“Mirad, cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.” I Juan 3:1,2
Hoy quiero Percibir, en mi Espíritu la manera como el Padre me ha amado. Hoy quiero considerar en su presencia quien era yo y entender en mi corazón como el Padre me adoptó. Qué gran privilegio que la Biblia dice que soy un hijo de Dios. ¡Qué relación tan alta esta, de ser un hijo, y qué privilegios esto trae! ¡Qué cuidado y ternura el hijo espera de su padre, y qué amor el padre siente hacia el hijo!.
En lo que concierne a la desventaja temporal de sufrir con el hermano mayor, Hoy acepto eso como un honor: “Porque el mundo no nos conoce porque tampoco lo conoció a él”. Hoy estoy contento al ser un desconocido por el mundo, porque se que a él tampoco lo conoció.
Amados, ahora somos nosotros los hijos de Dios. ” ¡Qué fácil es leer, pero no es tan fácil el sentir! ¿ Cómo está tu corazón esta mañana? ¿Está usted en las profundidades del duelo? ¿Sube la corrupción dentro de su espíritu, y la gracia parece como una chispa pobre pisoteada debajo del pie? ¿Casi fracasa su fe en usted?
Con todas estas cosas contra nosotros, en las mismas profundidades de nuestro duelo, adondequiera que nosotros podamos estar - - ahora, en el valle o sobre la montaña. “Amados, ahora somos nosotros los hijos de Dios”.
Ah, pero, “usted dice: Pero ¿cómo puedo yo ser hijo de Dios si todavía no tengo mi vida totalmente ordenada, mis gracias no son tan nítidas; mi honradez no brilla con la gloria evidente?”. Escuche entonces lo que dice el próximo versículo: Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.
El Espíritu Santo purificará nuestras mentes, y el poder divino refinará nuestros cuerpos, entonces nosotros lo veremos como él tal es y seremos como él es.
Padre. Gracias por llamarme y hacerme tu hijo. Cuando no conocía la verdadera dimensión de un amor de Padre tu me amaste. Hoy soy un hijo de Dios, no porque lo digo yo, sino porque tu palabra lo dice. Amén.
Hoy quiero Percibir, en mi Espíritu la manera como el Padre me ha amado. Hoy quiero considerar en su presencia quien era yo y entender en mi corazón como el Padre me adoptó. Qué gran privilegio que la Biblia dice que soy un hijo de Dios. ¡Qué relación tan alta esta, de ser un hijo, y qué privilegios esto trae! ¡Qué cuidado y ternura el hijo espera de su padre, y qué amor el padre siente hacia el hijo!.
En lo que concierne a la desventaja temporal de sufrir con el hermano mayor, Hoy acepto eso como un honor: “Porque el mundo no nos conoce porque tampoco lo conoció a él”. Hoy estoy contento al ser un desconocido por el mundo, porque se que a él tampoco lo conoció.
Amados, ahora somos nosotros los hijos de Dios. ” ¡Qué fácil es leer, pero no es tan fácil el sentir! ¿ Cómo está tu corazón esta mañana? ¿Está usted en las profundidades del duelo? ¿Sube la corrupción dentro de su espíritu, y la gracia parece como una chispa pobre pisoteada debajo del pie? ¿Casi fracasa su fe en usted?
Con todas estas cosas contra nosotros, en las mismas profundidades de nuestro duelo, adondequiera que nosotros podamos estar - - ahora, en el valle o sobre la montaña. “Amados, ahora somos nosotros los hijos de Dios”.
Ah, pero, “usted dice: Pero ¿cómo puedo yo ser hijo de Dios si todavía no tengo mi vida totalmente ordenada, mis gracias no son tan nítidas; mi honradez no brilla con la gloria evidente?”. Escuche entonces lo que dice el próximo versículo: Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.
El Espíritu Santo purificará nuestras mentes, y el poder divino refinará nuestros cuerpos, entonces nosotros lo veremos como él tal es y seremos como él es.
Padre. Gracias por llamarme y hacerme tu hijo. Cuando no conocía la verdadera dimensión de un amor de Padre tu me amaste. Hoy soy un hijo de Dios, no porque lo digo yo, sino porque tu palabra lo dice. Amén.