La temperatura era helada: diez grados bajo cero. El viento era
fuerte: cuarenta kilómetros por hora. No era tiempo propicio para
esquiar. Pero la señora Chris Bailey quiso de todos modos subir a la
montaña. Así que llevó a su pequeña hija, Ángela, de cinco años, y las
dos subieron al telesquí y empezaron el ascenso.
A la mitad del trayecto, y a veinte metros de altura, la silla en
que subían perdió un soporte. La niña se desprendió de la madre y quedó
colgando, sostenida de un solo brazo. La tragedia era inminente. Cinco
minutos más, y la niña caería del telesquí.
Fue entonces que intervino Samuel Durán, valiente joven de
diecisiete años. Trepó como un gato por los hierros de la torre de
sostén, se aferró del cable y, desollándose las manos con los alambres,
bajó diez metros hasta donde colgaba la niña, y la salvó. La madre,
agradecida, expresó su sentimiento con una oración: «Gracias, Padre
celestial, por el valor de este joven.»
Esta cuasi tragedia, que no llegó a ser, ocurrió en las montañas
de Utah, al comienzo del invierno de 1990. Fue notable la decisión de
Samuel Durán de trepar hasta la torre de sostén del cable, deslizarse
por el cable mismo, y cobrar fuerza suficiente para rescatar a la
pequeña.
Y la expresión de la madre tenía su razón de ser. «Gracias, Padre
celestial, por el valor de este joven.» Porque Samuel era un joven
tímido, apocado. No había sobresalido ni en el deporte, ni en los
estudios ni en ninguna actividad social. Sus conocidos lo habían tenido
siempre por «poca cosa».
Pero nadie sabe cuánto puede obrar el poder de la voluntad cuando
ésta se necesita. Samuel sintió con urgencia que la salvación de Ángela
dependía sólo de él. Si él no la salvaba, la niña moriría.
Dios es esa fuerza imponderable que actúa en los seres humanos en
el momento de necesidad. El hombre moderno, intelectual y complejo ha
desalojado a Dios de su vida. No lo toma en cuenta, ni siquiera cuando
lo necesita. Por eso vive en tensión continua, en frustración y en
depresión.
Todos necesitamos con urgencia buscar a Cristo, fuente de verdad,
luz y vida. Él es quien da libremente el socorro. Cristo está,
ciertamente, en las páginas de la Biblia, pero está también al lado del
que lo busca. Él desea ser nuestro Libertador. Permitamos que Él nos
salve y nos dé su paz.
Hermano Pablo