sábado, 17 de julio de 2010

PIONERO DE LOS PIONEROS

Lectura: 2 Corintios 5:12-21.
"Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno" Romanos 15:20
A principios del siglo XIX, el presidente de los Estados Unidos Thomas Jefferson culminó la compra de Louisiana y extendió los límites de la joven república, «de mar a mar».
Sin embargo, el problema era que nadie sabía realmente lo que había en esa vasta extensión de tierra. Se necesitaban mapas, con claras instrucciones, para los pioneros que iban a viajar hacia el Pacífico. En efecto, los exploradores Lewis y Clark se convirtieron en pioneros de pioneros, al preparar el camino para la mayor de las migraciones por tierra en la historia de los Estados Unidos. Abrieron una nueva senda que otros seguirían.
El compromiso de Pablo con el ministerio estaba enmarcado en una prioridad similar. En Romanos 15:20, escribió: «Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno». Quería que sus esfuerzos en el ministerio abrieran una nueva senda, y que otros la siguieran. Timoteo, Tito, Marcos y Silas son sólo algunos de los que siguieron el sendero que Pablo abrió.
Hoy, ese compromiso se ve en los seguidores de Jesús que llevan el mensaje del Salvador a lo más recóndito de la tierra. Al orar hoy, pidamos la bendición de Dios sobre Su Palabra a medida que nosotros, Sus «embajadores», abramos una nueva senda para nuestra generación (2 Corintios 5:20).
Las obras que se hacen por amor a Jesús brillan con mayor fulgor en un mundo en tinieblas.

CASA NUEVA, VIDA NUEVA, MUERTE VIEJA

En la casa todo era alegría, festejo y felicidad. La casa estaba recién construida, y la familia se había mudado hacía apenas tres horas. Además del festejo por la casa nueva, se brindaba por la felicidad de una pareja de recién casados.

Así mismo, en el jet de fabricación británica, todo era festejo y alegría también. El avión estaba recién reparado, y volvía a la casa de su dueño, el magnate liberiano Hawker Siddeley. El ingeniero de vuelo, Joseph Dovillie, inglés de cuarenta y un años de edad, se sentía feliz también.

Pero la tragedia los envolvió a todos. El avión falló a poco del despegue. Se vino a tierra y chocó contra la casa. Diecisiete personas murieron en el accidente, entre ellos la pareja de recién casados. La casa y el avión se incendiaron y quedaron reducidos a cenizas. Todo esto ocurrió en Khartoum, Sudán, en abril de 1983.

Hay tragedias de la vida real que parece que fueran pura fantasía. Llegan a ser una acumulación de hechos y de circunstancias que parecen más propios de una película de horror que de la vida que todos suponemos debiera ser tranquila, feliz y ordenada.

He aquí toda una familia que celebra una doble felicidad, natural en cualquier familia: una casa nueva, recién comprada, y una pareja nueva, recién casada. Y he aquí un avión jet ultramoderno, que despega airoso del aeropuerto, para realizar un viaje que se supone es de placer.

Pero en cuestión de minutos: la caída del avión, el impacto en la casa, el incendio que estalla pavoroso, y ambos eventos felices que se convierten en escenas de horror y de espanto. De la felicidad más intensa se pasa, en un momento, a la desgracia, la ruina y la muerte.

¿Qué conclusión podemos sacar de esto? Una conclusión tan vieja como el hombre mismo: la muerte acecha a cada paso; por lo tanto, siempre hay que estar preparado. Hoy estamos vivos, sanos, bien provistos y felices. Mañana podemos estar enfermos, agónicos, arruinados o muertos.

¿Cuál es la actitud que nos conviene adoptar ante esta fragilidad e inseguridad de la vida humana? Estar preparados para cualquier eventualidad. Y como el Único que nos promete seguridad permanente y vida eterna es Cristo, entonces hoy, en este momento mismo, cuando el bienestar nos rodea —hoy y no mañana— más vale que recibamos a Cristo como Señor y Salvador.

Hermano Pablo

MATA LA ARAÑA

Los cristianos a veces tenemos los sentimientos confundidos acerca de nuestros pecados. Tenemos miedo de ser dañados por nuestros pecados, y
queremos ser perdonados. Pero no estamos seguros de querer librarnos de ellos ya ahora.
Un hombre me dijo que tiene un mal hábito que está estorbando su comunión con Dios y que daña su testimonio cristiano.
Dice que ruega que Dios le perdone por su adicción, pero no lo deja. Me recuerda al hombre del antiguo relato que a menudo iba al frente de la iglesia y se arrodillaba ante el altar y oraba: “Señor, quita las telarañas de mi vida” .
Un domingo su pastor, cansado de oír la misma vieja oración, se arrodilló al lado de él y clamó: “¡Señor, mata la araña!”
Si, a veces es necesario una acción radical para romper un hábito pecaminoso. Tenemos que hacer más que pedirle a Dios limpieza cada vez que sucumbimos a la tentación, por importante que esto sea. También tenemos que pedir a Dios que nos ayude a tomar los pasos necesarios para mantener las telarañas fuera de nuestras vidas.
Tenemos que aborrecer nuestros pecados, confesar nuestra esclavitud al mismo, y decidir terminar con ellos. Luego tenemos que llenar nuestras mentes con buenos pensamientos y mantenernos apartados de la gente y de los lugares asociados con nuestros pecados. Esto es lo que Cristo quería decir cuando dijo: “Si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo”… Matar la araña impide que se acumulen las telarañas.
PENSAMIENTO: La admisión del pecado no es suficiente: Es preciso abandonarlo

Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo. (Mateo 5:29)

Después que David hubo censado al pueblo, le pesó en su corazón; y dijo David al Señor: Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh Dios, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente. 2 Samuel 24:10.


CUANDO LA TIERRA TIEMBLA

Lectura: Salmo 18:1-6.
"En mi angustia invoqué a Jehová" Salmo 18:6
Varios días después de un devastador terremoto en el área de San Francisco, se vio a un muchacho meciéndose y balanceándose en el patio de juegos del colegio. Su director le preguntó si estaba bien; el muchacho asintió con la cabeza, y dijo: «Me estoy moviendo como la tierra, para que, cuando haya otro terremoto, yo no lo sienta». Él quería prepararse para otro temblor de tierra.
Algunas veces, después de un trauma, nos preparamos para lo que pueda venir después. Si recibimos una llamada por el teléfono móvil anunciando malas noticias, cada vez que el teléfono suena sentimos pánico y nos preguntamos: ¿Y ahora qué habrá pasado?
La «tierra estaba temblando» para el salmista David después de que el rey Saúl trató de matarle (1 Samuel 19:10). Corrió y se escondió. Pensó que lo que seguiría sería la muerte y le dijo a su amigo Jonatán: «Apenas hay un paso entre mí y la muerte» (20:3). Escribió: «Me rodearon ligaduras de muerte, y torrentes de perversidad me atemorizaron» (Salmo 18:4).
David clamó al Señor en su angustia (v.6) y encontró que Él era un apoyo, Alguien en quien podía confiar que siempre estaría con él. Dijo: «Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré;… mi alto refugio» (v.2). El Señor será eso para nosotros tambien cuando la tierra tiemble debajo de nuestros pies.
Para sobrevivir a las tormentas de la vida, fija tu ancla a la Roca de los siglos.

SIGUE A JESUS