martes, 2 de junio de 2009

SEPARACIÓES NECESARIAS

Desde antes que nacieran, ya eran la alegría de la familia. Hasta los cinco hijos en el hogar esperaban el arribo con entusiasmo. Pero cuando Clara y Altagracia nacieron, allí comenzó la gran preocupación. Eran dos preciosas y saludables niñas que venían a engrosar la familia Rodríguez, pero eran siamesas. Sus cuerpecitos estaban unidos por el abdomen y la cintura.

Cuando las niñas cumplieron trece meses de edad, las llevaron a la ciudad de Filadelfia, Pennsylvania, en los Estado Unidos. Allí un equipo de veintitrés cirujanos, dirigidos por el Dr. Everett Koop, trabajaron para separarlas.

Cada una de ellas tenía sus propios órganos internos, aunque estaban entrelazados. Separarlos fue toda una hazaña de la cirugía. Al terminar la operación, el Dr. Koop anunció: «Las niñas crecerán sanas y normales. Hasta podrán tener hijos normales cuando sean grandes y se casen.»

¡Qué estupendas son las proezas de la medicina! El hábil bisturí sabe penetrar hasta lo más profundo de la carne humana, y dividir tejidos, vasos, órganos y nervios. Y después de hacer esas operaciones formidables en que se extirpan tumores, se cosen arterias, se injertan retinas y se trasplantan órganos, la persona operada queda sana y normal, viviendo y trabajando como si nada. Así fue el caso de las mellizas Rodríguez.

Si pudiéramos contemplar nuestro fuero interno con un aparato especial, capaz de penetrar alma y espíritu, veríamos que cada uno de nosotros lleva pegado, también, un hermano siamés. Me refiero a ese «otro yo», esa segunda naturaleza que cada uno lleva y que se comporta muy diferente de la otra. Tal parece que somos dos personas juntas, pero no al modo de las lindas criaturas Clara y Altagracia.

En nuestro caso, una es buena y otra mala. Una tiene elevados sentimientos morales, y la otra, instintos de bestia. Una es capaz de grandes virtudes; la otra vive ligada a vicios y pasiones. Una eleva; la otra destruye. Es probable que alguno de nosotros se haya preguntado: «¿Por qué soy yo así?»

¿Habrá quien pueda separar esos hermanos siameses que somos nosotros mismos? Sí, es Jesucristo, el gran Médico divino. Al aplicar su bendita gracia, Él puede quitar de nosotros la parte mala y dejar sólo la buena. Tenemos que desearlo y pedirlo, pero Él puede realizar esa operación espiritual. Jesucristo la llama «el nuevo nacimiento». Démosle la oportunidad. Él quiere ser nuestro Médico divino.

Hermano Pablo

HOY..CONTEMPLARE PUERTAS ABERTAS

“Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él”. Hechos 12:10.
Yo quería entrar por esa puerta, mis manos pequeñas de niño me decían que era casi imposible. Mis fuerzas eran limitadas, pero mis ganas eran superiores. Por más que quería no podía. De pronto fui sorprendido, unas manos fuertes, grandes de adulto tomaron la puerta y ella cedió fácilmente. Mi hermano mayor , viendo mi deseo y mi imposibilidad en una franca lucha, vino en mi defensa.Este incidente me hace recordar que hay momentos en la vida cuando entró en conflicto entre lo que anhelo y lo que puedo. Se que Dios está a mi lado para ayudarme a abrir las puertas que se cierran.El Apóstol Pedro estaba en la Cárcel y además de un ángel, una luz y las cadenas cayéndose, Pedro sorprendido comenzó a seguir al ángel.Las puertas se abrieron milagrosamente. Pedro no sabía cómo. Pero se abrieron. Amados, muchas veces en la vida vemos solo puertas cerradas. Hay un fuerte anhelo por ver esas puertas abriéndose pero parece pegadas por el herrumbre y pocas esperanzas tenemos de que se abran. Una vida devocional consistente y profunda nos lleva a ver como Dios como el que abre y ninguna cierra y el que cierra y ninguno abre, comienza a abrir aquellas puertas para que ministremos a la ciudad en nuevas esferas. He aquí vienen días en tu ministerio, si mantienes una vida devocional renovada, en que se abrirán nuevas puertas de ministerio. Harás lo que nunca has hecho e irás donde nunca has ido. Hablarás lo que nunca has hablado y verás lo que nunca has visto.
Señor, tú sabes como he sentido muchas veces frente a las puertas cerradas. Puerta de oportunidades, puertas de nuevos empleos, puerta de matrimonio, puertas de finanzas, pero en este día ayúdame a creer que tú quieres y puedes abrir esas puertas en tu tiempo y a tu manera. Amén.

MI INSPIRACION

El escultor alemán, Dannaker, trabajó por dos años en una estatua de Cristo hasta que le pareció que estaba perfecta. Llamó a una pequeña niña a su estudio, señaló a la estatua y le preguntó:
-¿Quién es ese?
Ella lo miró por un momento, y luego sus ojos se le llenaron de lágrimas mientras cruzaba sus brazos en su pecho y decía:
-Deja a los niños venir a mí. (Marcos 10:14)
En esta ocasión Dannaker supo que había tenido éxito.
Luego, el escultor confesó que durante esos seis años, Cristo se le había revelado en una visión, y su parte fue transferir al mármol lo que él había visto con sus ojos internos.
Más tarde, cuando Napoleón Bonaparte le pidió que hiciera una estatua de Venus para el Louvre, Dannaker rehusó.
-Un hombre –dijo él- que ha visto a Cristo nunca puede emplear sus dones en esculpir una diosa pagana. Mi arte es, por tanto, algo consagrado.
El verdadero valor de un trabajo no viene de un esfuerzo, ni por su acabado, sino de Cristo que lo inspira.
Tomado de El libro devocionario de Dios para jóvenes.
Romanos 12:11Fervientes en espíritu, sirviendo al Señor.

CONPINCHES

Lectura: Colosenses 1:3-8.
"Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo" Colosenses 1:3
En la Inglaterra del siglo XIX, la cárcel de los deudores albergaba a aquellas desafortunadas almas que no podían pagar sus cuentas. A los nuevos prisioneros se les escoltaba hacia la "compinchería", el dormitorio de la cárcel. Como las personas no estaban allí por crímenes violentos, pronto se desarrollaba un espíritu de confianza y camaradería. Jugaban juntos y tenían mucha comida. A algunos incluso se les permitía tener habitaciones privadas.Con el tiempo, los prisioneros comenzaban a referirse unos a otros como "compinches". Posteriormente, la palabra se puso de moda fuera de las paredes de la cárcel y adquirió el significado de "un amigo cordial".También en el ministerio cristiano se dan profundos lazos de amistad. Aquellos que trabajaban juntos con Pablo tampoco eran ajenos a la persecución y el encarcelamiento; pero una misión en común creó un profundo sentido de conexión. (Colosenses 1:7). El término puede parafrasearse como "co-esclavo" o "alguien que sirve al mismo amo junto con otro".Cuando los creyentes viven bajo el señorío de Cristo, pueden ver sus vidas entrelazadas en el servicio. Sirviendo como esclavos de Cristo, se crea una camaradería espiritual que transciende al hecho de ser "compinches". ¡Y esa relación especial continuará en la eternidad!.
Los cristianos se mantienen fuertes cuando se mantienen juntos.