey ofreció entonces es lo que ofrece hoy: a Sí mismo como sacrificio por nuestros pecados, y un desafío para servirle. Si aceptamos su oferta no quedaremos decepcionados.
PONER A CRISTO EN PRIMER LUGAR DA UNA SATISFACCIÓN DURADERA.
Y las multitudes que iban delante de Él . . . gritaban, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!. . . --Mateo 21:9.
Muchas veces me he preguntado cuántas de esas personas que el Domingo de Ramos gritaron con entusiasmo «¡Hosanna!», también gritaron «¡Crucifícale! Crucifícale!» unos días después. Algunos pueden haberse sentido profundamente decepcionados, incluso enojados, porque Cristo no usó su poder milagroso para establecer un reino terrenal. ¿No había creado Él una oportunidad de oro para obtener apoyo popular desfilando en Jerusalén y ofreciéndose a Sí mismo como Rey?
Muchos judíos no reconocieron que antes de que Jesús afirmara abiertamente su soberanía tenía que reinar en sus corazones. Su mayor necesidad no era liberarse del dominio del César, sino de las cadenas del orgullo, la justicia propia y la rebeldía contra Dios. Ellos querían el reino visible profetizado en el Antiguo Testamento con todos sus beneficios materiales. Pero el Mesías primero tenía que morir por los pecados de la humanidad y resucitar para establecer las bases de un domino espiritual.
El problema es el mismo hoy. Cristo no nos ofrece inmunidad a las dificultades de la vida, cura para todas las enfermedades, ni la promesa del éxito económico. Lo que el Rey ofreció entonces es lo que ofrece hoy: a Sí mismo como sacrificio por nuestros pecados, y un desafío para servirle. Si aceptamos su oferta no quedaremos decepcionados.
PONER A CRISTO EN PRIMER LUGAR DA UNA SATISFACCIÓN DURADERA.
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