miércoles, 18 de marzo de 2009

HOY..TEMERE AL SEÑOR Y LE ADORARE

“Adoren al Señor con alegría y temor; inclínense ante él con temblor” Salmo 2:11
Si hoy deseo progresar en la virtud, necesito vivir en el temor del Señor y no buscar mi propia libertad, pero sí disciplinar mis sentidos y evitar la necedad vacía. Es un gran avance cuando el hombre considera y medita en su estado real de la vida y sobre los múltiples peligros de su alma, pues de esa manera se acerca perfectamente a la felicidad de la vida.
Cuando no atiendo a mis propias fallas, frecuentemente doy espacio a la risa vacía y preparo el camino a mi propia destrucción. Ninguna libertad es genuina y ningún regocijo es optimo a menos que esté fundamentado en el temor al Señor y en una buena conciencia y hoy quiero temer a Dios.
Feliz es el hombre que puede echar el peso de cada cuidado y recordar que sólo Dios le puede ayudar en largo camino de su diario vivir. Feliz es el hombre que lanza de su propia alma toda mancilla o pecado que carga su conciencia.
Feliz es el hombre que guarda su ojo para examinarse a si mismo y amonestarse a si mismo, antes de que otros lo hagan con él. Él tiene cuidado de conducirse así mismo con pureza porque en el fondo siente profunda reverencia hacia Dios y como José , puede decir: Cómo le haré esto al Señor.
Hoy es un buen día para temer al Señor y adorarle con alegría. Se que hoy necesito considerarme indigno de todos los favores recibidos de Dios y entender que si los recibo es por su gracia y bondad . Hoy quiero mantenerme contrito y humillado ante el Señor, porque si así lo hago el mundo me parecerá amargo y fastidioso y por ello jamás tomaré sus caminos.
Hoy oro humildemente al Señor que pueda darme espíritu de contrición. Hoy es día de oportunidad para adorarle mientras vivo en absoluta y completa reverencia a él. Me doblego ante su presencia y me humillo con gozo sabiendo que en ese espíritu podré contemplar cada falla de mi vida a la luz de la santidad de Dios.
Señor: Gracias por tu bondad y misericordia tan infinita. Hoy quiero reverenciar tu presencia y permitir que tu Santo Espíritu me escudriñe en tu santidad. Hoy quiero echar de mi alma toda carga que me asedia y vivir en genuino y completo arrepentimiento.
Se que este día es una oportunidad más recibida de tu mano para vivir en la pureza que tu presencia requiere. Señor, trata con las partes profundas de mi vida y mientras tanto yo te adorare con alegría. Amén.

UN HOMBRO PARA LLORAR

Quien no ha visitado Chascomús se ha perdido una experiencia formidable: excelentes paisajes naturales que se entremezclan con antiguas estancias y nuevos diseños arquitectónicos, una inmensa laguna que constituye un atractivo único para la pesca y la práctica de diversas disciplinas náuticas, y una población que recibe con suma calidez a los turistas que llegan a su ciudad cada fin de semana.
A pesar de las tremendas inundaciones que han azotado su geografía a lo largo de su historia, la actividad agrícola y agropecuaria sigue adelante gracias al compromiso de quienes trabajan, viven y sienten suya esta hermosa ciudad de la provincia de Buenos Aires.
¡Tengo tantos buenos recuerdos! ¡Tantas anécdotas que contar del tiempo que viví allí durante mi niñez!
Corría el año 1983 y mi primer grado en la escuela primaria me atemorizaba (¡para qué negarlo!). A mis seis años de edad empezaba a comprender que la situación nacional estaba cambiando. ¡Y cómo no darme cuenta! El candidato que ganó las elecciones presidenciales, constituyendo el retorno de la democracia argentina, era nada más ni nada menos que un chascomunense: Raúl Alfonsín.
Pero lejos de la política y los cambios que estaban por llegar, ese año también ocurrió algo que me sacudió: uno de mis compañeros, Lucas Alfonsín (sobrino del presidente electo), sufrió el fallecimiento de su mamá. ¡Imagínese! ¡Seis años de edad! Debo confesar que no sabía qué hacer. Mis compañeros tampoco. Estábamos profundamente consternados.
Aquella fue la primera vez que sentí muy de cerca el sufrimiento ajeno, y no supe qué hacer. Luego, a través de los años, sucedieron otros hechos similares con amigos, familiares y gente que conozco. Nuevamente no supe qué hacer.
¿Pero sabe algo? Finalmente llegué a la conclusión que aquel que sufre no espera sólo nuestros consejos o nuestros buenos deseos. Sencillamente necesita un hombro sobre el cual llorar, una mirada que preste atención y dos oídos dispuestos a escuchar. Alguien, en definitiva, que traspase la estructura de las frases hechas y con su propia vida exprese: aquí estoy, te acompaño, puedes contar conmigo.
La Biblia señala: El que habla sin pensar hiere como un cuchillo, pero el que habla sabiamente sabe sanar la herida. Las palabras amables son como la miel: endulzan la vida y sanan el cuerpo (Proverbios 12:18, 16:24).
Seamos parte del cambio.. ¡una persona a la vez!
Cristian Franco
Muy cerca de ti quizás hay alguien que necesita solo un hombro para llorar.
Mateo 5Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

DA UN PASO

Lectura: Deuteronomio 30:15-20
Amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días. —Deuteronomio 30:20
En un centro comercial en Coventry, Inglaterra, los investigadores colocaron coloridos anuncios a lo largo de las barandillas de una escalera que decían: «Subir las escaleras protege su corazón». A lo largo de un periodo de seis semanas, el número de personas que eligieron subir las escaleras tradicionales en vez de las escaleras mecánicas que había al lado se elevó a más del doble. Los investigadores dicen que cada paso cuenta, y que el comportamiento a largo plazo sólo cambiará si los anuncios se ven con regularidad.
La Biblia está llena de «anuncios» que nos instan a obedecer al Señor y seguirle incondicionalmente. Justo antes de que el pueblo de Dios entrara en la Tierra Prometida, Dios le dijo: «Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal;… escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días» (Deuteronomio 30:15,19-20).
Muy a menudo esperamos que nuestras vidas cambien por medio de un gigantesco salto de fe, una profunda decisión, o algún acto significativo de servicio. En realidad, la única manera en que cambiamos es dando un paso cada vez; y cada paso cuenta.
Prestemos hoy atención a los anuncios y demos un paso de obediencia sincera hacia el Señor.
Un pequeño paso de obediencia es un gigantesco paso hacia la bendición.

"JESÚS LLORO·"

Por la noche durará el lloro,y a la mañana vendrá la alegría.
Salmo 30:5.

Si crees, verás la gloria de Dios.Juan 11:40.

“Jesús lloró” (Juan 11) .

Este conmovedor versículo 35, el más corto de la Escritura, muestra a nuestro Salvador mezclando sus lágrimas con las de una familia y una asistencia entristecida, a pesar de que estaba a punto de resucitar a Lázaro. ¿No es un pensamiento consolador para aquellos que atraviesan días de luto? Jesús sentía simpatía por los suyos en todas sus angustias y penas.

Lloraba a causa de las trágicas consecuencias del pecado. Lloró no sólo porque Lázaro había muerto, sino porque todos los hombres estaban bajo el dominio de la muerte. Pocos días después él mismo cargó con el pecado para expiarlo. Es la obra de salvación efectuada en la cruz a favor de todos aquellos que creen en él.

Marta, la hermana del muerto, había expresado su fe de manera notable en su encuentro con Jesús. Ahora, al pensar en la corrupción del cuerpo, le vinieron dudas y su fe se debilitó. Entonces el Señor le recordó su promesa: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” (v. 40). Con voz de mando Jesús llamó a Lázaro y éste salió de la tumba, aún envuelto en las vendas. Jesús pidió que lo desataran para que volviera a tener una total libertad.

Hoy en día, ¡cuántos cristianos, aunque librados de sus pecados por la fe en Jesucristo, aún permanecen ligados a sus costumbres de otros tiempos! Es necesario que comprendan el valor de la obra libertadora efectuada por el Señor Jesús.

“Consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:11).

EL AGUA QUE DA VIDA

«Cirilo Martínez, a medio emborrachar, era una bestia peligrosa…. Flaco y alto, tenía la fuerza sorprendente de ciertos individuos correosos….

»[Cuando estalló] el conflicto del Chaco [entre Paraguay y Bolivia]…. Cirilo… fue al frente, a pesar de sus cuarenta y tres años, como teniente de reserva….

»Al hallarse por primera vez en su vida con alguien a quien mandar, la aviesa crueldad reprimida afloró potente, aún en ausencia del estímulo alcohólico….

»… El frente se ensanchaba. No había tiempo de descansar….

»Sus [cantimploras] estaban vacías; no habían hallado agua en el trayecto. Pero un día sin beber, aunque feo, no mata. Al ir beberían a gusto….

»Pasado ya el mediodía, seca la garganta, la lengua de madera [les llenaba] la boca….

»Anochece. La sed es un martirio….

»Al tercer día de vagar… viéndose a cada instante obligados a torcer el rumbo, los hombres sedientos tienen gestos desatentados de loco…. El sol pica inmisericorde.

»… Por fin dan con… un hilo de agua [que] se diseña inmóvil como una lombriz muerta…. Avanzan todo lo de prisa que les dan las fuerzas, jadeando…

»Cirilo quiso adelantarse. Cayó al suelo agotado. Cleto, el asistente, se aproximó al agua trastabillando; sacó del bolsillo su vaso… lo llenó como pudo; lo llevó al teniente.

»—Aquí tenés, mi teniente. Un vaso solo y despacio, que na. No hay que beber mucho.

»Cirilo le arrebató el vaso, lo apuró de un trago, se incorporó enseguida y marchó a tropezones hacia la charca. Bebió un vaso del lodoso líquido; luego otro, y otro. Los hombres, temblorosos, paladeaban con superstición el agua, mojándose las sienes. Se acercaron a Cirilo; quisieron tomarle de los brazos.

»—Anina upéicha, mi teniente. Hay que beber de a poquito.

»Cirilo sacó el revólver.

»—Déjenme, añamemby…

»Siguió bebiendo. Cuatro, cinco, seis vasos. Uno más. Por fin, saciado, quiso incorporarse. Lo intentó varias veces. Perdido el resuello, cayó de bruces sobre la tierra grisácea, jadeando penosamente. Gimió. Se llevó las manos al pecho. Los hombres se miraban; miraban al postrado Cirilo, que se retorcía apretando los dientes mientras un hilo de saliva se escapaba en largo chirrido de entre los labios…. Los hombres… llevaron en vilo el cuerpo del teniente. Lo dejaron boca arriba en el suelo….

»Se echaron por tierra; dormitaron… un rato. Cuando despertaron, Cirilo acababa de morir….

»—Demasiada agua. Lo mató —dijo el cabo.1

Así narra la escritora hispano-paraguaya Josefina Plá, en su cuento titulado «Cuídate del agua», lo que sucede cuando una persona con una sed insaciable, a fin de mitigarla, bebe demasiada agua. Gracias a Dios, lo que sacia nuestra sed espiritual no es la cantidad sino la calidad del agua que bebemos. Es que el agua que nos ofrece su Hijo Jesucristo, lejos de tener la capacidad de convertirse dentro de nosotros en un manantial del que brota la muerte, se convierte más bien en un manantial del que brota vida eterna, de modo que el que bebe de ella no vuelve a tener sed jamás. Pidámosle a Dios hoy mismo que sacie nuestra sed con esa agua que da vida.2