domingo, 15 de agosto de 2010

LA ENFERMEDAD MAS MORTAL

Lectura: Josué 7:1,19-26.
"[Jesús] herido fue por nuestras rebeliones,... por su llaga fuimos nosotros curados" Isaías 53:5
En 2003 se identificó el Síndrome Agudo Respiratorio Severo (SARS) en Vietnam. Cuando se logró ponerlo bajo control, ya se había extendido y matado a cerca de 800 personas. Una razón para la alta tasa de mortalidad fue que el virus tardó en ser identificado, pero, después de ello, pudo ser contenido.
Hay una enfermedad aún más peligrosa: el pecado. También es difícil de controlar porque muchos no reconocen lo mortífero que es, y cuestionan el diagnóstico que la Biblia hace del mismo.
En Josué 7, leemos la trágica historia de Acán. Puede que nos dé miedo la manera drástica en que Dios lidió con él. Desobedeciendo a Dios, él había tomado parte del botín de Jericó y lo había guardado (v.21). Él y su familia pagaron con sus vidas (v.25).
Gracias a Dios, Él no nos trata así a nosotros. Si lo hiciera, no quedaríamos ninguno con vida. Pero jamás subestimemos lo mortífero que es el pecado. Envió a Cristo a la cruz por nosotros.
Al igual que el SARS, el primer paso para lidiar con el pecado es identificarlo. Recibe con gratitud el regalo de la vida eterna. Luego «haz morir, pues, lo terrenal en ti» —las cosas que no agradan a Dios (Colosenses 3:5). Esa es la manera de lidiar con la enfermedad más mortal.
El pecado es una enfermedad del corazón que sólo el Gran Médico puede curar.