domingo, 14 de marzo de 2010

DIEZ AÑOS SIN PODER TRAGAR

Graciela Cruz Murillo, hondureña de veintisiete años, se dispuso a comer su pudín de crema. Tomó el primer bocado, que paladeó deleitosamente. Retuvo un momento el alimento en la boca, y lo tragó con gran satisfacción. Sus ojos se llenaron de lágrimas, su boca se plegó en un sollozo, y su corazón dio gracias emocionadas a Dios.

Era la primera vez en diez años que Graciela podía tragar comida sólida. Cuando tenía catorce años de edad y vivía en Honduras, su país, tragó accidentalmente ácido corrosivo. Su esófago quedó arruinado. Debió ser alimentada por un tubo insertado en el estómago.

Pero en febrero de 1963, Graciela conoció a Charles Ives y a su esposa Velvalea, médicos misioneros de paso por Honduras, y ellos se interesaron en su caso. La llevaron a los Estados Unidos, donde la trataron adecuadamente varios cirujanos, devolviéndole el uso del esófago. Tres años después del accidente que sufrió a los catorce años, había perdido por completo la facultad de deglutir. Pero ahora, con un nuevo esófago, volvió a sentir el deleite de la comida.

He aquí una joven que pasa diez años de su vida sin poder tragar. Diez años sin gustar el sabor de las comidas. Diez años sin poder sentarse a la mesa delante de bien provistos platos y sin poder gozar de esa bendición. Diez años en que casi se olvida cómo se come. Eso de no poder tragar es una verdadera tragedia. Porque no se puede comer bien, no se pueden gustar los sabores y no se puede disfrutar de la comida en conjunto, que es también uno de los grandes placeres de la mesa.

El verbo tragar, bien gráfico por cierto, lo usamos muchas veces en sentido figurado. Como cuando decimos: «A ese tipo no lo trago.» O cuando expresamos: «Eso que me dices es algo difícil de tragar.» En casos como esos, estamos padeciendo una enfermedad moral parecida a la de Graciela, que era física. Normalmente, y en buen espíritu cristiano, deberíamos tragar a cualquier prójimo. Porque Jesucristo nos manda que amemos al prójimo como a nosotros mismos, y que aceptemos y soportemos a todos con la mejor voluntad.

Y si oímos alguna vez algo que nos duele, algo que, siendo la verdad, no nos gusta, algo que lastima nuestra vanidad o nuestro orgullo, debemos tragarlo con paciencia porque es algo que nos hará bien. El apóstol Santiago nos exhorta a que recibamos con humildad la palabra que hemos ingerido (Santiago 1:21). Hagamos de Cristo nuestro Señor y Maestro, y alimentemos nuestra alma con su Palabra.

Hermano Pablo

DIOS SABE

Cuando estás cansado y desanimado tras esfuerzos infructuosos,
Dios sabe cuán duro lo has intentado.

Cuando has llorado por mucho tiempo y tu corazón está angustiado,
Dios ha contado tus lágrimas.

Si sientes que tu vida está estancada y que el tiempo te está pasando de largo,
Dios te está esperando.

Cuando te sientes solo y los amigos están tan ocupados que ni siquiera pueden llamarte por teléfono,
Dios está a tu lado.

Cuando piensas que lo has intentado todo y no sabes qué dirección tomar,
Dios tiene una solución.

Cuando nada tiene sentido y estás confundido o frustrado,
Dios tiene la respuesta.

Si de repente tu futuro se ve brillante y encuentras trazos de esperanza,
Dios te lo ha susurrado.

Cuando las cosas van bien y tienes mucho por lo que estar agradecido,
Dios te ha bendecido.

Cuando algo gozoso te pasa y estás lleno de agradecimiento,
Dios te ha sonreído.

Cuando tienes un propósito en la vida y un sueño que seguir,
Dios ha abierto tus ojos y te ha llamado por tu nombre.

Recuerda que donde quiera que vayas o ante cualquiera cosa que enfrentes,
DIOS SABE.

Autor desconocido
Dios todo lo sabe y está Da tu lado para siempre sostenerte. Dale gracias a Dios por todo y en todo y recuerda, él está en control de todo.

¿No demandaría Dios esto? Porque él conoce los secretos del corazón. Salmo 44:21

Dios, tú conoces mi insensatez, Y mis pecados no te son ocultos.Salmo 69:5

Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación. Luc 16:15

SACANDO LOS CACHIVACHES

Lectura: 1 Corintios 6:12-20.
"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?" 1 Corintios 6:19
Mi garaje sirve de «almacén» de aquellas cosas que no encuentran un lugar en nuestro hogar y, francamente, hay momentos en los que me avergüenzo de abrir la puerta. No quiero que nadie vea los cachivaches. Así que, con regularidad, separo un día para sacarlos.
Nuestros corazones y nuestras mentes se parecen mucho a eso; acumulan muchos cachivaches. Al chocarnos con el mundo, inevitable, tal vez inconscientemente, tomamos pensamientos y actitudes impías, como pensar que todo en la vida gira a nuestro alrededor, demandar nuestros derechos o reaccionar amargamente hacia aquellos que nos han herido. Rápidamente nuestros corazones y nuestras mentes ya no están limpios ni ordenados. Y aunque pensemos que podemos esconder todo ese desorden, éste al final se hará evidente.
Pablo preguntó claramente: «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?» (1 Corintios 6:19). Esto hace que me pregunte si Dios a menudo sentirá que está viviendo en nuestro desordenado garaje.
Tal vez sea momento de separar un día espiritual y, con Su ayuda, ponerte a trabajar para sacar los cachivaches. Deshazte de esos pensamientos de amargura. Mete en bolsas y echa fuera los viejos patrones de pensamientos sensuales. Organiza tus actitudes. Llena tu corazón de la belleza de la Palabra de Dios. Límpiate a fondo, ¡y luego deja la puerta abierta para que todos lo vean!
No dejes que el Espíritu more en un corazón abarrotado. ¡Tómate un tiempo para limpiarlo hoy!