jueves, 17 de febrero de 2011

LA LUZ DEL FARO

Un capitán y su tripulación viajaban en medio de una terrible tormenta durante una oscura noche y luego de varios días en altamar. El pequeño barco era golpeado insistentemente por las olas y el viento, y se mecía casi hasta volcarse mientras toda la estructura crujía y se retorcía hasta que parecía despedazarse. Habían perdido los instrumentos y no sabían ni siquiera donde se encontraban.

En medio de todo esto el capitán no hacía mas que gritar y maldecir, gritando a Dios y reprochándole todo lo que pasaba y que habían sido abandonados por Él. Tomado firmemente del timón en la proa gritaba a los truenos, los relámpagos y el cielo al saberse perdido.

En ese momento, un marinero dejó su puesto y corrió donde el capitán quien le reprendió fuertemente en medio de la tormenta y la lluvia.

- “Por qué dejas tu puesto! Podemos perder el mástil”, le gritó el Capitán.

A lo que el marinero contesta:

- “Lo sé señor! Pero hace mas de 10 minutos se vislumbra la luz del faro del puerto!!! Pero usted no la ha visto por estar gritando.”

Cuantas veces no vemos la ayuda de Dios por quejarnos constantemente de todo lo que tenemos. No hacemos mas que rechazar todo lo que tenemos.

Tal vez Dios no te de una vida sin tormentas, pero puede estar seguro de que siempre, en medio de la más cruel y feroz tormenta que puedas imaginar, El estará presente con su luz mostrándote el camino y recordándote que se encuentra siempre a tu lado.

Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. 2 Corintios 4:6

Y hablóles Jesús otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida. Juan 8:12

LAVADERO DE COCHES

Lectura: Isaías 43:1-13.
"Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo" Isaías 43:2
Jamás olvidaré mi primera experiencia en un lavadero automático de automóviles. Mientras me acercaba con temor, como si fuera al dentista, puse el dinero en la ranura, nerviosamente revisé las ventanillas una y otra vez, moví el coche con cuidado hasta la línea, y esperé. Fuerzas mas allá de mi control comenzaron a mover el auto, como si estuviera sobre una cinta transportadora. Ahí estaba yo, encajonada en el vehículo, cuando un atronador chorro de agua, jabón y cepillos comenzaron a salir de todos lados. ¿Qué pasaría si quedo atrapada aquí o el agua entra de golpe?, pensé de modo irracional. De repente, el agua se detuvo. Después de un secado de aire de presión, el coche fue nuevamente impulsado, limpio y brillante, hacia el mundo exterior.
En medio de todo eso, recordé épocas tormentosas en mi vida en que parecía estar en una cinta transportadora, víctima de fuerzas más allá de mi control. Ahora las llamo: «Experiencias de lavadero de coche». Me acordé de que, al atravesar aguas profundas, mi Redentor había estado siempre conmigo, protegiéndome de la marea creciente (Isaías 43:2). Cuando salía por el otro lado, lo cual siempre sucedió, podía decir con gozo y confianza: «¡Dios es fiel!»
¿Estás en medio de una experiencia de lavadero de coche? Confía en que el Señor te llevará hasta el otro lado. Entonces, serás un testimonio resplandeciente de su poder protector.
Un túnel de prueba puede generar un testimonio brillante.

DEUTERONOMIO 37:6