domingo, 6 de febrero de 2011

PENDIENTES DE UN HILO


Esta debía ser una boda diferente. Una boda que diera de qué hablar. Una boda para fotografiar, para publicar en los diarios y para salir en televisión. Betty Seaver y Marcos Pastore, ambos del estado de Colorado, Estados Unidos, se propusieron realizar su boda a su gusto.

Junto con el clérigo, se subieron a un gran globo aerostático y, mientras flotaban en el aire, se hicieron los votos nupciales. Cuando llegó el momento de prometerse amor hasta que la muerte los separara, ambos saltaron de la barquilla. Todo estaba bien ensayado. Los dos novios estaban atados a una cuerda elástica de veinticinco metros de largo, y el beso de esposos se lo dieron en el aire, balanceándose al extremo de la cuerda.

No hay duda de que los jóvenes de hoy quieren casarse a su manera. Eso en sí no está mal. Desde la década de 1960 los jóvenes quieren hacer las cosas a su gusto, sin importarles reglas y normas, costumbres y tradiciones. Cada cual se rige por su preferencia, y que los viejos se callen, porque son de otra época.

Pero este joven matrimonio, balanceándose en el vacío, es todo un símbolo de muchos de los matrimonios de la actualidad. Penden de un hilo muy delgado, que en muchos casos se va cortando inexorablemente, hebra tras hebra. Y cuando por fin se divorcian, la causa más común es la incompatibilidad.

Veamos las primeras dos letras de esa palabra: «in». El «in» es prefijo privativo latino que indica supresión o negación, y la incompatibilidad en los matrimonios está compuesta de varios «in»es. Para comenzar, consta de incomprensión. Ninguno de los dos quiere entenderse. Luego abarca intolerancia. Marido y mujer no se aguantan el uno al otro. Encierra inflexibilidad. Es esa obstinación terca de los dos. También incluye infidelidad. Ya no importan el honor y la fidelidad mutua.

La incompatibilidad está compuesta además de intemperancia, especialmente en los gastos, y de insensibilidad. Poco importan los sentimientos del otro. Y sobre todo, la caracteriza la incomunicación: los labios silenciosos y los corazones que tampoco se comunican.

No permitamos que nuestro matrimonio cuelgue de una débil hebra que se rompe a la menor provocación. En vez de que nuestra unión esté balanceada en el aire, afirmémosla fuertemente sobre una base segura. Esa base es la norma antigua que ofrece el evangelio de Cristo: firme, estable e inamovible. Con Cristo como Maestro y Guía, se salva nuestro matrimonio, y llega a ser duradero y feliz.

Hermano Pablo

LA CAJA DE REGALO

Un joven muchacho estaba a punto de graduarse de preparatoria.

Hacía muchos meses que admiraba un hermoso auto deportivo en una agencia de autos, sabiendo que su padre podría comprárselo le dijo que ese auto era todo lo que quería.

Así como se acercaba el día de Graduación, el joven esperaba por ver alguna señal de que su padre hubiese comprado el auto.

Finalmente, en la mañana del día de Graduación, su padre le llamó a que fuera a su privado. Le dijo lo orgulloso que se sentía de tener un hijo tan bueno y lo mucho que lo amaba.

El padre tenía en sus manos una hermosa caja de regalo. Curioso y de algún modo decepcionado, el joven abrió la caja y lo que encontró fue una hermosa Biblia de cubierta de piel y con su nombre escrito con letras de oro.
Enojado le gritó a su padre diciendo: “con todo el dinero que tienes, y lo único que me das es esta Biblia?” y salió de la casa.

Pasaron muchos años y el joven se convirtió en un exitoso hombre de negocios.
Tenía una hermosa casa y una bonita familia, pero cuando supo que su padre que ya era anciano estaba muy enfermo, pensó en visitarlo.

No lo había vuelto a ver desde el día de su Graduación.
Antes que pudiera partir para verlo, recibió un telegrama donde decía que su padre había muerto, y le había heredado todas sus posesiones, por lo cual necesitaba urgentemente ir a la casa de su padre para arreglar todos los trámites de inmediato.

Cuando llegó a la casa de su padre, una tristeza y arrepentimiento llenó su corazón de pronto.

Empezó a ver todos los documentos importantes que su padre tenía y encontró la Biblia que en aquella ocasión su padre le había dado. Con lágrimas, la abrió y empezó a hojear sus páginas. Su padre cuidadosamente había subrayado un verso en Mateo 7:11 “Y si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, cuanto más nuestro Padre Celestial dará a sus hijos aquello que le pidan?

Mientras leía esas palabras, unas llaves de auto cayeron de la Biblia. Tenían una tarjeta de la agencia de autos donde había visto ese auto deportivo que había deseado tanto. En la tarjeta estaba la fecha del día de su graduación y las palabras: TOTALMENTE PAGADO.

¿Cuántas veces hemos rechazado y perdido las Bendiciones de Dios porque no vienen envueltas en paquetes hermosos, como nosotros esperamos?

De tal manera amo Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito para que todo aquel que en El crea, no se pierda,mas tenga vida eterna.
Juan 3:16.

HORA DE CAMBIAR

Lectura: Lucas 7:37-49.
“Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora” Lucas 7:39
Una vez, un amigo mío me dijo: «En todos estos años, he visto cambiar muchas cosas, ¡y siempre estuve en contra de los cambios!». Quizás exageró un poco, pero muchos coincidiriamos en que los cambios no nos gustan; en especial, si se trata de modificar nuestros hábitos y actitudes.
Esta era una de las razones por las que los fariseos criticaban tanto a Jesús. Él cuestionaba el tradicional sistema de las buenas obras y las pretenciones de la superioridad moral. Observa el incidente de Lucas 7, donde la «pecadora» del pueblo entró en la casa del «santo». Al fariseo Simón no le impresionó la generosa demostración de afecto de la mujer hacia Jesús. Al leer los pensamientos de superioridad de Simón, el Señor de inmediato cuestionó el concepto erroneo del fariseo sobre su propia bondad; entonces, relató la historia de dos deudores: uno que le debía mucho al amo y otro que le debía menos. «¿Cuál de ellos le amara más?», preguntó Jesús (v. 42). Evidentemente, aquel a quien se le había perdonado más. Refiriéndose a la actitud estoy-muy-contento-conmigo-mismo de Simón, el Señor le dijo: «Aquel a quien se le perdona poco, poco ama» (v. 47).
La cuestión es clara: Adormecidos por la idea de cuan buenos somos, nuestro amor a Jesús disminuye porque olvidamos que también estamos entre aquellos cuyos «muchos pecados le son perdonados». Y cuando esto suceda, estemos listos o no, ¡es hora de cambiar!
Cuando Dios comienza a cambiar cosas, por lo general, empieza con nosotros.