miércoles, 3 de febrero de 2010

«¿SERÁ ESTO EL FIN DE TODO?»

El museo atraía un gran número de personas. La atracción eran las figuras de cera que representaban las supuestas etapas evolutivas del hombre desde sus primeras apariciones en el globo terrestre, millones de años atrás. Fue el deleite, al principio, de todos los partidarios de la evolución.

Éstas comenzaban con el famoso australopitecus, el antepasado más primitivo del hombre. Luego, subiendo en la escala de la evolución, estaba el hombre de Neanderthal. Posteriormente, el hombre Cromagnon, y así hasta llegar al Homo Sapiens, una magnífica figura del hombre actual, atlético y buen mozo.

Sin embargo, a partir de ahí las figuras comenzaban a mostrar una declinación alarmante, siendo la etapa final una lápida con la palabra «SIDA», y junto a esa lápida una leyenda que decía: «¿Será esto el fin de todo?» El hombre ha llegado a la cúspide de su desarrollo físico e intelectual, y ahora se comienza a ver una declinación ominosa y fatal.

Lo cierto es que nadie puede negar la existencia del mal. Como prueba tenemos las cárceles, los manicomios y los hospitales. Cada día hay más estafas, más escándalos financieros, más desfalcos industriales. Y hay cada vez más gente en los consultorios psiquiátricos, más matrimonios destruidos, más abortos, más divorcios y más tumbas para jóvenes, todavía en la primavera de su vida.

A todo esto, y siempre en aumento, se ha sumado la plaga máxima, el SIDA, enfermedad mortal estrechamente relacionada con el desenfreno sexual. Con razón el museo de cera hace la pregunta: «¿Será esto el fin de todo?»

No obstante, ni el SIDA ni ninguna otra calamidad universal pueden ser el fin de todo. Es que el hombre no es producto de la evolución; es creación de Dios. Y a pesar de que el hombre ha optado por hacer caso omiso de las leyes morales y espirituales de Dios, trayendo sobre sí todos los males de la familia humana, Dios tiene un plan para cada uno, y el que se someta a su divina voluntad no tiene que sufrir el fin fatal que presagia el museo.

Dios no quiere el aniquilamiento de la humanidad. Él no la creó para que se destruya a sí misma, sino para que triunfe. Él quiere verla en victoria aquí sobre esta tierra y en su traslado a la gloria eterna. Para eso vino Jesucristo al mundo: para traer redención y vida eterna. Creamos en Jesucristo y recibamos esa vida eterna gratuita, perfecta y segura. Entreguémosle nuestra vida a Cristo.

Hermano Pablo

¿QUIENES VIVEN MAS?

Estudios de la Universidad de Texas sugieren que personas “con actitudes positivas” envejecen más despacio que los pesimistas.
Un equipo de investigadores que estudió 1.558 personas mayores ha relatado que las más alegres eran justo las menos frágiles.
Los estudios consideraban que emociones positivas pueden afectar directamente la salud, alterando el equilibrio físico del cuerpo.
En su último libro, “Exuberancia: La Pasión Por La Vida”, Kay R. Jamison celebra el “regalo de la exuberancia”, en la cual describe cómo la fuerza propulsora de la creatividad, liderazgo y de la propia supervivencia.
“La exuberancia nos lleva a pensar y actuar de forma ligeramente distinta de la usual, y nos lleva a correr riesgos, tolerar sufrimientos y reveses, los cuales seríamos incapaces de afrontar”, escribe Jamison.
“Ella nos posibilita, o nos regala, optimismo para creer en el futuro y en las posibilidades e importancia de aquello lo que somos y de lo que hacemos; nos obliga a penetrar en la grande arena de la vida.”
Entonces para que perder minutos preciosos en la vida, dejando de ser alegres. De por si, que la vida es corta… entonces vivamos con alegría y recordemos que la única fuente de la verdadera alegría es el Señor. Nos volvemos a él y la vida tendrá otro matiz.
Y en el día de vuestra alegría, y en vuestras solemnidades, y en los principios de vuestros meses, tocaréis las trompetas sobre vuestros holocaustos, y sobre los sacrificios de paz, y os serán por memoria delante de vuestro Dios. Yo El Señor vuestro Dios. Números 10:10
Alabanza y magnificencia delante de él; Poder y alegría en su morada. 1 Crónicas 16:27
Y no podía distinguir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro; porque clamaba el pueblo con gran júbilo, y se oía el ruido hasta de lejos. Esdras 3:13

PIPO DE PUNXSUTAWNY

Lectura: 2 Pedro 1:16-21.
"Tenemos también la palabra profética más segura, la cual hacéis bien en estar atentos" 2 Pedro 1:19
Pipo, del pueblo de Punxsutawney, es una marmota de América que sale de su madriguera en Gobbler’s Knob, Pennsylvania, cada 2 de febrero para pronosticar el tiempo. Según la leyenda, si Pipo ve su sombra, habrá otras seis semanas de frío. Pero si no la ve, entonces la primavera vendrá temprano.
Por supuesto, todo esto son tan sólo patrañas y buen humor. Que yo sepa, nadie toma las predicciones de Pipo en serio. Más aún, él no es digno de confiar —he oído que son más las veces que se equivoca que las que acierta.
Sin embargo, hay Alguien que siempre tiene la razón y a quien debemos tomar en serio. Pedro escribe acerca de Él: «Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones» (2 Pedro 1:19).
Pedro estaba pensando en ese día en el Monte de la Transfiguración cuando, junto con Santiago y Juan, vio a Jesús de pie junto a los dos grandes profetas del Antiguo Testamento, Moisés y Elías. Con tal augusta compañía de verdaderos profetas, el Padre señaló al Hijo y dijo: «Éste es mi Hijo amado; a él oíd» (Lucas 9:35). ¡La palabra de Jesús es una «palabra profética» que es segura!
Hay Alguien que jamás se equivoca y que jamás nos extraviará: nuestro Señor Jesús. ¡Debemos oírle!
En un mundo lleno de especulación, sólo la Palabra de Dios es segura.