Tocaba sus corazones y alcanzaba sus conciencias, porque los amaba y los respetaba. Los reconocía siempre como personas humanas, dignas y responsables, a las cuales ofrecía su socorro.
A veces quisiéramos encontrar la mirada de Jesús. Pues bien, sepamos que Él quiere revelarse a nosotros de manera tan cercana como cuando estaba en la tierra. Mediante su Palabra manifiesta su poder para penetrar en nuestras conciencias y, a la vez, su amor para darnos confianza y esperanza. ¿Queremos encontrar su divina mirada? Leamos las Escrituras con una mente abierta y de oración. Así experimentaremos la presencia y la autoridad divinas.
Entonces bajaremos humildemente la mirada y diremos sí al arrepentimiento y a la fe.
Nada es más poderoso que la presencia del Señor.
La mirada de Jesús hizo llorar a Pedro, quien lo había negado, pero eran lágrimas saludables; manifestación de un verdadero arrepentimiento (Lucas 22:62). Al igual que Pedro, dejémonos sondear por su mirada.
Jesús, mirándole, le amó.
Marcos 10:21
Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
Lucas 22:61