sábado, 31 de octubre de 2009

LA ALMOADA Y LA FRAZADA

Hace mucho tiempo, una niña de una familia adinerada se preparaba para ir a la cama. Decía sus oraciones cuando oyó un sollozo a través de su ventana. Un poco asustada, se asomó por su ventana. Otra niña, quien parecía de su misma edad y desposeída estaba parada en el callejón junto a la casa de la niña rica.
Su corazón se identificó con la niña desposeída, ya que estaban en lo más frío del invierno, y la niña no tenía frazada, tan sólo viejos periódicos que alguien había tirado. A la niña rica se le ocurrió una brillante idea. Llamó a la otra niña y le dijo: “Hey, tú, por favor acércate a mi puerta”. La niña desposeída estaba tan asombrada que solo pudo asentir.
Tan rápido como se lo permitieron sus piernas, la niñita bajó las escaleras hasta el closet de su madre y tomó una vieja frazada y una gastada almohada. Tuvo que caminar lentamente a la puerta del frente para no tropezar con la frazada que colgaba, pero finalmente lo logró.
Dejando caer ambos artículos, abrió la puerta. Parada allí estaba la niña desposeída, visiblemente atemorizada. La niña rica sonrió cálidamente y le entregó ambos artículos a la otra niña. Su sonrisa se ensanchó al observar la genuina sorpresa y felicidad en el rostro de la otra niña. Ella se fue a la cama increíblemente satisfecha.
A media mañana del día siguiente alguien tocó a la puerta. La niña rica voló a la puerta esperando ver a la otra niña allí. Abrió la gran puerta y miró fuera. Era la otra niñita. Su rostro se veía feliz y sonrió. “Supongo que no querrás estos de vuelta”.
La niña rica abrió su boca para decir que podía quedárselos cuando se le ocurrió otra idea. “No, sí los quiero de vuelta”. El rostro de la niña desposeída se entristeció. Esta obviamente no era la respuesta que había anticipado. A desgano, dejó los gastados artículos en el umbral y se volteó para irse cuando la niña rica le gritó: “¡Espera! Quédate allí”.
Se volteó a tiempo para ver a la niña rica corriendo escaleras arriba y por un largo corredor. Decidiendo que sin importar lo que la niña rica hiciese, no valía la pena esperar, se volteó y se alejó. Al dar el primer paso, sintió que alguien le tocó el hombro. Al voltearse vio a la niña rica, tirándole una nueva frazada y almohada. “Ten éstas”, dijo suavemente. Estas eran las suyas, hechas de seda y plumas.
Al crecer las dos, no se vieron mucho, pero nunca estuvieron muy lejos la una de la otra en sus mentes. Un día, la niña rica que ahora era una mujer rica, recibió una llamada telefónica de alguien. Un abogado que decía que necesitaba verla en su oficina.
Cuando llegó a la oficina, le dijo lo que había pasado. Hace cuarenta años, cuando ella tenía nueve años, había ayudado a una niña necesitada que creció para convertirse en una mujer de clase media con esposo y dos hijos. Ella había muerto recientemente y le había dejado algo en su testamento. “Aunque”, dijo el abogado, “es la cosa más peculiar. Le dejó una almohada y una frazada”.
Autor Desconocido
Hay cosas en la vida que quizás no tengan mucho precio para algunos, pero para otros pueden ser de mucho significado, especialmente cosas que con amor y comprensión y mucho corazón alguién compartió. Hay mucho que podemos hacer y que podría impactar la vida de otros. Hoy puede ser ese día en que podrías impactar la vida de otro con un gesto, un presente o solo una sonrisa pero con mucho corazón.
El odio despierta rencillas; Pero el amor cubrirá todas las faltas. Proverbios 10:12
Me llevó a la casa del banquete, Y su bandera sobre mí fue amor. Cantares 2:4
“En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis.” Mateo 25:40

¿QUIEN ES TU DIOS?

Lectura: Deuteronomio 6:1-6.
"Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas" Deuteronomio 6:5
Una vez escuché a alguien en un funeral decir acerca del fallecido: «Él estaba cerca de su Dios. Ahora está a salvo».
En momentos como ése, desearía que fuera cierto que todos pudieran tener su propio dios, vivir de la manera que quisieran y también recibir la seguridad de la vida eterna en el cielo. Entonces no tendríamos que pensar tan seriamente en la muerte. No tendríamos que preocuparnos por saber hacia dónde van nuestros seres queridos cuando mueren. Pero las Escrituras dicen que sólo hay un Dios verdadero. «Jehová nuestro Dios, Jehová uno es» (Deuteronomio 6:4). Y Él es santo (Levítico 19:2). Él dice que no estamos a la altura de Su regla para una relación con Él. «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23). Nuestro pecado nos ha alejado de Él.
En Su amor, el Padre celestial proveyó el camino hacia Sí por medio de Su perfecto Hijo Jesús, quien murió para pagar el castigo por nuestro pecado. «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16). Pero necesitamos humillar nuestros corazones y recibir Su regalo del perdón.
Solamente hay un único Dios verdadero. Él es santo y ha provisto el único camino de vida eterna por medio de Jesús. ¿Es Él el Dios en quien confías? Piensa en ello, seriamente.
Para entrar en el Cielo lo que cuenta es a quién conoces.