martes, 28 de julio de 2009

CUANDO SE NOS CAE EL ESCENARIO

Todo iba perfectamente bien en el ensayo general. El Teatro de la Maestranza, en Sevilla, España, lucía como en sus mejores tiempos. Una compañía francesa habría de estrenar la célebre ópera «Otello» del gran maestro Verdi. Se hallaban en el primer acto, y cantaba Plácido Domingo.

De pronto, con estrépito, toda la tramoya se vino abajo. Cien personas que estaban en el escenario corrieron despavoridas. Diez de ellas salieron heridas, y una joven francesa, Annitk Jossette, quedó muerta en la escena.

Pocas veces ocurre que todo el escenario de un teatro se derrumbe por completo. Accidentes de menor cuantía abundan en la vida del teatro, pero que en un sólo ensayo, y con cien personas en escena, todo se venga abajo, ocurre muy pocas veces. «Gajes del oficio», comentó uno de los heridos.

Ahora bien, podrá caerse la tramoya de un teatro, pero es cosa muy distinta que se venga al suelo la estructura entera de nuestra vida.

¿Qué hacer cuando lo que hemos pacientemente creado, edificado y cuidado a lo largo de muchos años —una buena posición económica, una linda familia, prestigio social, un agradable círculo de amistades y deleitosas actividades— se viene de pronto abajo?

¿Cuando el médico, por ejemplo, nos dice: «Lo que usted tiene, señor, es cáncer, y sólo le quedan seis meses de vida», qué podemos hacer?

O ¿qué hacer cuando por un derrumbe económico todo lo que teníamos ganado se reduce a nada, y casa y ahorros y trabajo se esfuman?

O ¿qué puede hacer la señora cuando el esposo, padre y jefe del hogar anuncia que otra mujer ha tomado el lugar de ella?

Los del Teatro de la Maestranza de Sevilla comenzaron a retirar con paciencia todas las tablas, telones, cables y luces que se habían venido abajo, y a los dos días reiniciaron el ensayo. Pero nosotros, ¿qué podemos hacer?

Cuando todo se viene abajo, necesitamos dos cosas. Una, por supuesto, es la solución a nuestro problema inmediato. La otra, y esta es la más importante porque permanece toda la vida, es una fe inquebrantable en la persona de Jesucristo. Cuando sabemos que Dios, en la persona de Cristo, es nuestro amigo, la vida entera, con todos sus problemas, se hace soportable.

Cristo desea estar a nuestro lado para ayudarnos a través de las vicisitudes de esta vida. Invitémoslo a que sea nuestro amigo.

Hermano Pablo

LA AVARCIA ESPIRITUAL

“Mejor es lo poco con el temor del Señor, Que el gran tesoro donde hay turbación” (Proverbios 15:16). Se cuenta la historia de dos billetes de dinero, ya viejos, que regresaron a la tesorería de Estados Unidos. Uno de elles era de 20 dólares y el otro de 1 dólar.

Estaban en el mismo saco y empezaron a conversar. “Pasé por bellas tiendas, excelentes restaurantes, clubs campestres y lugares exóticos”, dijo el billete de 20 dólares. “¿Y usted?”

preguntó el mismo billete. “Lo único lugar por donde pasé ha sido la iglesia.”

Muchos de nosotros hacemos el mismo. Valoramos todo qué el mundo ofrece: coches nuevos, casas lujosas, ropas elegantes, paseos al exterior y otras cosas más. Soñamos con la posibilidad de tener todo eso y envidiamos aquéllos que ya alcanzaron su “dicha”. Murmuramos con Dios por no bendecirnos de la misma forma y lamentamos el hecho de vivir una vida pobre y sin atractivos. Queremos recibir lo mejor pero, ni pasa por nuestra cabeza, dar lo mejor mejor.

Damos a Dios el billete más amasado que encontramos en el bolsillo o en la bolsa. Damos a Él lo demás de nuestro tiempo y de nuestra motivación. Damos a Él lo mucho de nuestra incredulidad y bien poco de nuestra fe. Reservamos a Él las quejas y lamentaciones y donamos nuestro canto para cosas y lugares superfluos y sin ninguna importancia.

Llamamos a Dios de injusto y olvidamos de nuestra indiferencia, de nuestra mala gana, de nuestra ingratitud.
Si fuésemos a parar un poco para ver cuanto Dios ya nos dio, a pesar de nuestra “avaricia” espiritual, veríamos que somos las más ricas de las criaturas, las más contempladas de la tierra, las que tienen todos los motivos para vivir cantando y bailando por tantas bendiciones recibidas.

¿Da usted a Dios lo mejor que tiene o apenas aquello que no usa en sus prioridades?

El Mensajero

“Mejor es lo poco con el temor del Señor, Que el gran tesoro donde hay turbación” (Proverbios 15:16). Se cuenta la historia de dos billetes de dinero, ya viejos, que regresaron a la tesorería de Estados Unidos. Uno de elles era de 20 dólares y el otro de 1 dólar.

Estaban en el mismo saco y empezaron a conversar. “Pasé por bellas tiendas, excelentes restaurantes, clubs campestres y lugares exóticos”, dijo el billete de 20 dólares. “¿Y usted?”

preguntó el mismo billete. “Lo único lugar por donde pasé ha sido la iglesia.”

Muchos de nosotros hacemos el mismo. Valoramos todo qué el mundo ofrece: coches nuevos, casas lujosas, ropas elegantes, paseos al exterior y otras cosas más. Soñamos con la posibilidad de tener todo eso y envidiamos aquéllos que ya alcanzaron su “dicha”. Murmuramos con Dios por no bendecirnos de la misma forma y lamentamos el hecho de vivir una vida pobre y sin atractivos. Queremos recibir lo mejor pero, ni pasa por nuestra cabeza, dar lo mejor mejor.

Damos a Dios el billete más amasado que encontramos en el bolsillo o en la bolsa. Damos a Él lo demás de nuestro tiempo y de nuestra motivación. Damos a Él lo mucho de nuestra incredulidad y bien poco de nuestra fe. Reservamos a Él las quejas y lamentaciones y donamos nuestro canto para cosas y lugares superfluos y sin ninguna importancia.

Llamamos a Dios de injusto y olvidamos de nuestra indiferencia, de nuestra mala gana, de nuestra ingratitud.
Si fuésemos a parar un poco para ver cuanto Dios ya nos dio, a pesar de nuestra “avaricia” espiritual, veríamos que somos las más ricas de las criaturas, las más contempladas de la tierra, las que tienen todos los motivos para vivir cantando y bailando por tantas bendiciones recibidas.

¿Da usted a Dios lo mejor que tiene o apenas aquello que no usa en sus prioridades?

El Mensajero

HOY..APRENDERE A PERDER

“Aún mas, a nada le concedo valor si lo comparo con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero por basura a cambio de ganarlo a él, y encontrarme unido a él, no con una justicia propia, adquirida por medio de la ley, sino con la justicia que se adquiere por medio de la fe en Cristo, la que da Dios con base en la fe” Filipenses 3:8
Vivo en mundo donde se exalta solo la ganancia y muchos están en una carrera desesperada por ganar y ganar mas.- Nadie quiere perder. Muchas veces yo he estado corriendo la misma carrera y hasta en el camino cristiano puedo escuchar que solo se habla de ganancia y se le ofrece a quien entra en la carrera cristiana que solo lo que tendrá de recompensa en un gran ganancia.
Hoy debo aprender que no todo en la vida es ganancia, también es perdida y aún en la vida cristiana hay que aprender a perder. Aún el Señor Jesús perdió…perdió algunos de sus discípulos cuando fue claro en su mensaje y a os pocos que le quedaron él les dijo…Queréis vosotros iros también? Perdió su respeto, porque fue ultrajado y herido. Perdió sus ropas y perdió hasta su vida.
El Apóstol Pablo también dijo en su carta a los Filipenses, “Lo he perdido todo por amor a Cristo”. En la vida cristiana entiendo que nunca podré entrar en la dimensión total de las ganancias en Cristo hasta que no asisto a mi propio funeral. No podré extender mi mano para apropiarme de las bendiciones hasta que no aprenda a entregarle todo a él. Y cuando quiero aferrarme a algo entonces lo pierdo. Jesús dijo claramente, el que quiera salvar su vida la perderá. Si, hay que perder bastante. Desde que me acerque a Cristo perdí mucho, más todo lo que perdí se torno en ganancia en la dimensión espiritual que es la más genuina y verdadera ganancia.
Hoy aprenderé a perder. No quiero ser solo un triunfalista que no quiere entregar nada y no quiere perder algo. Lo que quiero es ser un vencedor y todo vencedor pierde algo en la batalla. Todo caminante pierde algo en el camino . Todo comerciante pierde algo en sus negocios.
Lo que pierdo no se pierde….se convierte en semilla que aunque muere termina dando vida. De que sirve uno de los que siempre gana si al final del camino termino perdiéndolo todo. Quiero ser de los pierden en el camino para al final del sendero encontrarlo todo reunido en una persona…Jesús.
Señor. Gracias por tu bondad y amor. Gracias por tu protección y tu amor. Gracias porque me has colocado en el camino de la ganancia, pero también en el camino de la perdida. Si hay que perder lo pierdo, pero que sean las perdidas que a la larga producen el fruto en tu amor y en tu bondad. Quita el egoísmo de mi vida hoy, cuando siento la tentación de seguir solo ganando. Amen.

UN DOLAR

Un joven predicador fue invitado a último momento para que predicase un sermón en la iglesia de su ciudad. Siguiendo un impulso, usó como tema uno de los Diez Mandamientos: “No hurtarás”. A la mañana siguiente, subió a un autobús y le dio al conductor un billete de un dólar. El conductor le dio el cambio y él se dirigió a la parte trasera del vehículo. Echando un vistazo al cambio antes de guardarlo en su bolsillo, el hombre observó que el conductor le había dado diez centavos de más. Su primer pensamiento fue: La compañía de autobuses no se dará cuenta jamás de la pérdida de diez centavos.
Sin embargo, cambió de opinión rápidamente, sintiendo en su conciencia que los diez centavos no le pertenecían y que los debía devolver al conductor. Regresó al frente y le dijo al conductor: ” Usted me dio cambio de más”, y le devolvió los diez centavos.
Para su sorpresa, el conductor le contestó: “Sí, lo sé. Lo hice a propósito. Escuché su sermón ayer y lo estaba observando por el espejo mientras contaba su vuelto”.
El joven predicador había pasado la prueba a la cual fue sometido por el conductor… y dio un firme testimonio de su fe.
¡Que todos nuestros actos concuerden así con nuestras palabras!
Proverbios 22:1
Mas vale el buen nombre que las muchas riquezas.

EL PODER DE LA MANSEDUMBRE

Lectura: Éxodo 2:11-15; 3:7-12.
“En quietud y en confianza será vuestra fortaleza” Isaías 30:15
Las cataratas del Niágara son una de las vistas más espectaculares que yo jamás haya contemplado. El rugido de 170 mil metros cúbicos de agua cada minuto las convierte en el salto de agua más poderoso en Norteamérica. Sin embargo, muy poca gente sabe que más del 50% del agua del río se desvía por cuatro túneles gigantes antes de llegar a las cataratas. Este agua pasa por turbinas hidroeléctricas que suministran energía a las áreas cercanas en los Estados Unidos y Canadá antes de regresar al río, habiendo dejado bastante atrás las cataratas.
A algunos les encantaría que los demás pensaran que sus vidas son como las Cataratas del Niágara -salvajes, espectaculares y ruidosas. Pero el poder sin control se disipa en energía inútil. Moisés pensó que podía usar su poder como miembro de la realeza para causar la liberación del pueblo de Dios de la esclavitud. Utilizó mal su poder matando a un egipcio, lo cuál sólo disipó su poder porque perdió el respeto de su propio pueblo (Éxodo 2:11-15). Dios tuvo que enseñarle mansedumbre (Números 12:3).
Los mansos prosperan porque son quienes tienen el poder bajo control. Nuestro Señor dijo: «Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad» (Mateo 5:5). Puede que hayas estado tratando de vivir en este mundo por medio de tu propio poder. Deja que Dios te enseñe mansedumbre para que puedas vivir y depender de Su fuerza.
Nada es más fuerte que la fuerza bajo el control de Dios.