domingo, 22 de febrero de 2009

"CÓMO NO HE DE ADORARTE"

¿Cómo no he de adorarte, Jesús mío,
si eres el suave manto de rocío
que ha revivido mis raices secas?
¿Cómo no he de adorarte si tu truecas
en esperanza ardiente mi hondo astío?
¿Quién como tú Jesús? que das al río
cauce y corriente que jamás se agota
y que haces estallar la esteril roca
en fresco manantial para el estío.
Ya mi vaso jamas vere vacío
ni seré más un triste abandonado,
no sentiré la herida del pecado
ni del traidor mordaz el desafío.
La misma soledad de ningún modo,
torna mi vida triste y desolada,
porque si ayer sin Tí, no tuve nada,
hoy contigo Jesús, lo tengo todo.
Es tan bello Señor, estar contigo
y tiene tu verdad tan dulce acento,
que sin poder decirte lo que siento,
arder yo siento en mi lo que te digo.
En la cumbre
estelar de lo que ansío,
Tu eres la luz polar que solo veo,
Eres mi fé, en Tí solo yo creo
y es solo tu poder, mi poderío.
Más si al fin de mi senda, Jesús mío
nubló mi ser la sombra de la muerte
de nada temeré porque confío
que en la aurora estelar habre de verte.

LA PIEDRA EN EL CAMINO

Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino. Luego se escondió para ver si alguien quitaba la tremenda roca.
Algunos de los comerciantes más adinerados del reino y varios cortesanos pasaron por el camino y simplemente le dieron una vuelta; muchos culparon al rey ruidosamente de no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo algo para sacar la piedra grande del camino.

Entonces llegó un campesino que llevaba una carga de verduras. Al aproximarse a la roca, puso su carga en el piso y trató de mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y fatigarse mucho, pudo lograrlo.

Mientras recogía su carga de vegetales, notó una cartera en el piso, justo donde había estado la roca. La cartera contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey indicando que el oro era para la persona que removiera la piedra del camino.

El campesino sabía lo que los otros nunca entendieron: “Cada obstáculo presenta una oportunidad para mejorar tu condición”.

Si alguna vez caes, levántate y sigue adelante.

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece…… Filipenses 4: 13

CUANDO NO HAY ALTERNATIVA

—Está prohibido atravesar el desierto en esta época del año —manifestó seriamente el funcionario de Mauritania—. Ningún árabe se atrevería a hacerlo.

—Tiene usted razón —respondió el viajero—; pero nosotros somos seguidores de Cristo, y los cristianos somos locos.

Fue así como Michael Asher, escritor inglés, y María Antonietta, su esposa italiana, emprendieron el trayecto.

Viajaron ocho mil kilómetros a lomo de camello atravesando el desierto del Sahara, desde Mauritania hasta llegar al río Nilo. En su libro Dos contra el Sahara Michael Asher describe las tremendas dificultades del viaje. Ningún occidental se había atrevido a hacerlo antes. El espantoso desierto, con su increíble calor, transformó lo que comenzó siendo un evento arrobador, en una odisea desoladora. Pero realizaron el viaje. Cumplieron su cometido.

De las muchas experiencias que el autor acentúa en su libro, hay una que nos conviene considerar. He aquí sus palabras: «De dos personas que éramos en Mauritania, cuando llegamos al Nilo nos habíamos fundido en una sola.»

Muchas veces los golpes de infortunio separan a los matrimonios, pues hacen que el amor se enfríe, que surjan los reproches y que resalten las recriminaciones. Por eso hay tantas personas convencidas de que la escasez económica representa una amenaza contra el matrimonio.

¿Pero qué pasó en el caso de Michael y María Antonietta? Sufrieron adversidades indecibles. Las angustias de esos meses de incertidumbre tenían que haber extinguido totalmente el amor, pero no fue así. Sucedió lo contrario, como dicen ellos: «El espantoso desierto nos fundió en una sola persona.»

¿Qué circunstancia había en el desierto que no hay en las situaciones normales de nuestra vida? La realidad innegable de que no había alternativa. Solos en el desierto, no tenían a quién acudir. Sólo había dos personas, y en su aflicción tenían que encontrar su afecto el uno en el otro.

En cambio, muchos de nosotros sí nos permitimos una alternativa. Si el matrimonio no nos sale bien, nos divorciamos porque tenemos esa alternativa. En eso consiste el fracaso de muchos matrimonios.

No admitamos alternativa. Cuando determinamos que nuestro matrimonio será «hasta que la muerte nos separe», con eso establecemos su solidez. Cristo en nuestro hogar producirá ese ambiente. Si le pedimos a Él que sea el Señor de nuestra vida, lo será también de nuestro matrimonio, asegurando su permanencia. En ese feliz estado no hay alternativa que valga.

FIEBRE DE BEISBOL

Lectura: Mateo 22:34-40
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. —Mateo 22:39
En la película Fever Pitch (Fiebre de Béisbol), Ben Wrightman está loco por el equipo de béisbol de los Medias Rojas de Boston. Rara vez se pierde un juego durante la primavera y los meses de verano.
Un invierno, Ben se enamora de una joven llamada Lindsey y la conquista. Luego llega la primavera y ella descubre que él es una persona totalmente diferente durante la temporada de béisbol. No tiene tiempo para la muchacha a menos que ella vaya a los juegos con él.
Cuando Lindsey le pone fin a su relación con Ben debido al fanatismo de éste, el joven habla con un amigo, que le dice: «Tú amas a los Medias, pero dime, alguna vez ellos han correspondido a tu amor?» Esas palabras hicieron que Ben analizara sus prioridades y le diera más tiempo a la mujer que amaba, y que correspondía a su amor.
Entregamos nuestras vidas a pasatiempos, placeres, actividades, trabajo —muchas cosas buenas. Pero hay dos cosas en las que siempre debemos pensar al hacer nuestras elecciones. Jesús dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón... amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22:37,39).
Cuando parezca que nuestra vida está perdiendo su equilibrio, puede que la pregunta, «¿Alguna vez ese pasatiempo o actividad ha correspondido a mi amor?» nos ayude a mantenernos en línea. Amar a Dios y amar a las personas es lo que realmente cuenta.
Mostramos nuestro amor por Dios cuando compartimos Su amor con los demás.