sábado, 26 de septiembre de 2009

SOY SU CONSENTIDA

MILES Y MILES DE CARTAS


La cantidad fue creciendo y creciendo. Al principio sólo era una cuenta de interés local. Después se hizo de alcance mundial. Eran cartas: cartas y tarjetas que llegaban de todas partes del mundo.

Craig Shergold, niño inglés de diez años de edad, se moría de cáncer. Su caso, cáncer inoperable al cerebro, despertó simpatía a nivel mundial, y como que el mundo entero volcó su interés en favor del niño.

Entre las miles de cartas que recibió había una que decía: «Yo me haré cargo de la operación del niño.» La carta venía de John Kluge, un millonario norteamericano. Él había hablado con Neal Kasell, eminente neurocirujano, y éste se había comprometido a ver al niño.

Todo fue minuciosamente preparado: el vuelo a Inglaterra, el diálogo con el doctor del niño, el examen y la fecha para la cirugía. Por fin llegó la hora, y la operación, sumamente difícil, fue todo un éxito, y el niño recuperó la salud.

Quizá nunca nadie recibió tantas cartas en toda su vida como este chico inglés. Pero fue una sola, la carta de John Kluge, la que le trajo la salud.

Son muchas las cartas que se escriben diariamente en este mundo. Y uno se pregunta: ¿Qué dicen todas esas cartas? ¿Qué cuentan? ¿Qué informan? La respuesta es obvia: cosas y asuntos humanos.

¿Cuántas de esas cartas traerán alivio? ¿Cuántas levantarán el ánimo? ¿Cuántas mitigarán penas y dolores? ¿Cuántas producirán alegría y felicidad?

Cada uno de nosotros puede escribir esa carta que traerá salud al moribundo. Siendo así, escribámosla. Escribamos cartas, pero no de odio ni de resentimiento. Escribamos cartas de ánimo, de alegría, de consuelo. Levantemos el corazón del triste. Infundámosle fuerzas al débil. Calmemos al atormentado. Consolemos al desconsolado. Quizá uno de nosotros sea la única persona que pueda traer esperanza al que ya no quiere vivir.

¿Hay alguna persona en nuestra vida que necesita aliento? Escribámosle, y digámosle que la amamos. Digámosle también que Dios le ama. No tenemos que aconsejarla ni sermonearla. Lo único que tenemos que hacer es amarla. Esa es la medicina que traerá la salud que nuestros conocidos tanto necesitan.

Si nos cuesta trabajo escribir una carta así, pidámosle a Jesucristo que entre en nuestro corazón. El amor de Cristo invadirá nuestra alma y se desbordará en amor hacia aquel amigo que necesita aliento. Escribamos esa carta. Escribámosla hoy mismo.

Hermano Pablo

HOY..QUIERO TENER LA SENSIBILIDAD DE CISTO

“Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” Gálatas 4:19.
Hoy como discípulo necesito entender mi vida en un mundo que exige un costo o precio. Cuando Dios se encarnó, él penetró el tiempo y el espacio en Cristo Jesús, para redimir al hombre caído, pero Dios no podía hacer esto sin costo alguno.
Pablo nos dice que él ahora sufre dolores de parto hasta que Cristo sea formado en los creyentes y se que dolores de parto habla indudablemente de un costo y de un precio. Hasta que Cristo sea formado. Yo hoy debo estar dispuesto a pagar el precio de tener la sensibilidad de Cristo.
Dietrich Bonhoeffer dice que la imagen de Cristo es formada en nosotros solo cuando sufrimos por él. Esto es debatible, pero por lo menos si es verdad que para Dios venir a ser hombre en Cristo significó, rechazo, soledad y finalmente la muerte. Cuando Cristo viene a morar a mi vida él trae la intensidad de sus sentimientos con él.
Esta es la razón por la cual un cristiano es más sensible que una persona no salvada en relación al mal y a lo errado. Mientras Cristo más me posee y me gobierna, más sensible soy. El Señor Jesús es la persona más sensible que ha existido en el mundo. Yo no puedo caminar por la vida con Cristo sin llegar a sentir el profundo sentimiento al ver que se pierden y viven sin Dios.
Una cosa de la cual estoy consciente es que así como Cristo es el ser más sensible que ha caminado por la tierra, Satanás es el ser más insensible. Si él poseyera algún sentimiento noble y puro no sería Satanás. Él es el lo opuesto a Dios. Hoy se que una marca de un verdadero discípulo es: La expresión sensitiva hacia el mal y la expresión de compasión por los atados a ese mal.
Quiero en este día sentir los dolores de parto que sintió Pablo hasta que Cristo sea formado en aquellos que aún no le conocen y el precio que debo pagar es el precio de sentir lo Cristo sintió por los perdidos y los atados al pecado.
“Señor. Gracias por devolverme los sentimientos que había perdido por el pecado y la maldad. En tu Cruz no solo encontré perdón pero también me devolviste la sensibilidad. Hoy quiero ser sensible a aquellos que aún no te conocen. Amén.

BAJO SUS ALAS

Un artículo en National Geographic varios años atrás mostraban una foto impactante de las Alas de Dios.
Después de un incendio forestal en el Parque Nacional de Yellowstone, los guardabosques iniciaron una larga jornada montaña arriba para valorar los daños del incendio.
Un guardabosque encontró un pájaro literalmente petrificado en cenizas, posado cual estatua en la base de un árbol. Un poco asombrado por el espeluznante espectáculo, dio unos golpecitos al pajarillo con una vara.
Cuando lo hizo tres diminutos polluelos se escabulleron bajo las alas de su madre ya muerta.
La amorosa madre, en su afán de impedir el desastre, había llevado a sus hijos a la base del árbol y los había acurrucado bajo sus alas, instintivamente conociendo que el humo tóxico ascendería. Ella podía haber volado para encontrar su seguridad, pero se había negado a abandonar a sus bebes.
Cuando las llamas llegaron y quemaron su pequeño cuerpo ella permaneció firme. Porque había decidido morir para que aquellos que estaban bajo sus alas pudiesen vivir.
Salmo 91:4 “Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; ”
“Ser amado de esta manera debería marcar una diferencia en tu vida. No olvides a Aquél que te amó y murió por ti.
…Tu vida debería ser diferente sólo por eso.”