jueves, 11 de septiembre de 2008

HECHA TU BALDE

En una época pasada un velero se embarcó desde Europa hacia un puerto sur americano. Por la desgracia de tormentas y desventuras se prolongó tanto el viaje que el agua abordo escaseaba. A pesar de cuidadosas precauciones, pronto se vieron sin agua para beber.
Unos días después, viéndose inmóvil en un mar tranquilo bajo un calor sofocante, cuánta no fue su alegría y alivio al avistar otro barco. Se acercaron e izaron las banderas anunciando su lastimosa situación: «¡Nos ESTAMOS MURIENDO POR FALTA DE AGUA¡»
Se asombraron de la respuesta, que parecía burlarse de su angustia —«El agua está a todo su alrededor; echen su balde»— pues no tenían idea de que en esos momentos cruzaban la poderosa corriente oceánica del Amazonas y, ¡a todo su alrededor el agua era dulce, aunque se hallaban lejos de tierra firme!
(NOTA: Las corrientes del gran Río Amazonas desembocan tan caudalosamente en el Atlántico que -su agua dulce rinde totalmente potable el agua del océano a una extensión de varios kilómetros frente a su desembocadura.)
COMPAÑERO DE VIAJE, tal vez tú te encuentras en una situación parecida, y clamas, «¿Qué debo hacer para ser salvo?», sin darte cuenta de que la corriente del amor de Dios fluye poderosamente en el océano de la vida a tu alrededor. ¡ECHA TU BALDE! Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo (Hechos 16:31).
«Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.»(Romanos 10:8-9)
Es algo sencillo y muy a tu alcance. El Señor todo te lo ha hecho posible. El pagó un precio altísimo por tus pecados en la cruz para permitirte saciar tu ardiente sed de vida y
cancelar tu muerte eterna. En las palabras de la Biblia que arriba leíste está la clave de tu felicidad futura. Léelas de nuevo en voz alta…
¿Ves? Han pasado por tu mente y por tus labios. Jamás has tenido más cerca de ti la oportunidad de salvarte: en tu mente y en tus labios. Apropíate de la promesa que Dios hace y bebe abundantemente, ¡ahora!

«El que bebiere del agua que yo (Jesús) le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna» (Juan 4:14).
«…el que en mí (Jesús) cree, no tendrá sed jamás» (Juan 6:35).
«Me mostró (el ángel celestial) un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero… El Espíritu y la Esposa dicen: Ven… y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de vida gratuitamente.»
(Apocalipsis 22:1,17)
Si en verdad deseas, puedes orar así:
«SEÑOR JESÚS, CONFIESO QUE ERES EL SEÑOR YQUE CUMPLISTE EL CASTIGO POR MIS PECADOS.CREO DE TODO CORAZÓN QUE DIOS TE LEVANTÓ DE LOS MUERTOS. SÁLVAME.GRACIAS PORQUE LO HICISTE POR MI. AMÉN.»

UNA VISION QUE TRANSFORMA

Lectura: 2 Corintios 3:7-18
Pero nosotros todos . . . estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu. --2 Corintios 3:18.
En una versión del cuento mítico del rey Arturo, el joven rey está escondido en un árbol esperando nerviosamente a su desposada. Después de caerse piensa que tenía que dar una explicación a la princesa. Así que le contó cómo pudo sacar una espada de una piedra misteriosamente, lo cual le dio derecho a ser rey.
"Así fue como llegué a ser rey --le dijo--. Nunca quise serlo. Y desde que lo soy, me he sentido incómodo en mi corona. . . hasta que me caí del árbol y mi ojo te vio. Entonces, de repente, por primera vez sentí que era rey. Me alegré de ser rey. Y lo más asombroso de todo es que quería ser el rey más sabio, más heroico, más espléndido que jamás se haya sentado en un trono."
El solo hecho de mirar a su amada produjo un cambio en el carácter y el propósito.
Mientras reflexionamos en nuestro amado, el Señor Jesús, nosotros también experimentamos una transformación. Pablo escribió: "Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu" (2 Corintios 3:18).
Al contemplar a nuestro Señor en las páginas de las Escrituras, y al someternos al Espíritu Santo, nos volvemos personas diferentes. Vamos a querer parecernos más a Él. Y nuestro mayor deseo será agradarle.
SÓLO JESÚS PUEDE TRANSFORMAR TU VIDA.