jueves, 22 de enero de 2009

CUMBRES NO ALCANZADAS

Una vez más miró la cumbre: la ansiada cumbre, que parecía escapar de sus manos cada vez que quería alcanzarla. El invierno en Alaska estaba duro. La nevada había sido cruel, y los músculos del anciano estaban frígidos.

Norman Vaughan, de ochenta y ocho años de edad, miró por última vez la cumbre de la montaña que lleva su nombre, y nuevamente hizo el esfuerzo de escalarla. Pero hacía demasiado frío, así que Vaughan desistió. Era la décima vez que fracasaba.


Allá por 1928, el célebre almirante Richard Byrd había bautizado esa montaña, de tres mil quinientos metros de altura, con el nombre de Vaughan, en honor de su ayudante. Vaughan tenía en aquel entonces veintitrés años de edad. Durante sesenta y cinco años, Vaughan había tratado de alcanzar la cima, pero sin éxito. Esta última vez, cansado y triste, dio media vuelta con sus ayudantes y su equipo, y abandonó el intento.

¡Cuántas veces en la vida deseamos alcanzar una cima y no lo logramos! ¡Cuántos estudiantes comienzan con fe y esperanza la carrera de sus sueños, y a veces, aun antes de concluido el primer año, ya están guardando sus libros y archivando sus esperanzas!

¡Cuántos jóvenes ilusionados llegan a la gran ciudad con sueños de ser estrellas, y terminan lavando la losa en un restaurante de segunda, o lustrando autos en una gasolinera! ¡Cuántos hombres entran en la arena política soñando con llegar a la presidencia, pero quedan deshechos a mitad de camino por las intrigas, las falsedades y los espejismos de la complejidad política!

¿Y qué de los sueños acerca del matrimonio? ¡Cuántos jóvenes comienzan llenos de ilusiones, soñando con alcanzar la cúspide de la felicidad, sólo para descubrir, amargados, que la relación con su pareja no fue más que una pasión efímera!

Llegar a una cumbre es difícil. Nada que tiene valor viene fácil. Mientras más grande es lo que buscamos, más difícil es alcanzarlo. Así es la vida; pero está compuesta de años, meses, semanas y días. El secreto del éxito consiste en lograr las hazañas de la vida un día a la vez.

Así sucede también con las inquietudes espirituales. Si esperamos saber todos los detalles de la eternidad antes de emprender la subida, nunca obtendremos paz. Busquemos a Dios un día a la vez. Cada día, en las palabras del Maestro, digámosle al Padre celestial: «Danos hoy nuestro pan cotidiano» (Mateo 6:11). Dios desea nuestro triunfo, tanto material como espiritual. Vivamos el día de hoy con Dios a nuestro lado.

Hermano Pablo

VERSO DE PATRICIA OLIVERA - LÁGRIMAS DE SANTO


Al rodar por tus mejillas
Con gran dolor del corazón
Aquellas lágrimas sencillas
Dejaron huellas de pasión
Por el mundo que se pierde
Sin amor, sin compasión.

Aquellas lágrimas hoy duelen
Viendo al mundo sin perdón
Porque sabes, que si mueren
No gozarán tu salvación.

Lágrimas del Santo
Que se mezclaron con sudor
Porque amó al mundo tanto
Llevando todo su dolor.

Lágrimas benditas
Que me acercaron al Señor
Lágrimas con ruegos
De mi amado intercesor.

Patricia J. Olivera Costilla

¿AMAR POR OBLIGACIÓN?

¿Amar por obligación?



¿Has sentido alguna vez la carga de tener que amar a alguien? En la vida llevamos cargas de diferentes naturalezas, algunas más livianas, otras más pesadas. Por lo general tienen que ver con responsabilidades, con sufrimientos, con enfermedades o pérdidas, pero la “carga de dar amor” es difícil de imaginar. El amor está o no está, se siente o está ausente.

Sin embargo la Biblia nos dice en 1 Juan 5:3: "El amar a Dios consiste en obedecer sus mandamientos; y sus mandamientos no son una carga, porque todo el que es hijo de Dios vence al mundo."

El amor a Dios se expresa por medio de obediencia, y obedecer lo que no nos gusta se siente como una carga muy pesada, sobre todo cuando la obediencia nos aleja de lo que creemos nos hará bien y traerá felicidad. La palabra por su parte, insiste: “… y sus mandamientos no son una carga…” (1 Juan 5:3) ; “Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso. Porque el yugo que les pongo y la carga que les doy a llevar son ligeros." (Mateo 11:29).

Para poder juzgar cuán pesada es una carga debemos poder compararlas con otras. El Dios y Padre amoroso sabe que la “carga” de dar un paso de obediencia no se compara con la carga del pecado y sus consecuencias.

Nosotros en nuestro rol de hijos debemos amor y entrega total a nuestro Padre y creador. Dios no desea que le obedezcamos por obligación, quién puede obligarse a amar? De qué sirve un amor obligado? Dios desea más bien que el amor que sentimos por Él nos mueva a comportarnos como hijos agradecidos, hijos que buscan agradarle. En definitiva obedecerle será siempre para nuestro propio provecho.

Si te cuesta obedecer las leyes de Dios, pídele a Él que ponga Su amor en tu c orazón, y que sea ese amor el que te colme e inunde, que sea ese amor el que inspire tu vida, que el amor de Dios te lleve más allá de lo que puedes imaginar, que te enamore de tal manera que tu corazón desee fervientemente devolverle a Él un poquito de ese amor. El hacer Su voluntad y obedecerle pasarán a ser tal pequeñez, que no nos importará ceder, pues todo adquiere otra dimensión al ser comparado con el amor que Dios nos mostró por medio de Cristo Jesús.

“Padre, gracias por habernos hecho tus hijos. Gracias por habernos amado de tal manera, aún cuando en nuestro egoísmo te negamos el amor que te mereces. En todas las cosas dependemos de ti, hasta esto debemos venir a pedirte: Enséñanos a amarte como es digno de ti. Pon el amor de Cristo en nuestro corazón y enséñanos a amar como Tú lo hiciste. En el nombre de Jesús, AMÉN.”


Enviado por: Erica. E