sábado, 5 de junio de 2010

¿PORQUE TUVO QUE PASARME AMI?

La tropa avanzaba paso a paso. La selva estaba espesa y húmeda, el suelo, lleno de barro y el peligro acechaba en cada metro del sendero.
En eso Lewis B. Puller, teniente del ejército estadounidense que peleaba en Vietnam, pisó una trampa explosiva. Para todo soldado que hablaba inglés, era literalmente una “trampa caza-bobos”. La explosión no lo mató, pero le mutiló las dos piernas y parte de las manos.
Librado de la muerte, Lewie Puller regresó a su país, estudió derecho a fin de convertirse en abogado, se casó y tuvo hijos y hasta escribió un libro titulado Hijo Afortunado que le ganó un premio. Pero su vida nunca dejó de arrastrar el dolor de la guerra. Un día, no aguantando más su pena, se suicidó. La revista Time publicó su obituario y le puso por título: “La herida que nunca sanó”
Las guerras de este mundo siguen cobrando sus víctimas, aún después de pasados muchos años. El Teniente Puller, hijo del General Puller, el hombre más condecorado de la marina estadounidense, parecía ser un triunfador. Se sobrepuso a la pérdida de sus piernas. Vivió veintiséis años con su esposa. Y escribió, con éxito , su autobiografía. pero la Psicosis de la guerra lo tenía marcado.
Puller se sumergió en el alcohol. Eso provocó problemas en su matrimonio, acelerando la separación de su esposa. La herida psicológica de Vietnam, que nunca sanó, terminó destruyéndolo.
Hay heridas del alma peores que las del cuerpo. Muchos hombres lisiados de gravedad han podido sobrevivir, recuperarse y hasta ser felices. Pero Puller cayó víctima de otra herida. Allá en el fondo de su alma hubo siempre una úlcera, una llaga abierta que continuamente preguntaba: ¿Por qué tuvo que pasarme a mí?
Buscó alivio en el alcohol, pero éste también es una “trampa caza-bobos” tan destructiva como aquella otra que le mutiló las piernas en plena selva.
Nos gustaría poder dar a conocer otros detalles agradables respecto a este hombre y darle a su biografía un final feliz. Pero la realidad suele a veces ser cruel. No hay consuelo en el alcohol. No hay salvación en las drogas. No hay fuerza vital verdadera en la erudición ni en la literatura.
Lo único que puede sanar las heridas del alma es una experiencia espiritual.

Jesucristo es quien consuela a los afligidos, levanta a los caídos, anima a los deprimidos y libera a los cautivos. Sólo Cristo salva, restaura, redime y transforma. Vengan a mí, nos dice a todos. Aceptemos su invitación.
Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sion, de la que nadie se acuerda. Jeremías 30:17
He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. Jeremías 33:6

HOY...COMPRENDERE QUE TODO ESTA EN LA MANO DE DIOS

“Ciertamente he dado mi corazón a todas estas cosas, para declarar todo esto: que los justos y los sabios, y sus obras, están en la mano de Dios. Eclesiastés 9: 1.
Todo está en la mano de Dios, es una buena afirmación para emprender el día con la seguridad precisa que me exige la vida misma.
Que los justos y los sabios y sus obras están en la mano de Dios. Lo que Dios decida hacer conmigo y en mi hoy, es algo que solo le pertenece a su soberanía. Ya no me desesperaré para lograr mis propios anhelos, sino sabré esperar en su presencia para que se logren los objetivos divinos en mi. Si quiere auto-promoverme estaré dando un paso en falso en el largo puente de madera que me conduce al otro lado. Necesito conocer el plan de Dios para mi, para mantenerme en la perspectiva correcta, pero será él, quien toma la decisión en cuanto a como y cuando llegaré a la tan anhelada orilla opuesta.
Hoy recuerdo de Carlos Spurgeon quién, cuando aún contaba con treinta años de edad, tenía a cientos de personas haciendo cola bajo la nieve en espera de que el Tabernáculo de Londres abriera las puertas para oírlo predicar. No fue posible en ese tiempo construir un edificio lo suficientemente grande para dar lugar a toda la gente que lo quería escuchar. Aún antes de llegar a la edad madura era un ministro de la palabra, quien recibía muchas invitaciones y por lo tanto fue muy criticado. Spurgeon en una ocasión dijo:
“El éxito expone al hombre a la presión de la gente, y por tanto lo tienta a mantener sus logros mediante métodos y prácticas carnales, y a dejarse dominar plenamente por las exigencias ditactoriales de una incesante expansión. El éxito podrá subírseme a la cabeza; y lo hará a menos que yo recuerde que es Dios quien realiza la obra, que puede seguir haciéndolo sin mi ayuda, y que es capaz de proveerse de otros medios cuando quiera bajarme los humos”.
Señor, gracias en este día, porque se que tanto el justo como el sabio y sus obras están en tus manos. Nada de lo que pueda suceder y elevar mi orgullo, podrá tocarme si mantengo la perspectiva, de que todo está en tus manos.
No es lo que yo hago, eres tu quien realmente manifiestas tu poder. Señor, perdóname las veces que he permitido que la vanagloria inunde todo mi corazón y las veces que me he olvidado de que todo lo que sucede viene de tu mano.

ADOPTADOS

Lectura: Colosenses 3:1-11.
"Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia" Colosenses 3:5
En la antigua Roma, los emperadores ocasionalmente hacían uso de la adopción para transmitir la sucesión a herederos competentes. César Augusto fue adoptado por su tío abuelo Julio César. Otros adoptados notables incluyen a los emperadores Tiberio, Trajano y Adriano. Todos ellos demostraron ser gobernantes fuertes porque cada uno vivió como hijo de su padre adoptivo.
Todo cristiano es un hijo adoptado por el Rey de reyes. Tenemos una enorme duda a Su favor. Pero Dios, quien lo tiene todo, no necesita que la cancelemos.
¿Qué es lo que Dios desea? Él quiere que vivamos de la manera que corresponde a Sus hijos. Las actividades y los valores que no van acorde con nuestra posición como hijos de Dios deben eliminarse (Colosenses 3:5). Las actitudes egoístas y destructivas han de ser reemplazadas por actividades y valores que exhiban nuestra gratitud y nuestro amor a Dios, y debemos reflejar nuestra condición como Sus hijos. Pablo escribió: "Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia" (v. 12).
¿Pueden las personas que te rodean decir que efectivamente eres un hijo del Rey? Pregúntale al Espíritu Santo qué es lo que necesitas quitar de tu vida y qué es lo que necesitas poner en ella para que puedas reflejar con mayor fidelidad tu condición de hijo adoptado de Dios.
Honramos al nombre de Dios cuando lo llamamos nuestro Padre y vivimos como Sus hijos.

POR EL VALOR DE UN JOVEN

La temperatura era helada: diez grados bajo cero. El viento era fuerte: cuarenta kilómetros por hora. No era tiempo propicio para esquiar. Pero la señora Chris Bailey quiso de todos modos subir a la montaña. Así que llevó a su pequeña hija, Ángela, de cinco años, y las dos subieron al telesquí y empezaron el ascenso.

A la mitad del trayecto, y a veinte metros de altura, la silla en que subían perdió un soporte. La niña se desprendió de la madre y quedó colgando, sostenida de un solo brazo. La tragedia era inminente. Cinco minutos más, y la niña caería del telesquí.

Fue entonces que intervino Samuel Durán, valiente joven de diecisiete años. Trepó como un gato por los hierros de la torre de sostén, se aferró del cable y, desollándose las manos con los alambres, bajó diez metros hasta donde colgaba la niña, y la salvó. La madre, agradecida, expresó su sentimiento con una oración: «Gracias, Padre celestial, por el valor de este joven.»

Esta cuasi tragedia, que no llegó a ser, ocurrió en las montañas de Utah, al comienzo del invierno de 1990. Fue notable la decisión de Samuel Durán de trepar hasta la torre de sostén del cable, deslizarse por el cable mismo, y cobrar fuerza suficiente para rescatar a la pequeña.

Y la expresión de la madre tenía su razón de ser. «Gracias, Padre celestial, por el valor de este joven.» Porque Samuel era un joven tímido, apocado. No había sobresalido ni en el deporte, ni en los estudios ni en ninguna actividad social. Sus conocidos lo habían tenido siempre por «poca cosa».

Pero nadie sabe cuánto puede obrar el poder de la voluntad cuando ésta se necesita. Samuel sintió con urgencia que la salvación de Ángela dependía sólo de él. Si él no la salvaba, la niña moriría.

Dios es esa fuerza imponderable que actúa en los seres humanos en el momento de necesidad. El hombre moderno, intelectual y complejo ha desalojado a Dios de su vida. No lo toma en cuenta, ni siquiera cuando lo necesita. Por eso vive en tensión continua, en frustración y en depresión.

Todos necesitamos con urgencia buscar a Cristo, fuente de verdad, luz y vida. Él es quien da libremente el socorro. Cristo está, ciertamente, en las páginas de la Biblia, pero está también al lado del que lo busca. Él desea ser nuestro Libertador. Permitamos que Él nos salve y nos dé su paz.

Hermano Pablo