Lectura: 1 Juan 2:1-11.
"Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo" 1 Juan 2:1
Cuando el mítico grupo de rock The Eagles (Las Águilas) preparaba una nueva canción para algún concierto, todos los miembros se sentaban en un círculo con sus guitarras acústicas y sin amplificadores para ensayar sus intrincadas voces. Llamaban a esta rutina «el círculo del miedo» porque no hay dónde esconderse ni dónde ocultar cualquier error que se pueda hacer en la armonía. Esa sensación de absoluta exposición de sus errores es lo que hace que este ejercicio les cause tanto temor.
Lejos de Cristo sufriríamos un tipo de exposición muchísimo peor delante del Dios de toda justicia. Si no tuviéramos abogado ni escapatoria, tampoco tendríamos esperanza alguna. Pero en Cristo, el creyente tiene a un Defensor delante del Padre a nuestro favor. 1 Juan 2:1 dice: «Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo». Él asume nuestra defensa cuando son expuestos nuestros fracasos. Nuestro Defensor lleva nuestra relación con Dios más allá de un «círculo del miedo» hacia una comunión de gracia y verdad.
Nuestro desafío es vivir una vida de pureza e integridad que honre a nuestro Padre celestial. Pero, cuando fallamos, no tenemos que temer el abandono o el ridículo de parte de Él. Tenemos un Abogado que nos sostendrá.
Aquel que murió como nuestro Sustituto ahora vive como nuestro Abogado.
"Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo" 1 Juan 2:1
Cuando el mítico grupo de rock The Eagles (Las Águilas) preparaba una nueva canción para algún concierto, todos los miembros se sentaban en un círculo con sus guitarras acústicas y sin amplificadores para ensayar sus intrincadas voces. Llamaban a esta rutina «el círculo del miedo» porque no hay dónde esconderse ni dónde ocultar cualquier error que se pueda hacer en la armonía. Esa sensación de absoluta exposición de sus errores es lo que hace que este ejercicio les cause tanto temor.
Lejos de Cristo sufriríamos un tipo de exposición muchísimo peor delante del Dios de toda justicia. Si no tuviéramos abogado ni escapatoria, tampoco tendríamos esperanza alguna. Pero en Cristo, el creyente tiene a un Defensor delante del Padre a nuestro favor. 1 Juan 2:1 dice: «Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo». Él asume nuestra defensa cuando son expuestos nuestros fracasos. Nuestro Defensor lleva nuestra relación con Dios más allá de un «círculo del miedo» hacia una comunión de gracia y verdad.
Nuestro desafío es vivir una vida de pureza e integridad que honre a nuestro Padre celestial. Pero, cuando fallamos, no tenemos que temer el abandono o el ridículo de parte de Él. Tenemos un Abogado que nos sostendrá.
Aquel que murió como nuestro Sustituto ahora vive como nuestro Abogado.