miércoles, 9 de diciembre de 2009

LA VOLUNTA DEL SEÑOR

Si queremos algo con las suficientes ganas como para salir a pelear por aquello, trabajar día y noche por alcanzarlo y sacrificar nuestro tiempo, paz y sueño por ello.
Si el solo deseo de aquello nos enciende lo suficiente como para nunca cansarnos y nos hacer ver todas las demás cosas como pasajeras y de poco valor cuando las comparamos con las que no tienen pasión.
Si la vida nos parece vacía e inconsecuente sin aquello y todo lo que planeamos y soñamos tiene que ver con eso, si estaríamos contentos de sudar por ello, incomodarnos por ello, planear para obtenerlo y perder todo temor al hombre por ello.
Si simplemente vamos tras aquello que deseamos con toda nuestra capacidad, fortaleza y sagacidad, fe, esperanza y confianza y sobria persistencia.
Si ni la fría pobreza, desnutrida y famélica, ni la enfermedad ni el dolor del cuerpo o mente pueden hacernos desistir de aquello que tanto anhelamos, si con todas nuestras fuerzas y a pesar de todas las dificultades nos enfrascamos en obtenerlo, ¡lo obtendremos!
Fuente: www.AManThinketh.net
Un nuevo año es una nueva oportunidad, para volver a tener el deseo de llegar a la meta. Pero, recuerda. No es asunto de fuerza humana solamente. Es un asunto de saber que a nuestro lado está aquel que es todopoderoso y es en él, que lograremos mucho de lo anhelado. Deja que Dios te impacte en el nuevo año.
También El Señor dijo a Jacob: Vuélvete a la tierra de tus padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo. Génesis 31:3
Y Dios le dijo a Moisés: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte. Exodo 3:12
Oye ahora mi voz; yo te aconsejaré, y Dios estará contigo. Está tú por el pueblo delante de Dios, y somete tú los asuntos a Dios. Exodo 18:19

¡AQUI VIENE EL JEFE!

Lectura: Josué 7:16-22.
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 1 Juan 1:9
Una serie de juegos por computadora vienen con una característica especial llamada la «Tecla del Jefe». Si estás jugando un juego cuando se supone que deberías estar trabajando, y alguien (como el jefe) entra en tu oficina, rápidamente aprietas la Tecla del Jefe. La pantalla de tu computadora cambia de inmediato, escondiendo lo que habías estado haciendo.
Es algo natural tratar de escondernos de los demás cuando hemos estado haciendo algo malo. Puede que nos sintamos culpables, pero nuestro deseo de evitar admitir nuestra responsabilidad a menudo es más fuerte que nuestra culpa.
Acán trató de esconder su pecado. Había robado plata y oro, y los había escondido en su tienda (Josué 7:20-21). Pero cuando los israelitas fueron derrotados en batalla, el Señor le dijo a su líder Josué que habían perdido debido a que había pecado en el campamento (vv. 11-12). El Señor identificó a Acán como el que había pecado. Y aun cuando Acán confesó, él y su familia fueron ejecutados (v. 25).
Puede que no entendamos por qué Dios trató el pecado de Acán con tanta dureza, pero sí sabemos que estaba instruyendo a Su pueblo en cuanto a Su santidad y la necesidad de los israelitas de obedecer Sus mandamientos (Éxodo 20:17).
Si has estado siendo desobediente, es momento de salir de tu escondite. Dios te está llamando amorosamente y ofreciéndote Su limpieza, perdón y restauración.
La confesión es la llave que abre la puerta al perdón.

EL VALIENTE CANTERO

Con cánticos de alegría salieron los canteros una mañana para empezar sus trabajos en la cantera cerca de Bristol, población importante en el Oeste de Inglaterra. Era el 31 de Marzo de 1868.

Aquí, unos están barriendo la dura roca caliza con barras de acero. Allí otros están midiendo con sumo cuidado los granos de la pólvora para las cargas; más allá un grupo considerable se ocupa de remover los escombros y la tierra del escenario de operaciones de ayer.

Pasa debajo de la cantera la línea de ferrocarriles entre Londres y Bristol y de vez en cuando corre un ten por el pedazo de línea descubierta entre dos túneles.

Ya están listos varios mineros y se encienden varias mechas al mismo tiempo se apresuran los hombres y muchachos a buscar los rincones y lugares libres de peligro, y pronto tres o cuatro detonaciones tuertísimas proclaman que las minas han producido su efecto esperado.

Entre la compañía había un obrero llamado Juan Chiddy. Su oficio era quitar la piedra desalojada por la voladura, y llevarla donde estaban los vagones del ferrocarril. Al hacer esto se removió una gran masa de roca que empezó a rodar y no paro hasta que Regó a la vía férrea y quedó precisamente sobre los raíles mismos.

Detúvose de terror el corazón de Juan, al ver que estaba interceptada la línea, y si no se quitaba aquella roca serían-sacrificadas centenares de vidas. Se descolgó rápidamente por la pendiente abajo con su palanca de mano, pero en aquel mismo momento pudo apreciarse el silbido de un tren que estaba en uno de los túneles. Tal vez sería ya tarde, porque era el expreso de Londres y tardaría sólo algunos segundos en atravesar el túnel. Tuvo Juan que tomar una decisión y esto con gran prisa. Hubo de decidirse con dejar estrellar el tren con toda su carga de seres humanos, o arrojarse a una muerte segura procurando quitar la roca de la vía. ¿Cuál iba a ser su decisión?

Con sumo cuidado observó el maquinista del expreso los signos, según volaba su tren. Ya se acerca a Bristol y al fin del viaje. Todo estaba expedito al entrar en el túnel, y el tren penetró haciendo retumbar las paredes de su estrecha prisión; ahora empieza a esclarecer y la luz del final del túnel empieza a ser vista por el maquinista, cada vez más clara; más allá se ven líneas de los raíles, que se acercan en su perspectiva y sobre la vía en la cual está volando el expreso, al salir del túnel, el maquinista ve horrorizado el gran trozo de roca en medio de la vía que impide su paso. Es imposible detener el tren; ya no hay más que algunos centenares de metros de distancia.

Pero todavía más horrorizado ve el maquinista que está penando un hombre para desviar la roca. Ya no queda tiempo. Con una mirada contempla la escena y cierra los ojos agarrado a su máquina Esperando el choque.

Prosigue el tren su vertiginosa marcha y no hay choque. Llega a la estación y pronto saben los pasajeros cuán inminente ha sido su peligro. Se les cuenta que han estado a dos pasos de la muerte; que la línea había sido interceptada por una masa de roca, y que un cantero le había arrojado de la vía un segundo antes del paso del tren; pero que había puesto su vida en lugar de la de los pasajeros, y que en la vía habían quedado los magullados restos de su salvador.

Cristo Jesús también puso su vida para que nosotros, los pecadores pudiéramos ser salvos de una catástrofe segura.

POR EL SOLO GUSTO DE MATAR

El plan era inconcebible, y más aún por ser la idea de tres adolescentes de apenas diecisiete años de edad. Éstos habían estado jugando con ritos satánicos, y tal como dictaba, en parte, la literatura que habían leído, salieron temprano hacia un bosque cerca de su ciudad en busca de algo para sacrificar. Tendría que ser, según indicaba la lectura, un sacrificio de sangre.

Esa misma mañana, tres amiguitos, dos de ocho años y uno de siete, montaron en sus bicicletas y se fueron de paseo al bosque. Era su lugar favorito de juegos. Pero allí estaban los tres adolescentes.

Por una de esas cosas inexplicables, inauditas, increíbles, los tres adolescentes, casi al mismo tiempo, tuvieron la misma idea. «Aquí está nuestro sacrificio de sangre.» Y esa mañana, un miércoles 5 de mayo, en las afueras de la ciudad, mataron a puñaladas a los tres niñitos. A los muchachos los arrestaron, pero seis familias quedaron destrozadas. ¿Qué pudo haberse metido en el corazón de esos tres jóvenes para que cometieran tan horrendo crimen?

Todos venimos a este mundo con un sentido de pudor. Sabemos que algunas cosas son admisibles y otras no. Aun como chiquillos nos escondemos cuando hacemos algo que nuestro corazón no aprueba. Entendemos que hay cosas que sí se pueden hacer y cosas que no se deben hacer.

¿Dónde, entonces, quedó este sentido de decencia, de recato, de respeto por la vida humana, para que estos tres, todavía casi en su niñez, se permitieran abandonar toda probidad y matar por el solo gusto de matar?

El Maestro de Galilea dijo en cierta ocasión: «De la abundancia del corazón habla la boca» (Mateo 12:34). Es decir, del interior del corazón, de los sentimientos del alma, del ser que uno es, proceden las acciones. Uno es por fuera lo que uno es por dentro, y aunque podemos, por un tiempo, cubrir nuestras intenciones, tarde o temprano la máscara cae. En unos es egoísmo y celo y odio. En otros ese odio se convierte en violencia, pero el fondo es el mismo: el pecado.

¿De dónde vienen estas motivaciones malsanas? Del Adán caído. Es la herencia del pecado de nuestros primeros padres, herencia que recibimos todos los seres humanos. Por eso envió Dios a su Hijo para limpiarnos de todo pecado.

La única esperanza que hay para nosotros es tener a Cristo en el corazón, pues Él desplaza el pecado de Adán. Abrámosle nuestro corazón. Él transformará nuestra vida.

Hermano Pablo