sábado, 2 de agosto de 2008

NAPOLEON Y EL SOLDADO

Se dice que en cierta ocasión el Emperador Napoleón I se encontraba delante de un grupo de soldados, cuando de repente su caballo se desbocó; entonces un soldado raso se lanzó hacia el caballo, y, cogiendo el freno del caballo, pudo pronto detenerlo.
Se dice que Napoleón saludó al soldado raso y le dijo: “Gracias, mi capitán”. El soldado se sorprendió al oir a Napoleón decirle “capitán”, pues él era un simple soldado raso, pero inmediatamente pensó que se encontraba delante de Napoleón, y que si él quería, podía hacerlo capitán.
Así que, saludó a su Emperador y le preguntó: “¿De qué regimiento, mi Emperador?” El emperador le contestó: “De mi guardia personal.”
Aquel soldado raso se presentó como capitán ante el jefe de la guardia personal de Napoleón; el oficial, viéndolo con uniforme de soldado raso, le preguntó: “¿Capitán, por órdenes de quién” - “Por órdenes de mi Emperador, Napoleón I.”
En ese momento dejó de ser soldado raso y llegó a ser capitán. Si este soldado raso no hubiese tenido fe, hubiera dicho: “Mi Emperador me dice capitán, pero yo no soy más que un soldado raso. Por el susto que le dio el caballo, se equivocó y me dijo capitán”, y se hubiera ido a tomar su lugar y habría permanecido soldado raso toda su vida.
Todos nosotros por naturaleza somos “hijos de ira”, hijos de desobediencia; pero Dios en su infinito amor e infinita misericordia quiere hacernos sus hijos. En el evangelio de nuestro Señor Jesucristo según Juan 1:12, encontramos estas preciosas palabras: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.”
Además de ser hijos de Dios hay momentos en la vida en que necesitamos mirar más alla de la condición en que estamos y estar listo a ocupar la posición que Dios quiere que tengamos. Son muchos los que se conforman con ser simplemente soldados rasos, cuando Dios incluso les está abriendo puertas para ser capitanes.
Si creemos… al que cree todo le es posible. Dios jamás le abre puertas a nadie sin antes prepararlo para que entre por ellas.
Con quienes lo honran, Dios es tan tierno como un padre con sus hijos.Salmo 103:13
Si ellos cumplen con mi pacto y con mis leyes también serán reyes sus hijos y reinarán en tu lugar para siempre”. Salmo 132:12Dios bendice a los que trabajan para que haya paz en el mundo, pues ellos serán llamados hijos de Dios. Mateo 5:9

DEMASIADA AMBICION

Lectura: Marcos 10:35-45
Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. --Marcos 10:45.
Si conoces las obras de William Shakespeare sabes que Macbeth era uno de sus personajes. Macbeth deseaba tanto convertirse en rey que recurrió al asesinato. . . y lo pagó con su vida.
Cuando dejamos que nuestras ambiciones empañen nuestro pensamiento y olvidamos quién en realidad tiene control de nuestras vidas, nosotros somos como ese trágico personaje. No utilizamos métodos malvados para alcanzar nuestra meta, pero sí permitimos que la ambición empañe nuestra manera de pensar con respecto a la soberanía de Dios. En vez de dejar las cosas en sus manos, las tomamos en las nuestras.
Otro ejemplo de exceso de ambición se halla en la conversación que Jacobo y Juan tuvieron con Jesús en Marcos 10. Su meta era sentarse en las posiciones de mayores prestigio y poder en el reino. Y puesto que ellos no se contentaron con esperar y ver si Jesús les concedería ese honor, lo pidieron osadamente. Eran demasiado impacientes para dejar el asunto en Sus manos.
La ambición no siempre es mala. Pero cuando nos consume de tal manera que no podemos esperar a Dios, mostramos falta de fe como la mostraron los discípulos.
Cuando sometemos nuestras metas y deseos al Señor podemos estar seguros de que Él nos dará lo que sea mejor.
SÉ AMBICIOSO PARA EL SEÑOR, PERO TEN CUIDADO CON TUS MOTIVACIONES.