martes, 30 de diciembre de 2008

AL AMOR DE LA LUMBRE

Al amor de la lumbre cuya llama
como una cresta de la mar ondea.
Se oye fuera la lluvia que gotea
sobre los chopos. Previsora el ama

supo ordenar se me temple la cama
con sahumerio. En tanto la Odisea
montes y valles de mi pecho orea
de sus ficciones con la rica trama

preparándome el sueño. Del castaño
que más de cien generaciones de hoja
criara y vio morir, cabe el escaño

abrasándose el tronco con su roja
brasa me reconforta. ¡Dulce engaño
la ballesta de mi inquietud afloja!

UNA RED MORTAL

Era un gigante de los mares: un gigante feliz, hijo del vasto mar. Podía nadar a cincuenta kilómetros por hora, zambullirse a más de cien metros, y luego saltar sin inhibiciones en el aire para caer con todo su enorme peso de treinta toneladas en las azules aguas de la costa de México.

Era una ballena gris, que vagabundeaba libremente por todo el Pacífico.

Un triste día metió la cabeza en una espesa red de cazar tiburones. Con esa red encima el gigante no podría comer. Podría soportar el hambre varias semanas, quizá meses. Pero tarde o temprano moriría. La red donde metió la cabeza sería su muerte. Así ocurrió con esta ballena.

Da pena pensar en este campeón de los mares. La ballena gris nada continuamente en el Pacífico, desde Alaska hasta México. Se alimenta tragándose media tonelada de agua y expulsándola luego a través de las barbas de la boca. Quedan en su boca, como alimento, los crustáceos apresados. Pero si la red la atrapa, no la deja comer. Y tarde o temprano tiene que sucumbir sin remedio.

Así mismo hay personas que se ven apresadas en redes mortales. Son redes que entorpecen la conciencia, nublan la razón, oscurecen la mente y debilitan la voluntad. Aunque no traban los miembros físicos del cuerpo, estas redes traban el criterio, el sentido moral, la inteligencia y la razón.

Esta vez no nos estamos refiriendo a las redes del alcohol y de la droga, que en definitiva nos aprisionan, sino a las redes de los apetitos sensuales y las pasiones desorbitadas, que nos envuelven y nos oprimen con sus mallas aplastantes. Al principio son redes sutiles. Ni siquiera se advierte que son redes. Pero poco a poco se van engrosando hasta estrangular a su víctima y trabar por completo la conciencia y la voluntad.

El que cede a la tentación del engaño, de la mentira, de la falsedad, no se da cuenta de que se está enredando en una red fatal. Así mismo el que comete adulterio no piensa que está metiéndose dentro de una red mortal. Sin embargo, las mallas del pecado no soltarán jamás a ningún infractor de las leyes morales de Dios. Es un conquistado sin refugio alguno.

¿Hay alguna salvedad para el que se hace víctima de una de estas redes? Sí, la hay. Jesucristo puede cortar esas mallas. Lo ha hecho para millones de personas. Busquemos en Cristo nuestra liberación. Él quiere ser nuestro amigo. Él quiere y puede salvarnos.

Hermano Pablo.

HOY..OBEDECERE SIN RETRASO ALGUNO

Siervos, obedeced á vuestros amos según la carne con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como á Cristo; No sirviendo al ojo, como los que agradan á los hombres; sino como siervos de Cristo, haciendo de ánimo la voluntad de Dios; sirviendo con buena voluntad, como al Señor, y no á los hombres; Efesios 6:5-7
Una de las reglas en los Monasterios Benedictinos es la siguiente: “El primer grado de humildad es obediencia sin retraso”. Se que es difícil a veces obedecer, pero obedecer sin retraso es más difícil, porque tendemos a prolongar para más tarde lo que sabemos que hay que hacer pronto. El Apóstol Pablo, escribe a los Efesios, en el tiempo cuando aún existían los esclavos o siervos. Y en esa carta pastoral, da un consejo que es aplicable hoy.
Hoy no hay esclavitud, pero en el ambiente nos rodea no se puede ignorar que vivimos bajo autoridad en todos los niveles. Cómo yo respondo a la autoridad hoy, va determinar muchas cosas en el mañana.
La amonestación del Apóstol Pablo en Efesios dice que debemos obedecer a los que están en autoridad sobre nosotros con mucho respeto. Se que este es un mundo donde cada día se pierde el respeto, pero si hoy quiero andar como un hijo de Dios no puedo perder el respeto. El Consejo Paulino dice además que debo obedecer a la autoridad con sencillez de corazón.
Sencillez de corazón me enseña a no tener un corazón doble. Una cara para el jefe y otra cuando estoy con mis compañeros. Hoy quiero desenvolverme con sencillez de corazón. Y la médula del consejo de Pablo culmina con un freno indiscutible, me dice que debo servir a mis superiores como a Cristo . Eso quiere decir que en ultima instancia debo funcionar como si lo que estoy haciendo es para el Señor y eso determinará Responsabilidad y Excelencia.
Sirviendo como al Señor y no a los hombres. Si lo que hago lo hago para el Señor entonces obedeceré sin retraso y eso me abrirá nuevas puertas en el largo proceso del servicio diario. Hoy quiero poner mi vida en las manos del Señor y comprender que las oportunidades que tengo tanto en el trabajo, como en la iglesia o en los estudios o en mi familia , son oportunidades para servir al Señor y hacer las cosas desde una perspectiva totalmente diferente.
Señor, gracias por enseñarme estas verdades que a veces por ser tan prácticas tiendo a olvidarlas o a ignorarlas. Hoy recibo de ti, tu amor de Padre y entiendo que me has puesto donde estoy para demostrar mi obediencia sin retraso a aquellos personas a quienes yo debo entregar cuentas de mis actos. Quiero aprender a funcionar en mis responsabilidades como si todo lo que hago.. lo hago para ti. Amén.

PASADO,PRESENTE Y FUTURO

En su pintura Alegoría de la prudencia, Titiano, el artista veneciano del siglo XVI, representó la prudencia como un hombre con tres cabezas. Una de las cabezas era de un joven de cara al futuro, otro era de un hombre maduro mirando el presente, y el tercero era de un anciano sabio mirando intensamente el pasado. Encima de sus cabezas, Titiano escribió una frase en latín que significa: “Del ejemplo del pasado, el hombre del presente actúa con prudencia para no poner en peligro el futuro”.
Necesitamos esa clase de sabiduría para vencer la ansiedad creada por nuestros fracasos pasados y el temor de repetirlos en el futuro, una ansiedad que nos impide vivir plenamente ahora.
Pablo pudo “olvidar” su pasado y esperar su futuro (Filipenses 3:13-14). Eso no significa que su memoria se haya borrado; significa que Pablo era libre de toda culpa o el orgullo que puede haber sentido por sus acciones pasadas porque Dios lo había perdonado. Esta actitud lo capacitó para vivir en el presente y proseguir “hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. O sea que él tenía una pasión impulsora: conocer mejor a Cristo.
Ahora que cerramos el capítulo del año 2008, dediquemos nuestra vida de nuevo a Cristo. Jesús nos va a capacitar para vivir plenamente en el presente al tiempo que obtenemos sabiduría del pasado y encaramos el futuro con valor.
No permitas nunca que un triste pasado ensombrezca un futuro brillante.
Filipenses 3:14,17Prosigo hacia la meta… Hermanos, sed imitadores míos…

SIN NADA QUE TEMER EN EL AÑO NUEVO

Lectura: Marcos 6:45-52
No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. —Isaías 43:1
Horas antes de la llegada del 2007, algunos amigos nuestros en el Reino Unido estaban a bordo de su embarcación, esperando la llegada del año nuevo, cuando se desató una violenta tormenta. Pero pudieron enviarnos esta nota tranquilizadora: «Nosotros, John y Linda, estamos sentados a bordo del buen barco Norna y felices de decir que nos encontramos a salvo . . . El viento tiene una fuerza de tormenta de grado diez [48–55 nudos]. Esperamos que todos ustedes tengan un feliz y próspero año nuevo».
Los discípulos de Jesús también se toparon con una experiencia tormentosa. Estaban en el Mar de Galilea cuando se levantó una tormenta de viento (Marcos 6:48). La tormenta era tan violenta que, a pesar de ser pescadores experimentados que conocían bien el lago, temieron por sus vidas. Pero Jesús fue caminando hacia ellos y les salvó.
Nadie puede predecir con certeza cuán tormentoso será el año nuevo. Sabemos, sin embargo, que todos enfrentaremos tormentas. Pero los que somos de Jesús tenemos nuestro futuro fuertemente amarrado a Él. Jesús, quien no nos falló en el pasado, no nos fallará en el futuro.
Lewis Edgar Jones describió acertadamente nuestra situación en su antiguo himno:
Anclado estoy en Jesús, en las tormentas de la vida valiente seré;
Anclado estoy en Jesús, ni viento ni ola temeré.
Anclado estoy en Jesús, pues Él tiene poder para salvar;
¡Anclado estoy a la Roca de los Siglos!
¿Cómo capearás las tormentas del año nuevo? Si estás anclado en Jesús, nada tienes que temer. La fe en Cristo nos mantendrá firmes en el tormentoso mar del cambio.