jueves, 4 de diciembre de 2008

EL VALOR DE UN TE QUIERO

Te quiero decir muchas cosas por medio de esta carta
y sinceramente te las mereces...
TU AMISTAD VALE MUCHO!

Te quiero decir que si mañana dejo de existir,
te observaré en el cielo, te cuidaré y, sobre todo,
abogaré por aminorar tu sufrimiento.

Te quiero decir que si dejas este mundo,
Dios no lo quiera, te recordaré y siempre te voy a querer,
cada noche hablaré contigo.

Quiero que sepas que te quiero mucho
y eso es algo muy importante para mí,
ya que hay veces que uno cree
que no es conveniente decirlo por cualquier razón.

Sé que debí decirte antes cuánto te aprecio,
pero si por alguna razón no nos volvemos a ver,
te dejo esta nota para que sepas lo mucho que te quiero.

Y si no alcanzaste a decírmelo y yo dejo de existir,
no te preocupes, que por el simple hecho de nuestra amistad
sabré que me aprecias.

Recuerda que nunca sabemos cuándo dejamos de existir,
por eso quiero decirte hoy con esto
¡Que te aprecio mucho!

HOY..ESPERARE EN SU PALABRA

“Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cuál me has hecho esperar” Salmo 119:49
Cualquiera que sea la necesidad que pueda tener hoy en mi vida siempre podré encontrar una promesa en la Palabra de Dios, que fácilmente se puede adaptar a esa necesidad. Si me siento sin fuerza y cansado, encuentro una promesa como esta: Él da fuerza al cansado y aliento al de poco ánimo.
Cuando leo una promesa como esa siento el respaldo no solamente de la promesa, sino de aquel que dio la promesa. Si me siento solo y abandonado , él me dice: No te dejaré, ni te desampararé, y esa promesa me hace recordar a aquel quién la dijo. Sé que él no miente. Sé que él jamás dice algo que luego no cumple, Dios siempre cumple todo lo que promete.
Si hoy tengo hambre de Dios, deseo buscarle con todo mi corazón y alimentarme de su bondad, encuentro entonces está promesa...Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Con estas promesas no solo encuentro fuerza y seguridad sino que me hacen decir como el salmista: Acuérdate de la palabra que haz dado a tu siervo, en la cual me has hecho esperar.
Puedo llegar con seguridad, confianza y con mucho respecto ante el trono de su gracia y decirle, Señor tu lo has dicho, he creído en tu palabra y en ella he esperado, y al expresarlo mi alma se llena de confianza y seguridad. Hoy puedo esperar en las promesas de Dios y estar seguro que nunca quedaré defraudado. Su palabra permanece para Siempre y ella me hace estar confiado.
Si hoy me siento desconsolado porque el pecado me ha llevado por camino de tristeza y mis rebeliones parecen aumentar, su promesa llega a mi para decirme: Yo deshice como a nube tus rebeliones, como a niebla tus pecados, vuélvete a mi. Jesús ha dicho claramente, el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasaran. Sus promesas son como una fortaleza en medio de las dificultades y angustias diarias de la vida.
La vida a veces me sorprende, más en medio de esas sorpresas la Palabra de Dios también me sorprende con una o varias promesas que se ajustan preciosamente a la sorpresa de la vida. Con Dios, las sorpresas de la vida no me asustan, más las sorpresas de Dios me asombran.
Señor, Gracias por tus preciosas y grandísimas sorpresas, esas sorpresas son promesas y en esas promesas yo siempre puedo estar confiado. Una promesa tuya es como un cheque girado a mi nombre por el Presidente de un banco. Tu eres el creador del universo y de mi vida.
Tus promesas las puedo hacer efectivas en la realidad de tu presencia. En ellos puedo descansar. Siempre tus palabras llegan en el momento más necesitado de mi vida y en esa promesa encuentro fe. Amén.

EL AGUA QUERIA SER FUEGO

“Ya estoy cansada de ser fría y de correr río abajo. Dicen que soy necesaria. Pero yo preferiría ser hermosa, encender entusiasmos, encender el corazón de los enamorados y ser roja y cálida. Dicen que yo purifico lo que toco, pero más fuerza purificadora tiene el fuego. Quisiera ser fuego y llama”.

Así pensaba en septiembre el agua de río de la montaña. Y, como quería ser fuego, decidió escribir una carta a Dios para pedir que cambiara su identidad.

“Querido Dios: Tú me hicistes agua. Pero quiero decirte con todo respeto que me he cansado de ser transparente. Prefiero el color rojo para mí. Desearía ser fuego. ¿Puede ser? Tú mismo, Señor, te identificaste con la zarza ardiente y dijiste que habías venido a poner fuego a la tierra. No recuerdo que nunca te compararas con el agua. Por eso, creo que comprenderás mi deseo. No es un simple capricho. Yo necesito este cambio para mi realización personal….”.

El agua salía todas las mañanas a su orilla para ver si llegaba la respuesta de Dios. Una tarde pasó una lancha muy blanca y dejó caer al agua un sobre muy rojo.

El agua lo abrió y leyó: “Querida hija: me apresuro a contestar tu carta. Parece que te has cansado de ser agua. Yo lo siento mucho porque no eres una agua cualquiera. Tu abuela fue la que me bautizó en el Jordán, y yo te tenía destinada a caer sobre la cabeza de muchos niños. Tú preparas el camino del fuego. Mi Espíritu no baja a nadie que no haya sido lavado por ti. El agua siempre es primero que el fuego…”

Mientras el agua estaba embobada leyendo la carta, Dios bajó a su lado y la contempló en silencio. El agua se miró a sí misma y vio el rostro de Dios reflejado en ella. Y Dios seguía sonriendo esperando una respuesta.

El agua comprendió que el privilegio de reflejar el rostro de Dios sólo lo tiene el agua limpia…. Suspiró y dijo: “Si, Señor, seguiré siendo agua. Seguiré siendo tu espejo. Gracias”.

YO SOY UN PADRE

Mientras contemplaba a su joven hijo dormir tranquilamente, Tom meditó: Realmente soy un padre.
Hasta que su hijo estuvo a punto de cumplir los nueve años, la idea de serlo no era algo nuevo. Lo novedoso fue su comprensión de la envergadura que representa el ser padre. La revelación afloró con lentitud, pero una vez consciente de ello, Tom no podía apartarlo de su mente. Y meditando en la definición de padre, le fue imposible no remontarse a su infancia.
Recordó a su padre recostado sobre la vieja camioneta Chevy de 1957, trabajando hasta altas horas de la noche para reparar el motor. Ya él había vencido una completa faena de trabajo, pero el motor de la camioneta necesitaba ser restablecido y nadie más podía hacerlo.
Una segunda escena desfiló por la mente de Tom. Vio a su padre sentado a la mesa, comiendo en soledad una cena tardía. Eran cerca de las diez de la noche y finalmente él había llegado a casa, luego de su jornada de catorce horas de labor. Le vino a la memoria su padre, en una iglesia podando la hierba, recortando la cerca de setos y limpiando el lugar de las flores.
Por encima de todo, en su padre se resumía el adjetivo responsable, y para Tom, saber que él era el ejemplo de su hijo, justamente como su padre lo fue para él, le hacía reflexionar en gran medida.
Mientras Tom cerraba suavemente la puerta de la habitación, vinieron a su mente las palabras de Tomás More: El primer gran regalo que podemos obsequiar a otros, es un buen ejemplo. Como Tom y su padre, podemos ofrecer este presente a nuestros hijos cada día hasta el fin.
Salmo 101:2Prestaré atención al camino de integridad.

¡ SE BUSCA !

Lectura: Lucas 19:29-40
Porque el Señor lo necesita. -Lucas 19:34
A medida que Jesús se aproximaba a Jerusalén por última vez, envió a dos discípulos a la ciudad para que Le trajeran un burro. Les dijo: «Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? Le responderéis así: Porque el Señor lo necesita» (Lc. 19:31).
Al aproximarnos a los años de nuestro ocaso, puede que nos preguntemos: «¿Todavía le podré ser útil a Dios? ¿Existe algún servicio que pueda prestar que llene mis días de manera significativa? ¿Me necesitarán?»
¡Por supuesto que sí! Dios te necesi-ta tanto como necesitó al burro para que Le llevara por las calles de Jerusalén. Él siempre ha necesitado algo o a alguien para llevar a cabo Su obra. Todavía tiene trabajo útil para ti.
Tal vez tu trabajo sea una sola y breve tarea, como aquel único servicio del burro. O puede que se trate de alguna actividad que ocupe tus años totalmente hasta que tu Maestro te llame al hogar. Puede que se trate de una oportunidad para compartir tu fe con alguien, para interceder por él, o para amarle por medio de actos silenciosos de misericordia, visitas amistosas, o para darle alguna pequeña muestra de cortesía. Siempre tendrás algo para hacer.
Mientras tanto, tú y yo debemos mantenernos firmes y esperando, preparándonos por medio de la oración, la lectura bíblica, y escuchando en silencio, listos para el momento cuando nuestro Señor nos necesite.
¿Estarás listo cuando Él te necesite?

Dios tiene trabajo para todos Sus hijos, sin importar su edad o capacidad.