jueves, 9 de julio de 2009

¿DÓNDE ESTABAS TÚ CUANDO YO TE NECESITABA?

Solemne, transcurría el funeral. Yacía en la caja un eminente clérigo que había dedicado toda su vida a servir a la humanidad. Largas filas de personas que habían recibido de él algún consejo sabio, alguna ayuda espiritual, incluso algún beneficio material, testificaban cuándo, cómo y en qué circunstancias el reverendo les había ayudado.

En eso se acercó al ataúd un joven de unos treinta años de edad. Estaba mal vestido, sucio, con barba de una semana y con todas las trazas de alcohólico. Miró detenidamente al cadáver en la caja y, con emociones encontradas como de tristeza mezclada con resentimiento y odio, dijo: «Papá, ahora me doy cuenta dónde estabas tú cuando yo más te necesitaba.»

Esta historia verídica, con profundo sentido humano, de un pastor eminente que dedicó toda su vida a proveer ayuda espiritual y consejo profesional a miles de personas, pero que no tuvo tiempo de prestarle atención a su propia familia, nos deja una tremenda lección.

El proverbista Salomón, entre sus sabias máximas, escribió la siguiente: «Me obligaron a cuidar las viñas; ¡y mi propia viña descuidé!» (Cantares 1:6). Qué fuerte reprensión es ésta a los padres que cuidan de todo y de todos, pero se olvidan de ser amigos, consejeros y verdaderos padres de sus propios hijos.

El pastor de la historia aconsejó a miles, hasta tener en su archivo más de tres mil tarjetas con nombres de personas a quienes había ayudado psicológica y espiritualmente. Pero entre esas tarjetas no aparecía la de su hijo.

¿Quiénes deben tener prioridad en el corazón, en los sentimientos y en el calendario de un esposo y padre? Su esposa y sus hijos. Nadie tiene más derecho que ellos a la atención, al amor, al cuidado y a la protección de ese padre.

A cada uno de los que somos padres nos conviene examinarnos en este sentido. ¿Les hemos dado a nuestros hijos la atención, el tiempo y el interés que ellos tanto necesitan de nosotros? Nuestra responsabilidad primaria es, sin excepción, la familia: esposa e hijos. Nadie ni nada en este mundo debe ser más importante que nuestra familia.

Jesucristo, que es el Señor de la vida, puede hacer de un hombre, desde el más sencillo hasta el más ilustre, un gran padre. Él quiere ayudar a cada uno. Basta con que nos postremos ante Él y le digamos con toda sinceridad: «Señor, me entrego a ti. ¡Ayúdame!»

hermano Pablo

HOY..NO REHUSARE EL CAMINO DEL SUFRIMIENTO

“Vayamos, pues, con Jesús fuera del campamento, y suframos la misma deshonra que él sufrió” Hebreo 13:13
Hoy debo evitar la popular forma de cristianismo que es muy prominente en estos dias La vida triunfalista donde parece que Jesús es simplemente un instigador de pensamientos positivos e ideas que me traen el éxito personal y material. Esa clase de triunfalismo me enseña que yo debo poner todo mi énfasis en lo positivo y rechazar totalmente todo lo negativo. El problema es que esa clase de victoria es meramente la victoria de un hombre natural. Antes de yo hablar de victoria debo hablar de muerte. El primer lugar donde el hombre debe ir no es al trono sino a la cruz. Si yo quiero encontrarme con la totalidad de Jesús, tengo que encontrarme con él fuera del campamento y si yo quiero conocer su victoria. debo estar dispuesto a sufrir la deshonra como él la sufrió. “Vayamos , pues, con Jesús fuera del campamento, y suframos la misma deshonra que él sufrió”. Una vez que voy a la cruz y obtengo la experiencia de la crucifixión del hombre natural entonces estoy en la posición de levantar con Cristo a una novedad de vida y permitir que su vida venga lo positivo que mi ego natural jamás llegaría a ser. Jesús no murió en la cruz para hacerme un negociante exitoso o una personalidad relumbrante por el brillo del éxito, pero una persona normal dentro de las masas para reflejar su poder, su gloria y su personalidad. Yo no perderé mi identidad, al contrario la reafirma, porque la vida de Cristo quiere fluir hoy a través de mi personalidad viniendo a ser así un milagro único del reino de Dios. Yo soy hoy autenticado por Cristo. Jesús ya no solo es mi Salvador, más mi establecedor y definidor de mi verdadero yo porque en él vivimos y nos movemos. Ya no es mi pensamiento positivo el que me establece es la vida de Jesús traducida en un diario que hacer lo que me hace ser un milagro y hoy quiero ser ese milagro.
“Señor, Gracias por tu presencia. No me has llamado a ser un triunfalista, sino un victorioso. Se que la verdadera victoria es la que se consigue luego de la batalla diaria. Ya conquistaste para mi la batalla , pero hoy debo permanecer firme en lo que ya me has dado. Si hoy tengo que salir del campamento contigo y sufrir la misma deshonra lo haré porque se que tu mano me sostiene. Hoy quiero que tu vida pueda fluir a través de mi para mostrar que realmente no vivo yo más vives tu en mi. De que sirve querer vivir mi propia vida si al final solo queda la frustración?. No, hoy quiero vivir para ti y que tú vivas en mí. Amen.

SIGUE CORRIENDO

Tal vez hayas escuchado la historia de John Stephen Akhwari, el corredor de maratones de Tanzania que quedó en último lugar en las Olimpíadas de 1986 en México. Ningún corredor que ha terminado en último lugar ha quedado tan atrás.
Se lesionó mientras viajaba y entró al estadio cojeando con la pierna ensangrentada y vendada. Había pasado más de una hora desde que el resto de los corredores terminó la carrera. Sólo quedaban unos cuantos espectadores en las gradas cuando Akhwari terminó de cruzar la meta.Cuando le preguntaron por qué siguió corriendo a pesar del dolor, Akhwari contestó: «Mi país no me envió a México a iniciar la carrera. Me envió terminarla.» La actitud de este atleta debe ser la nuestra a medida que envejecemos. Tenemos «una carrera por delante» (Hebreos 12:1), y hemos de seguir corriendo hasta que lleguemos a la meta final.Nadie es demasiado viejo para servir a Dios. Debemos seguir creciendo, madurando y sirviendo hasta el final de nuestros días. Desperdiciar nuestros últimos años es robar a la Iglesia los dones selectos que Dios nos ha dado para compartir. Hay un servicio que prestar. Todavía hay mucho que hacer.Así que sigamos corriendo «con paciencia». Terminemos la carrera. . . con firmeza. –David Roper
Hebreos 12:1.. . . corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.

UNA IGLESIA A LA QUE LE IMPORTA

Lectura: Filipenses 2:1-11.
“No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” Filipenses 2:4
Mientras viajábamos juntos, mi esposa y yo comenzamos a hablar con una encantadora joven que conocimos. El tiempo pasó rápidamente mientras charlábamos acerca de temas alegres. Pero, cuando ella supo que yo era un pastor, la conversación tomó un giro que desgarraba el corazón. Ella comenzó a compartir con nosotros que, cuando su esposo la dejó hacía tan sólo unos meses, ella había luchado con el dolor de dicho abandono.
Luego sonrió y dijo: «No se imaginan lo mucho que mi iglesia ha significado para mí estos últimos meses». Su estado de humor y su semblante cambiaron dramáticamente mientras relataba las maneras en que su familia de la iglesia la había envuelto en sus amorosos brazos en su momento de dolor. Fue reconfortante escuchar cómo esa asamblea local de creyentes la había rodeado del amor de Cristo.
Parece que demasiado a menudo limitamos la importancia de la iglesia a lo que sucede los domingos, pero la iglesia ha de ser mucho más que eso. Ha de ser un refugio seguro, una estación de rescate y un centro de capacitación para el servicio espiritual. La iglesia ha de ser muchas cosas, pero particularmente ha de ser una expresión del corazón preocupado del Señor de la Iglesia para las personas que sufren y están quebrantadas, tal y como nuestra joven amiga. Somos llamados a «amarnos unos a otros» (1 Juan 4:7).
La esperanza puede encenderse con una chispa de aliento.