lunes, 31 de enero de 2011
SIGUE ITENTANDO
En 1902, un aspirante a escritor de veintiocho años de edad recibió una carta de rechazo del editor de poesía del The Atlantic Monthly. De regreso con un grupo de poemas que él había enviado, estaba esta graciosa nota: “Nuestra revista no tiene espacio para sus vigorosos versos”. Él continuó tratando, sin embargo y llegó a ver su obra publicada. El nombre del poeta era Robert Frost.
En 1905, la Universidad de Bern declinó una disertación de doctorado como muy elaborada e irrelevante. El joven estudiante de física, que escribió la disertación siguió esforzándose y llegó a desarrollar alguna de sus ideas como teorías generalmente aceptadas. Su nombre era Albert Einstein.
Cuando el rechazo sacude tu resolución y opaca tus metas, sigue intentando. ¡Si no te das por vencido, un día estarás viviendo tus sueños!.
Job 17:9
El justo se mantendrá en su camino, y el de manos limpias más y más se fortalecerá
¡SEA LA LUZ!
"Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz" Efesios 5:8
Un amigo mío tiene la oportunidad de asistir todos los años a la Super Bowl [competencia final de fútbol americano] como periodista. Su tarea es conseguir entrevistas con atletas creyentes y con personal de la Liga Nacional de Fútbol Americano [NFL], para un programa de radio cristiano.
Hace unos años, cuando acababa de comenzar a cubrir el gran evento, se desilusionó ante la atmósfera autocomplaciente y licenciosa que reinaba durante la semana de la final. «Descubrí que era un sitio sumamente oscuro», declaró él.
Un día, le contó cómo se sentía a un ex jugador de la NFL, que era creyente. El deportista miró a mi amigo y le dijo: «Hermano, tú eres una luz en este lugar oscuro». Ese comentario le recordó la razón por la cual estaba allí y lo ayudó a renovar su entusiasmo por servir al Señor en un sitio donde hace falta la luz del evangelio. Lo estimuló para hacer brillar su luz.
Quizá trabajes en un ambiente donde desestiman a Dios, se burlan de la fe y elogian la vida pecaminosa. Tal vez sientas que estás entrando en «un sitio sumamente oscuro».
¿Por qué no ser una luz (Efesios 5:8) por medio de tus sonrisas, tus palabras y acciones bondadosas, y tu trabajo diligente? Pídele a Dios que te dé oportunidades de comunicar las buenas nuevas de Jesucristo. Quizá seas la única luz que un compañero de trabajo vea hoy.
Nuestro testimonio de Cristo es una luz en un mundo en tinieblas.
VIVIR SIN ALIMENTOS
Padecía de una enfermedad extraña, que tenía un nombre también extraño: Síndrome de Polipéptido Intestinal Vasoactivo. En otras palabras, era alérgico a toda comida. No podía ingerir ninguna clase de alimento. De hacerlo, sufriría terribles calambres y dolores intestinales.
Desde su nacimiento hasta su muerte, lo alimentaron por vía intravenosa. Sin embargo, creció hasta medir dos metros de alto y pesar noventa y cinco kilos. Pero a los veinte años de edad, la vida anormal de Jason White, de Texas, Estados Unidos, hizo crisis. Una mañana el joven amaneció muerto.
Vida extraña la de ese joven. Nunca comió dulces ni chocolates. Nunca ingirió frutas. Nunca probó ninguna carne, ni verduras ni pastas. Nunca se sentó a una mesa llena de sabrosas vituallas. Las delicias de la buena mesa no se habían hecho para él. O quizá él no estaba hecho para ellas. Gozó de muchos placeres en la vida, pero no el de la comida.
Esto mismo les ocurre, aunque en forma diferente, a muchas personas. Académicamente, hay muchos que pasan la vida entera sin alimentar su intelecto con las maravillas de la literatura. A éstos los llamamos analfabetos. Ya sea por injusticia o por desgracia, o simplemente por dejadez, nunca asistieron a una escuela. Y la maravilla y el deleite del lenguaje escrito no los disfrutaron ellos.
Moralmente, hay muchos que pasan la vida entera sin alimentar su alma con algún sentimiento bueno. Nunca beben ni comen de la justicia, de la decencia, de la moralidad, de la vida sana. Pueden comer de todo, pero de un sentimiento noble o de un pensamiento honesto, jamás se alimentan.
Espiritualmente, hay muchos que jamás dan a su corazón la única comida que alimenta el alma: la Palabra de Dios. Pueda que se alimenten de la literatura que circula por todo el mundo. Pueda que beban todas las filosofías inventadas por el hombre. Y pueda que prueben cuanta religión moderna los confronte. Pero nunca leen la Biblia.
Éstos llegarán al fin de su vida ahítos de todo lo comestible que este mundo puede darles, tanto para alimentar el cuerpo como el intelecto. Pero su alma quedará al final anémica, raquítica, en absoluta inopia espiritual. Quedarán muertos, doblemente muertos.
La Biblia es el Libro de Dios para toda la humanidad. Es la única fuente del conocimiento de Cristo, la única que puede dar vida plena. Leamos la Biblia. Ella nos dará la fuerza espiritual sin la cual morirá nuestra alma.
Hermano Pablo