lunes, 9 de mayo de 2011

¿DÓNDE ESTABAS TÚ CUANDO YO TE NECESITABA?

Solemne, transcurría el funeral. Yacía en la caja un eminente clérigo que había dedicado toda su vida a servir a la humanidad. Largas filas de personas que habían recibido de él algún consejo sabio, alguna ayuda espiritual, incluso algún beneficio material, testificaban cuándo, cómo y en qué circunstancias el reverendo les había ayudado.

En eso se acercó al ataúd un joven de unos treinta años de edad. Estaba mal vestido, sucio, con barba de una semana y con todas las trazas de alcohólico. Miró detenidamente al cadáver en la caja y, con emociones encontradas como de tristeza mezclada con resentimiento y odio, dijo: «Papá, ahora me doy cuenta dónde estabas tú cuando yo más te necesitaba.»

Esta historia verídica, con profundo sentido humano, de un pastor eminente que dedicó toda su vida a proveer ayuda espiritual y consejo profesional a miles de personas, pero que no tuvo tiempo de prestarle atención a su propia familia, nos deja una tremenda lección.

El proverbista Salomón, entre sus sabias máximas, escribió la siguiente: «Me obligaron a cuidar las viñas; ¡y mi propia viña descuidé!» (Cantares 1:6). Qué fuerte reprensión es ésta a los padres que cuidan de todo y de todos, pero se olvidan de ser amigos, consejeros y verdaderos padres de sus propios hijos.

El pastor de la historia aconsejó a miles, hasta tener en su archivo más de tres mil tarjetas con nombres de personas a quienes había ayudado psicológica y espiritualmente. Pero entre esas tarjetas no aparecía la de su hijo.

¿Quiénes deben tener prioridad en el corazón, en los sentimientos y en el calendario de un esposo y padre? Su esposa y sus hijos. Nadie tiene más derecho que ellos a la atención, al amor, al cuidado y a la protección de ese padre.

A cada uno de los que somos padres nos conviene examinarnos en este sentido. ¿Les hemos dado a nuestros hijos la atención, el tiempo y el interés que ellos tanto necesitan de nosotros? Nuestra responsabilidad primaria es, sin excepción, la familia: esposa e hijos. Nadie ni nada en este mundo debe ser más importante que nuestra familia.

Jesucristo, que es el Señor de la vida, puede hacer de un hombre, desde el más sencillo hasta el más ilustre, un gran padre. Él quiere ayudar a cada uno. Basta con que nos postremos ante Él y le digamos con toda sinceridad: «Señor, me entrego a ti. ¡Ayúdame!»

Hermano Pablo

AMOR TANGIBLE

Lectura: Juan 19:25-30.
"Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo" Juan 19:26
La biblioteca Chester Beatty, en Dublín, Irlanda, alberga una maravillosa colección de fragmentos antiguos de la Biblia. Uno de ellos, muy pequeño, es una porción de Juan 19. Esta parte del Evangelio de Juan describe el momento en que Jesús, durante Su crucifixión, le habló a Su madre demostrando el amor que sentía por ella y el interés en su bienestar. Las palabras pertenecen al versículo 26, donde leemos: «Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo».
Mientras observaba detenidamente ese antiguo fragmento, volví a quedar impactado por el amor tan tangible de Jesús hacia Su madre y Su amigo. Con palabras sumamente claras, hizo que el mundo supiera de ese amor y cariño al mostrarse interesado en que Su amigo cuidara a Su madre cuando Él se fuera. Colgado en la cruz, Jesús le dijo a Juan: «He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa» (v. 27).
En algunos lugares del mundo, hoy se celebra el día de la madre; por esta razón, creo que sería una oportunidad maravillosa para expresarle públicamente tu amor a tu mamá, si todavía la tienes, o de agradecerle al Señor por ella, si ya no está más contigo. Después de hacerlo, muéstrale de maneras tangibles cuánto la amas y todo lo que significa para ti.
Dios, bendice a mi madre. Todo lo que soy o espero ser se lo debo a ella. —Abraham Lincoln