lunes, 13 de julio de 2009

PRIMICIAS Y JUBILEO









Ayer domingo tuvimos en la iglesia la Paz un culto de jubileo
donde hicimos una gran fiesta para nuestro Dios, aquí tenéis
algunas fotos.

VINO, MUJERES Y CANTO


Su vida, desde su juventud, había transcurrido, como reza la opereta de Strauss, entre «vino, mujeres y canto». Le encantaba la vida alegre y todo lo que tuviera buen gusto. Había acumulado en su casa una bodega de los mejores vinos europeos, franceses, alemanes, españoles e italianos. Y había acumulado también muchas novias y muchas canciones.

Sin embargo, después de veintisiete años de matrimonio, cuando Peter Graham, magnate inglés, se divorció de su esposa Sarah, ella se vengó de él de un modo muy extraño. Saqueó la bodega de Graham, repartiendo cientos de botellas en todas las casas del pueblo. Le representó una pérdida de 35 mil dólares. «Es mi venganza —explicó Sarah—. Podrá tener mujeres y canto, pero no tendrá más vino.»

Esto nos lleva a tres reflexiones en particular. La primera es que la canción «Vino, mujeres y canto» pueda que suene muy linda en la opereta de Strauss, pero en el diario vivir nunca produce efectos sanos. Ni beber vino en exceso es bueno, ni es bueno tener más de una mujer ni pasarse la vida cantando. Porque no es bueno nada que se hace en exceso y fuera de la moral divina.

La segunda reflexión es que divorciarse de la esposa porque sí, porque ya se ha puesto vieja y hay muchas muchachas jóvenes al alcance, no sólo revela una mente raquítica, sino que es una perversidad. Según el plan y la voluntad del Autor de la vida, los casados deben permanecer unidos para siempre. «Hasta que la muerte los separe» es el voto que generalmente se han hecho.

La tercera reflexión es que ninguna venganza es buena. La venganza nunca trae satisfacción permanente, nunca produce felicidad, nunca enaltece el alma y nunca purifica el espíritu. La venganza, cualquier venganza, como engendro de Satanás que es, produce sólo deterioro, injuria y destrucción.

¿Cómo podemos librarnos de estas emociones que nos embargan? Si la venganza destruye, ¿cómo podemos librarnos de ella? Cuando sometemos nuestra voluntad a Cristo, Él nos da una vida nueva, vida que, por ser la de Cristo implantada en nuestra alma, es pura, honesta y santa. Y comenzamos a sentir sus efectos de inmediato.

En esta vida nueva no hay descuidos morales. No hay excesos que dañan. No hay odio ni resentimiento ni venganza que destruye. Sólo hay virtudes, sentimientos sanos y una nueva fe. Con Cristo cada uno es una nueva persona, digna, limpia, recta y justa. Por eso, por nuestro propio bien, no hay nada que más nos convenga que someternos al señorío de Cristo.

Hermano Pablo

SABOREA EL SABOR

Lectura: Gálatas 3:26-29.
“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” Gálatas 3:28
A menudo se le ha llamado a los Estados Unidos «un crisol». Pero obviamente ese no es el caso. Los políticos tienden a alimentar la sensibilidad en cuanto a divisiones de clase y color para su propio beneficio. Abundan las tensiones de género. Las diferencias generacionales están más marcadas que nunca. De hecho, los observadores culturales están comenzando a decir que la metáfora del «crisol» es obsoleta -que la meta debe ser un «estofado» cultural en el que el gusto que distingue a cada materia prima se vea realzado por la contribución de los demás ingredientes.
En un mundo donde abundan el orgullo y el prejuicio, Jesús nos ofrece el gozo de la unidad a través de todas las líneas que nos dividen tan fácilmente. En Su iglesia, los sabores de carácter único de nuestros diversos orígenes pueden complementarse unos a otros, unidos «por la fe en Cristo Jesús» (Gálatas 3:26) y recibir poder por medio de Su Espíritu y nuestra sumisión a Sus principios. En Él, nuestra diversidad no nos divide, sino más bien nos une y nos enriquece cuando reconocemos que todos tenemos a Jesús, Su Palabra, Sus caminos en común. Al recibirle todos juntos, nuestras diferencias se vuelven secundarias y nuestro mutuo amor por Él nos lleva a amarnos unos a otros tal y como Él nos ha amado.
¡Jesús es el maestro de las mezclas! En Su reino, el orgullo y el prejuicio quedan fuera, y el amor y la mutua aceptación son la orden del día.
El amor de Cristo crea unidad en medio de la diversidad.