martes, 17 de abril de 2012

VUELVETE A JESUS

“Cambia la tempestad en sosiego y se apaciguan sus olas. Luego se alegran, porque se apaciguaron, y así los guía al puerto que deseaban” (Salmo 107:29-30).

Aunque los desdichados discípulos eran navegantes experimentados y habían afrontado numerosas tempestades, ahora estaban terriblemente asustados. Aterrorizados, acudieron rápidamente a su Maestro. ¿Dónde más podían ir? Que Jesús estuviera tan cerca era algo bueno. Sus gritos y súplicas lo despertaron: “¡Señor, sálvanos!”.

Si quiere aprender a orar, póngase en peligro. Cuando sienta que su vida está en juego, correrá a Cristo, el único que puede ayudar en tiempos de necesidad. Los discípulos nunca antes habían orado así. La suya era una oración viva: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!”.

Habían visto suficientes milagros para saber que Jesús podía dominar cualquier situación. Creían que podía salvarlos y le rogaron que los ayudara. Aunque Cristo vino al mundo como salvador, únicamente podrá salvar a los que acudan a él. Si, por fe, usted pide la salvación que solo Cristo da, confiado, podrá acudir a él con sus necesidades cotidianas.

Los discípulos lo llamaron: “¡Señor!”, y luego rogaron: “¡Sálvanos!”. Cristo solo salvará a aquellos que estén dispuestos a reconocerlo como Señor y eso significa obedecerlo. Jesús dijo una vez: “¿Por qué me llamáis: “Señor, Señor”, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46).

Cuando los discípulos clamaron: “Moriremos”,reconocieron que su situación era desesperada y se dieron por perdidos. Era como si se hubieran sido sentenciados a muerte, por eso clamaron: “Si no nos salvas, moriremos; apiádate de nosotros”.

“Por fiera que sea la tempestad, los que claman a Jesús: “Señor, sálvanos”, hallarán liberación. Su gracia, que reconcilia el alma con Dios, calma la contienda de las pasiones humanas, y en su amor el corazón descansa. “Hace parar la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas. Alégrense luego porque se reposarán; y él los guía para el puerto que deseaban” (Sal. 107:29-30)”

OLAS EN LA LAGUNA

"Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra" Colosenses 3:2
Un niño hizo un barquito de juguete y después fue a una laguna para hacerlo navegar. Mientras jugaba junto a la orilla del agua, se le escapó flotando más allá de su alcance. Angustiado, le pidió a un niño mayor que él que lo ayudara. Sin decir palabra, este recogió unas piedras y empezó a tirarlas hacia el botecito.
El niño pequeño se decepcionó mucho porque pensaba que aquel a quien había acudido para buscar ayuda estaba siendo malo con él. Sin embargo, poco después, notó que en vez de pegarle al barquito, las piedras llegaban más allá de él, y eso hacía que las pequeñas olas lo movieran en dirección a la costa. Cada lanzamiento de las piedras estaba planificado, y finalmente, el atesorado juguete regresó a las manos que lo esperaban.
A veces, parece que Dios permite que atravesemos circunstancias en la vida que nos perjudican y que no tienen sentido ni propósito, pero podemos estar seguros de que esas olas de prueba procuran acercarnos más a Él, alentarnos a poner la mira "en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Colosenses 3:2). Como somos propensos a alejarnos de Dios, Él tiene que disciplinarnos para colocarnos en el camino correcto (Hebreos 12:9-11).
¿Cómo estás reaccionando ante las dificultades de la vida? Son la manera amorosa de Dios de acercarte a Él.
Dios usa las olas de la prueba para acercarnos a Él.