miércoles, 30 de abril de 2014

jueves, 24 de abril de 2014

lunes, 21 de abril de 2014

HASTA LA BASURA SIRVE PARA ALGO

Mirar desde la ventana de ese sexto piso era ver un paisaje gris y sombrío. Porque la ventana de ese apartamento daba a un oscuro callejón del barrio de Harlem, Nueva York. Y el callejón era, en sí mismo, un enorme depósito de basura infestado de ratas.
Fue por esa ventana, a treinta metros de altura, que cayó el pequeño Ramal Gentry, de dos años de edad, hijo de Rhonda Gentry. Pero la basura lo recibió blandamente, como los brazos mismos de su madre, y el pequeño no sufrió más que el susto. «Dios y la basura —declaró después la madre— hicieron el milagro.»
Es interesante cómo aquello que tenemos por inservible viene a veces a salvarnos de algún desastre. Se supone que la basura no sirve para nada. Por eso la quitamos de la casa, la metemos en bolsas plásticas o de papel y la llevamos a un basurero. O la dejamos en el sitio indicado para que la recoja la municipalidad.
Las grandes ciudades del mundo recogen cada día millones de toneladas de basura y la llevan lejos, para que no ofenda a nadie. Pero con esa basura se rellenan terrenos baldíos, o se pone la base para nuevos caminos, o se quema y se saca de ella energía.
En el caso del pequeño Ramal, la basura sirvió para salvarle la vida y para que su madre elevara una oración de gratitud a Dios.
En la célebre parábola del hijo pródigo relatada por Jesucristo, se cuenta del joven que vivió perdidamente derrochando toda su herencia. Lo gastó todo hasta que se vio pobre y derrotado, cuidando cerdos y comiendo basura. Pero esa miserable situación sirvió para que el pródigo tuviera una reacción moral, que lo hizo regresar a la casa de su padre y al albergue de la familia.
¿Será posible que nos hallemos hoy en medio de lo que consideramos un montón de basura? Es más, ¿nos consideramos nosotros mismos basura? Quizá la vida nos haya vencido. Quizá los vicios nos tengan derrotados. Quizá nos hallemos quebrantados, amargados, desalentados. Quizá hayamos perdido toda esperanza de recuperación y aun todo deseo de vivir.
Ha llegado entonces el momento de reaccionar. Ha llegado el momento de pedir socorro divino. Ha llegado el momento de confesar, como el hijo pródigo: «He pecado contra el cielo y contra ti» (Lucas15:21). Y clamar: «¡Ayúdame, Señor!» Jesucristo puede sacar a todo ser humano de cualquier basurero, no importa lo grande o maloliente que sea. Basta con que clame a Dios en medio de su dolor. Él sólo espera oír su clamor.
Hermano Pablo

SEPARACIÓN ENTRE IGLESIA Y ESTADO

El juicio estaba llegando a su fin. Toda la evidencia pesaba en contra del acusado. La sentencia de muerte sin duda caería sobre Carlos Chambers. Había matado a una mujer de setenta años para robarle. Seguramente lo condenarían a la cámara de gas.
El fiscal, a fin de reafirmar su tesis, tuvo la ocurrencia de citar la Biblia: «Dios dice que el que derrama sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada.»
Ante esto el abogado defensor pidió que se anulara la sentencia, y el juez se vio obligado a conceder la petición. La ley dictaba que no se podía citar la Biblia para acusar a un hombre. Esto se debía a que en ese país había estricta separación entre Iglesia y Estado. Así que por referirse a la Biblia, el fiscal perdió su caso.
He aquí un caso interesante. Sucede en un país donde ocurren toda clase de argucias jurídicas extrañas, y se presta para una seria reflexión. Un asesino merece la pena de muerte. No debiera haber escape. Pero al citar la Biblia para condenarlo, se ponen en juego tretas jurídicas, y el hombre se salva.
Vale la pena preguntarnos: Al fin de cuentas, ¿en qué se basan las leyes humanas de todos los países del mundo para definir un delito? Si no puede citarse la Biblia en el juicio de un asesino, tampoco debe poder citarse para condenar a un adúltero, o a un mentiroso, o a un ladrón, o a quien sea culpable de cualquier delito.
Los Diez Mandamientos, que se encuentran en el Libro Sagrado, fijan y establecen la moral humana. Si no hubiera Biblia y no existiera ese Decálogo de Moisés, el hombre no tendría ley a la cual sujetarse. ¿Cuál sería el resultado? Se regiría sólo por la violencia y la fuerza. Su única ley sería su propio capricho personal.
En los días previos al diluvio universal, nadie obedecía a nadie. No había ley, no había moral, no había norma de vida. Regía sólo la violencia. Cada uno establecía su propia ley. Fue entonces que Dios envió el diluvio, para comenzar un nuevo pueblo.
Lo cierto es que aunque Dios jamás hubiera mandado a escribir sus mandamientos en tablas de piedra o en ninguna otra parte, el homicidio sería criminal, el adulterio sería inmoral, el robo sería ruin, y todo pecado sería maligno. Lo que no está escrito en tablas de piedra, está escrito en la conciencia humana. Y todos hemos violado la ley de la conciencia.
¿Habrá salvación para el pecador? Sí, la hay, con toda seguridad. Por eso dio su vida Jesucristo en la cruz del Calvario: para pagar el precio de nuestra redención. Podemos acudir a Él. Cristo murió por nuestra maldad. Por eso se llama Salvador. Rindámosle nuestra vida.
Hermano Pablo

LA AMABILIDAD

Esta semana tuve que hacer un reclamo referente a mi auto que probablemente sería muy difícil de que me lo aceptaran. Habían pasado 6 meses y claro en ese tiempo todo puede cambiar. Cuando estaba por tomar el teléfono para llamar, el Señor me dijo "se amable cuando hablesy pensé, bueno en estas cosas ser amable no ayuda, cuando uno reclama algo tiene que decirlo con firmeza y hasta casi enojarse un poco.
Lo cierto que el Señor me dijo: se amable y asíme lo propuse tome el teléfono y hable con una señora y le dije: buenos días y muy amablemente tratéde explicarle la situación. La señora me escuchó y me dijo, espere un momento por favor, trato de explicarle la situación a una segunda persona y finalmente me solicitan que pase por el taller mecánico para revisar el asunto.
Yo ya me imaginaba la situación, discutiendo y en fin…. salíy llegue al lugar, cuando entre a la oficina lo primero que encontréera un cartel que decía: "la amabilidad es nuestra fortaleza" y asífue, para resumirles el asunto me resolvieron el tema en menos de 5 minutos. La amabilidad es una llave.
Si, la amabilidad es sin duda un arma poderosa, es un elemento que prepara el camino por el cual vamos a transitar, es dejar de lado las diferencias para encontrarse en un camino de resolver los problemas.
Muchas veces nosotros tratamos de controlar las situaciones y esperamos que sean amables para ser nosotros amables pero eso no funciona siempre, y cuando no funciona esto significa que antes alguien se nos adelantóa nosotros
¿Cuál es la forma de ser amables y cómo podemos realmente poner de nuestra parte?
Veamos lo que dice la Biblia al respecto y creo que hoy vamos a descubrir una tremenda llave que nos va a bendecir de forma increíble.
Veamos lo que dice la Biblia al respecto:
Alégrense siempre en el Señor. Insisto:¡Alégrense
Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca. 6 No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.
Pongan en práctica lo que de mí han aprendido, recibido y oído, y lo que han visto en mí, y el Dios de paz estará con ustedes.
Filipenses 4:4-9
La amabilidad necesita de: "Alegría", la Biblia dice alégrense siempre, quiere decir que este ingrediente es fundamental, alegrarse.
Alegrar significa: Avivar, hermosear, dar nuevo esplendor y más grato aspecto a las cosas.
Es mirar con ojos diferentes, es ver el lado bueno de las cosas, es confiar que las cosas puedan cambiar aunque estas no se vean así.
La alegría es un condimento fundamental para nuestro ánimo y si nosotros tenemos la capacidad de darle ese contraste a las cosas por más que sean difíciles vamos a aprender una conducta poderosa.
En Proverbios 15:13a leemos el corazón alegre hermosea el rostro.
Una sonrisa abre camino, prepara un diálogo, ayuda en un momento difícil, una sonrisa tiene la capacidad de aliviar el dolor, calmar el temor, llevar confianza.
Si bien alegrarse en una situación difícil puede ser todo un desafío, pero es sin duda un perfecto remedio para cualquier situación. Una sonrisa disipa los aires más densos, hecha fuera las nubes más oscuras.
El texto habla también acerca de la amabilidad. ¿Sabe usted que significa la palabra amable? "Digno de ser amado"
Es decir que usted siendo amable se prepara para que otro le tome cariño, sabe que para eso no tiene que hacer lo que la gente quiere, solo tiene que ser amable y eso es prepárese para que la gente le tome cariño. Se puede comparar esa palabra con ser amigable, uno se prepara para que la gente pueda tener amistad.
Prepararse para que otros le tomen cariño es predisponerse al cariño de otros.
Siguiendo el texto que venimos leyendo:
"NO se inquieten por nada"
Aquícomienza un paso muy valioso, antes de enojarse, preocuparse pelearse, contestar duro, tiene que, no inquietarse, es decir no dejar que lo que está sucediendo le lleve a experimentar inquietud, incomodidad, temor, miedo angustia.
Frente a una situación de peligro siempre dicen: "NO TENGAN PANICO"y tratan de que uno pueda tranquilizarse en ese momento. La inquietud no le llevaráa ningún lado.
Asíse esté viniendo abajo el avión que usted está necesita pensar y tratar de hacer lo correcto.
Ore y presente lo que pasa a Dios
Yo sé que muchas veces no es fácil esto, pero el que no sea fácil no quiere decir que esto no sirve.
Usted debe entregar a Dios la situación y debe hablar con Él.
Mucha gente que estápasando un momento de su vida difícil y va a buscar ayuda, lo primero que necesita es contar lo que pasa, descargar la angustia, relatar lo que sentimos es fundamental para nosotros y Dios lo sabe y por eso Él dice: habla cuéntame lo que pasa, no te lo calles.
No trate de pensar que Dios haráy como lo hará, concéntrese en lo que usted debe hacer y deje a Dios hacer su parte.
Dé gracias
Es más la Biblia dice aquíque debemos dar gracias, suena un poco extraño esto, pero por más extraño que suene esto es muy importante, lo encontramos en varios textos bíblicos!
1 Tesalonicenses 5:16-18
“Estén siempre alegres. Nunca dejen de orar. Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús.”
La gratitud tiene sentido a causa de nuestra pertenencia, a causa de lo que somos. Dios ama la gratitud y a través de ella es donde activa en nosotros una nueva forma de entender las cosas y de pensar.
La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento
La gratitud nos lleva a una dimensión en donde sin entender las cosas comenzamos a experimentar la maravillosa mano de Dios.
Cuidarátu corazón: quienes sufren del corazón saben, lo importante que es cuidarlo, algunos me dicen: pastor que constante es usted con la alimentación y los ejercicios y yo pienso por dentro es laúnica salida. Cuidar el corazón es darle no lo que no necesita, sino lo que necesita, cuando usted está mentalmente afectado su corazón sufre.
¿Vea que le pasa cuando usted está nervioso? el corazón comienza a latir como loco.
Los pensamientos buenos traen tranquilidad al corazón y aquíse refiere al corazón del músculo. En la Biblia el corazón se compara con la mente, pero aquíestá claro, se refiere al músculo.
No te pongas nervioso, trata de calmarte, respira hondo, piensa despacio, trata de que la paz de Dios comience a afectar su vida. Cuidarátus pensamientos, cuando usted tenga la paz que viene de Dios podrápensar mejor, Dios cuida sus pensamientos y le ayudaráa que pueda pensar de forma plena y firme y le traerátranquilidad.
Los pensamientos son el área que más ataca Satanás, allíél está haciendo un montón de cosas.
Yo digo siempre y lo repito muchas veces: "NO PIENSE CON LA CABEZA DE LOS OTROS USE LA SUYA"
Quiero decir que si usted especula con los que los otros piensan, lo más probable es que se equivoque, deje eso y piense como dice la Biblia y allítiene la lista:
todo lo verdadero,
todo lo respetable,
todo lo justo,
todo lo puro,
todo lo amable,
todo lo digno de admiración,
en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.
Dios estarácon ustedes:
Esto es lo que va a ocurrir, sí, el Dios de paz estarácon ustedes y esto es lo mejor que nos puede pasar.
Propóngase hoy ser amable,
¿Sabe las cosas que usted puede cambiar?
¿Sabe usted que de un encuentro amable se puede evitar una guerra?
¿Sabe que de un encuentro no amable se puede desatar una guerra?
Hoy es el día para dar el primer paso y dejarse amar!!


" Abandona al compañero de su juventud,
y olvida su compromiso con Dios"
Proverbios 2:17

martes, 15 de abril de 2014

EL ASESINO SILENCIOSO

La noche estaba fría, como suelen ser las del otoño en Toronto, Canadá. Dentro de la casa el ambiente era grato. Había habido una rica cena, con diez personas alrededor de la mesa familiar. Habían disfrutado juntos de un buen programa de televisión, y ya era hora de ir a la cama. Así que todos —padre, madre y ocho hijos, entre los once y los veinticinco años de edad— se retiraron a dormir.
Encendieron el calentador de gas, apagaron las luces, se arrebujaron entre sus cobijas, y se durmieron. Hasta ahí, todo fue normal. Pero jamás volvieron a despertarse. El gas del calentador, asesino silencioso, dio cuenta de los diez durmientes. La familia entera pasó de un sueño al otro, sin sentir nada.
Muchos son los casos registrados de personas que mueren por el gas de los calentadores. Este caso en el Canadá es impresionante por tratarse de una familia entera, una familia seguramente amorosa y unida porque todos vivían juntos, incluso los hijos mayores de dieciocho años. Pero el gas se los llevó a todos sin darles tiempo de reaccionar o defenderse.
La característica más ominosa que tienen estos gases, especialmente el monóxido de carbono, es que primero producen un adormecimiento agradable, una sensación placentera de tranquilidad, de serenidad, de paz. Pero luego que adormecen a sus víctimas, las matan sin piedad.
Por esa característica del tal llamado asesino silencioso, al gas letal lo podemos comparar con el espíritu del mal que reina en este mundo. Es el espíritu que comienza adormeciendo la conciencia. Produce una sensación de bienestar, de calma. Da la impresión de que todo está bien, que la vida es buena y hay que disfrutarla. Y las víctimas se adormecen. Su conciencia entra en un estupor donde ya no reacciona con nada, y cuando la víctima se da cuenta, ya está atrapada.
Así es como toma auge el mal uso de las drogas, la inmoralidad sexual, la irreverencia, el materialismo y el descreimiento. Estos gases mortales se han infiltrado en la sociedad occidental y la tienen ya en sus garras.
Podríamos decir: ¿Qué importa? Lo que importa es que, sin saber por qué, sufrimos consecuencias desastrosas que poco a poco destruyen nuestra vida.
Pero todavía hay tiempo para reaccionar. El único remedio contra el gas letal es el aire puro, el oxígeno vital y renovador. Así mismo, el único remedio contra el adormecimiento espiritual es el Espíritu de Jesucristo. Abramos nuestro corazón a Cristo. Su doctrina es nuestra salvación, y su persona, nuestro Salvador.
Hermano Pablo

«YO MATÉ A UN HOMBRE»

Hace veinte años, yo maté a un hombre. No, no es cierto. Sólo es alegoría. Pero permítame seguir con la figura.
Me descubrieron con el arma en la mano y el cuerpo del delito a mis pies. Como no tenía coartada alguna, me llevaron de inmediato a la cárcel. El juez no tardó en seguir el proceso jurídico, y el jurado me halló culpable.
Ahora tenía que pagar el precio de mi maldad porque fui yo quien cometió el delito. Sólo esperaba la hora de mi ejecución.
El día designado, y a la hora precisa, el carcelero llegó a mi celda, metió la llave en el cerrojo y abrió la puerta. El chillido de hierro contra hierro me hizo sentir aún más terror. Pero sucedió algo extraño.
El carcelero me dijo:
—Señor, usted está libre. Puede irse.
—No juegue con mi vida —le respondí—. Yo sé a qué ha venido.
—Señor —repitió el carcelero—, usted está libre.
Dicho esto, se fue, dejando abierta la puerta de mi celda, así que me asomé a la puerta. El patio de la cárcel estaba vacío. Con cierto temor crucé el patio y me encaminé hacia la calle. Varios oficiales me vieron, pero nadie dijo nada. Recuerdo haber escuchado unos balazos cuando llegué a la calle, pero nadie me detuvo.
Cuando llegué a casa me explicaron que mi defensor había indagado en libros jurídicos antiguos y había descubierto que otra persona podía tomar el lugar del culpable. Así que había hecho correr la noticia, y un joven se había ofrecido para que se le aplicara mi sentencia.
Si bien este relato es alegórico, lo cierto es que ilustra algo que no lo es. Yo, como todo ser humano, soy pecador. Mi pecado merece el infierno. No hay nada que yo pueda hacer para librarme de esa pena. Estoy eternamente condenado, y eso no es alegoría.
Un día Dios, en la persona de Jesucristo, vino al mundo. Aunque Jesús llevó una vida santa, lo acusaron de malhechor y lo condenaron a morir en una cruz. Pero su muerte fue sustitutiva. Él murió en mi lugar, y eso no es alegoría.
«Gracia» es una palabra que no cabe en la mente humana. Quiere decir perdón inmerecido, amor incondicional, salvación sólo por el favor de Dios. El apóstol Pablo explica que Dios ofreció a su Hijo Jesucristo como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, y que es por su gracia divina que nos justifica gratuitamente mediante esa redención (Romanos 3:24,25).
Aunque nuestra vida sea un desastre, podemos ser salvos mediante la muerte de Cristo en nuestro lugar. Lo único que tenemos que hacer es rendirnos a sus pies. Él pagó el precio de nuestro pecado. El castigo que era nuestro, Jesús lo tomó. Ahora sólo tenemos que creer en Cristo y recibirlo como Señor y Salvador. Ese es el significado de la cruz del Calvario. No rechacemos el amor de Dios.
Hermano Pablo

Dios dice: el que lee entienda.

Y yo digo: hay gente que lee y no quiere o no le interesa entender.

lunes, 14 de abril de 2014


 Señor, Dios todopoderoso,
todo el poder es tuyo y la verdad te rodea;
¡no hay nadie igual a ti!
Salmo 89:8

martes, 8 de abril de 2014

lunes, 7 de abril de 2014

VISIÓN PERDURABLE

El tiempo había transcurrido de noviembre a julio. En nueve meses pasan muchas cosas: un bebé es concebido y avanza a su madurez en el vientre materno; tres estaciones del año pasan siguiendo su ritmo inevitable; la política, la economía y el deporte experimentan grandes cambios.
Pero esos nueve meses no trajeron ningún cambio en la vida de Carmela Salas, de 65 años, mexicana residente de Texas. Los pasó, según el periódico «Los Ángeles Times», contemplando el cadáver de su esposo, Enrique Salas, acostado en la cama matrimonial.
Cuando el esposo murió, ella, negándose a reconocer la realidad, hizo de cuenta que la desgracia no había pasado, y el tiempo se detuvo para ella.
Este no es el primer caso en que hombres o mujeres ven morir al ser más querido y no se resignan a tener que dejar de mirarlo. Y aunque son cadáveres ya, y la momificación de la muerte ha comenzado el proceso de descomposición, el amor que les tienen es más fuerte.
El odio jamás hará una cosa semejante. El odio tiende a destruir, destrozar, masacrar y a hacer desaparecer todo de la vista. El amor construye, y cuando no puede construir, hace perdurar. Porque el amor es muy diferente al odio.
El amor de Dios es el amor más fuerte que existe. Es una fuerza que tiende siempre a reparar, a curar, a construir, a conservar lo bueno, a hermosear más lo que ya es lindo, a regenerar, a purificar y a santificar. El amor de Dios tiende siempre a perdonar y, más que perdonar, a olvidar. Incluso olvida el pecado, el mal, la falta, la derrota, el fracaso humano.
Y como Carmela Salas, Dios también contempla perdurablemente a sus seres amados. Él nunca deja de mirarlos. «El Señor recorre con su mirada toda la tierra —dice la Biblia—, y está listo para ayudar a quienes le son fieles» (2 Crónicas 16:9).
No hay nada más perdurable, poderoso, fiel y comprensivo en la humanidad que el amor de Cristo. Es un amor que nunca falla, una sabiduría que nunca yerra. Tener un corazón entregado a Él es asegurarse la bendición de la vida eterna. Tomemos hoy la más grande decisión moral posible: Elijamos a Cristo como nuestro Salvador y nuestro Señor.
Hermano Pablo

«PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO...»

El hombre se puso a recitar el padrenuestro: la oración modelo, la oración magistral, la oración cristiana por excelencia. «Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre...» Y las palabras que nos enseñó Jesucristo fluyeron como fluyen las notas del órgano por sus tubos vibrantes.
Vez tras vez, a lo largo de setenta y dos interminables horas, David Nymann, montañero de Alaska, recitó esa oración reconfortante mientras vientos helados, de ciento treinta kilómetros por hora, azotaban el monte Johnson. Su amigo, James Sweeney, yacía a su lado, con ambas piernas quebradas, sin poder moverse.
La muerte los acechaba a ambos, por frío y por hambre. Al fin un helicóptero los avistó y los rescató. La oración había sido, para ambos hombres, calor, agua y alimento durante tres días.
Aun los hombres más rudos, cuando se ven en apuros, abren los labios para elevar una oración. Nymann y Sweeney, deportistas que querían escalar el monte Johnson de Alaska, sufrieron una caída. Sweeney se quebró ambas piernas; Nymann quedó muy golpeado. Ambos vieron acercarse la muerte. Pero la recitación constante del padrenuestro los mantuvo en vela, y la fuerza poderosa de la esperanza los ayudó a soportar la prueba.
La oración es la única fuerza capaz de unir al hombre, en la tierra, con Dios, en el cielo. Cuando Jesús enseñó a orar a sus discípulos, les dijo: «Ustedes deben orar así: “Padre nuestro que estás en el cielo...”» (Mateo 6:9). Jesús enseñó que Dios es el Padre de toda la humanidad. Cuando sentimos que Dios es nuestro Padre, y cuando abrimos los labios en oración sincera, Dios el Padre acude en nuestra ayuda. Dios quiere ser el Padre de todos.
¿Por qué será, entonces, que tantas oraciones no son contestadas? Quizá sea porque no nos hemos relacionado previamente con Dios. Queremos su ayuda de un momento al otro sin haber establecido una amistad con Él. Dios quiere ayudarnos, pero para alcanzar su ayuda debemos estar en continuo contacto con Él.
Establezcamos, pues, esa comunicación con nuestro Creador y Salvador. La primera oración que Él oye es: «¡Ten compasión de mí, que soy pecador!» (Lucas 18:13). Ese reconocimiento, más la súplica de perdón por nuestros pecados, establece el contacto.
Démosle nuestra vida a Cristo, el divino Salvador. Él quiere ser nuestro Señor. Sometámonos a su señorío, y Él, con seguridad, escuchará nuestra oración.
Hermano Pablo

CONTEMPLACIÓN

                    
“ ¡Ven papá! ¡Ven a mirar el mar conmigo… es que es tan grande!”
              (Palabras de un niño de 7 años, parado por primera vez frente al mar).
La primera reacción que tuve cuando escuché estas palabras contadas por un amigo, fue la de una mezcla de ternura y asombro por ese niño que, en su breve experiencia de vida, y ante aquello tan inmenso que se le presentaba, lo primero que hizo fue pedir compañía y apoyo para compartir esa vivencia.
Es que el vasto mar… inmenso, azul, poderoso y enigmático era demasiado impacto para él. Contemplarlo lo sobrepasaba…
Esta escena me lleva a imaginarnos a nosotros mismos cuando nos disponemos a contemplar al Dios Creador, al Dios de nuestras vidas, y si somos conscientes de su grandeza, deberíamos experimentar algo parecido. Es que contemplarlo, justamente es acercarnos a alguien inmenso y poderoso, que nos subyuga y nos abarca, que nos sobrepasa por completo, y ante el cual nuestro espíritu termina diciendo como ese niño: “…es que es tan grande!”
La palabra contemplación, etimológicamente significa “estar en el templo” y templo a su vez significa “espacio sagrado”. Es decir, que en cualquier lugar donde los hijos de Dios estemos dispuestos a contemplarlo: ya sea en la iglesia, en un rincón de nuestra cocina o debajo del árbol de una plaza, sin dudas se transformará en un lugar sagrado, dentro de nosotros y a nuestro alrededor.
“ Solo una cosa he pedido al Señor, solo una cosa deseo: estar en el templo del Señor todos los días de mi vida, para adorarlo en su templo y contemplar su hermosura”
                                                                                                                     Salmo 27:4 DHH
La contemplación no es unilateral, sino que permite que comience un diálogo entre Dios y nosotros, Él también nos observa y nos reconoce, hay un verdadero encuentro que casi no se puede definir con la palabra humana.
La contemplación es un regalo generoso infundido por Dios en nosotros.   Sólo el ser humano posee la capacidad de asombro y de deleite frente a algo que lo impacta, y cómo cambiarían ciertas cosas de nuestro andar cotidiano si esa fuera nuestra actitud!                
Ahora bien, no nos sintamos incapaces de alcanzar esta experiencia si aún no la hemos tenido, es tan sencilla y estamos tan a tiempo para intentarlo, nada menos que todo el resto de nuestra vida! Nos animemos, podemos hacerlo, tenemos ese permiso porque ese don ya ha sido puesto en nosotros, y el Dios contemplado seguramente hará el resto.
Y finalmente, volviendo al niño del comienzo, como él invitemos al prójimo, al hermano, para compartir juntos esta vivencia de contemplar, de admirar, de permanecer ante esa presencia que como cristianos, completa nuestro vivir…  

domingo, 6 de abril de 2014

martes, 1 de abril de 2014

SESENTA SÁBANAS HACIA LA LIBERTAD

Se necesitó bastante paciencia hacer nudo tras nudo. También hizo falta paciencia para juntar habilidosamente tantas sábanas, sobre todo en ese lugar tan vigilado. Pero el hombre coleccionó sesenta sábanas e hizo ciento veinte nudos. Y deslizándose por esa cuerda de sábanas, bajó catorce pisos.
Una hora después de su hazaña, Ahmad Shelton, de veintiséis años de edad, llamó por teléfono al periódico «Los Ángeles Times» y dijo: «Gracias por las sábanas. Sirvieron para escaparme. Se las dejé a la policía.» Quién sabe cómo logró conseguirlas del periódico, pero ahora que había escapado, las devolvía.
Cuando lo arrestaron en la sección de investigación de robos y lo detuvieron en la Comisaría de policía de Los Ángeles, California, batió un récord mundial. Nunca nadie antes se había escapado de una cárcel anudando semejante cantidad de sábanas: ¡nada menos que sesenta! Así había descendido catorce pisos hasta poner los pies en el suelo.
Si bien precisó de sesenta sábanas para conseguir la libertad de aquella cárcel, ¿cuántas sábanas más habría necesitado Ahmad Shelton para lograr una libertad absoluta?
Para una libertad completa no habría necesitado sábanas, pero sí le habrían hecho falta por lo menos sesenta páginas de descargos escritos por un buen abogado. Habría necesitado sesenta días para pensar bien cómo responderles a los jueces cuando lo volvieran a arrestar, o sesenta mil dólares para contratar al mejor abogado posible, y sesenta años para pensar seriamente en los delitos de su vida.
Sin embargo, ni con todo eso habría encontrado aquel joven la verdadera libertad. Porque la libertad verdadera —libertad de vicios arraigados, libertad de remordimiento de conciencia y libertad de pecados—, sólo se encuentra en el perdón de Cristo.
 Ahmad podría pasar sesenta años haciendo penitencia, o seiscientos años vagando como alma en pena, o convertido en un fantasma que habita en castillos medievales. Podría derramar sesenta litros de lágrimas, o flagelarse sesenta veces con sesenta escorpiones, pero con todo eso no lograría la libertad del delito del alma, que es el pecado.
Estar libre de una cárcel de piedra y de cemento, de celdas y de rejas, de guardias y de jueces, no garantiza la libertad. Podemos estar fuera de una cárcel y sin embargo ser los reos más presos del mundo. La cárcel más cerrada que existe es la del pecado. Y de ésa sólo Cristo nos libra. Sesenta sábanas darán libertad de alguna celda, pero sólo Cristo puede dar libertad del pecado. Él quiere ser nuestro Libertador.
Hermano Pablo

TOMAR LA VIDA EN VERSO

Los versos estaban mal compuestos, pero de todos modos, eran versos. Es difícil lograr la rima y la cadencia de un Rubén Darío o de un Guillermo Valencia. Los versos decían así: «No debiste matar de noche / ni debiste matar de día. / Ahora debo sentenciarte / a prisión por toda tu vida. / Mataste a tu dulce esposa, / que tanto amor te tenía. / Ahora te han castigado: / ¡era lo que merecías!»
Los versos los compuso el juez Robert Fitzgerald para condenar a cadena perpetua a David Schoenecker, de cincuenta y un años de edad. Schoenecker había matado a su esposa. Es la primera sentencia en verso que se conozca.
Parece que el criminal había escrito también unos versos cuando mató a su esposa. Y aun después de oír la sentencia, escribió una cuarteta más: «Cuando yo escribí mis versos, / me encontraba muy enfermo. / Cuando el juez escribió los suyos, / no sufría de mal alguno.»
No tomar uno en serio sus ofensas, no sentirse avergonzado de sus agravios, no sentir remordimiento ante el daño que uno provoca, es añadirle mal al mal. Ponerle nombres bonitos a las cosas feas no las mejora en nada. Y escribir versos para constatar un asesinato no cambia en nada el horrendo acto. Incluso, los versos del juez, de amargo buen humor, no alivian tampoco la sentencia. Con todo y versos, el hombre habría de pasar el resto de su vida en la cárcel.
No hay que prodigar elogios al delito. No hay que cantarle loas a la muerte. No hay que pronunciar alabanzas al pecado. Algunos quieren hablarle con sarcasmo a la vida y proferir insultos al destino, pero no son más que pobres recursos del despecho que en nada aminoran el crimen.
Las palabras del rey David, confrontado por su pecado de tomar como mujer a Betsabé, esposa del soldado Urías, y de enviar a Urías al frente de batalla para que lo mataran, no eran palabras de un rey arrogante. Eran las de un pecador contrito y humillado. «Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor.... Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu» (Salmo 51:1,10).
Y cuando Cristo quiso enseñarnos cómo debe un malhechor responder ante sus delitos, lo hizo poniendo una oración en labios de un desgraciado recaudador de impuestos. Las palabras son éstas: «¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!» (Lucas 18:13).
No miremos con impudencia nuestro pecado. No hay ni gracia ni perdón para el que no confiesa su mal. Reconozcamos nuestra rebeldía, admitamos nuestra indocilidad, confesemos nuestro pecado, y Dios en un instante nos perdonará y nos limpiará de toda maldad.
Hermano Pablo