lunes, 28 de julio de 2014

EL MACHISMO Y EL SIDA

La mujer apenas podía contener las lágrimas. Estaba contándoles su historia a oficiales del Seguro Social. Era la misma historia de muchas mujeres como ella, una historia que es drama y que es, a la vez, tragedia.
Se llamaba Rosario Servín, y tenía treinta y nueve años de edad. Vivía en una de las grandes capitales de América Latina, era viuda y tenía seis hijos. Su esposo había muerto de SIDA, y ella también estaba infectada. Rosario acababa de perder su casa, que era la única herencia, además de la enfermedad, que le dejó su esposo.
Tales casos representan una epidemia. Miles y miles de mujeres pueden contar la misma historia. Casadas con un hombre machista, deben aguantar pacientemente todo lo que él haga.
El esposo, que tiene todas las mujeres que quiere, vive en completo abandono y se enferma de SIDA. La mujer no se atreve a decir una sola palabra, ni a preguntar cuántas mujeres tiene ni a ensayar la menor protesta. Lo aguanta todo pacientemente, pidiéndole a Dios que su esposo cambie, pero en vez de cambiar él le transmite a ella el virus mortal.
Se cuenta que cuando Hernán Cortes conquistó México, los príncipes aztecas le traían lotes de hasta veinte muchachas vírgenes para que escogiera la que más le gustara, y distribuyera a las restantes entre sus capitanes. Esa es parte de nuestra herencia. Con la proliferación del machismo, de la lujuria y del pisoteo cínico de las normas divinas del sexo y del matrimonio, ¿cómo no van a haber en las Américas millones de casos de SIDA?
Tenemos quinientos años de «civilización» en nuestros países de habla española. ¿Y a qué hemos llegado? Lo que salta a la vista es un enorme desmoronamiento moral, espiritual, económico y político.
¿Qué es lo que falta en nuestra sociedad? Falta algo que la civilización no ha podido darnos. Falta algo que la cultura no ha podido darnos. Incluso, falta algo que la religión tampoco ha podido darnos. Falta Dios introducido en cada fibra de nuestra vida. Falta una relación personal con el Señor Jesucristo.
Cristo puede entrar en nuestra vida desalojando de nosotros todo lo que es malo. Él puede regenerarnos y limpiarnos, y hacer de nosotros —de cada hombre y cada mujer que se entrega a Él— una nueva persona. Cristo, y no la religión, es lo que salva. Dejémoslo entrar en nuestro corazón. Ese será el principio de una nueva vida. Dejemos que entre hoy mismo. Él quiere ser el Señor de nuestra vida.
Hermano Pablo

AMIGO

Buscando la definición de la palabra amigo en el diccionario me encontré con una cantidad increíble de definiciones y la verdad que no sabía con cual quedarme.
Amigo significa desde un compañero del alma y corazón hasta un palo que usan los mineros ayudarse a bajar a los pozos.
Sin embargo me puse a pensar que más valioso sería encontrar una definición clara de lo que la palabra de Dios dice respecto de esta palabra.
En mi búsqueda quedé sorprendido y no solo eso, después de entender la definición que me daba la Biblia, me vi obligado a tener que redefinir mi lista de amigos.
Cuidado, que no se mal interprete, tengo que redefinirla a causa mía y no de los demás, pues comprendí que en gran manera depende de mí mismo y no de los demás.
Jesús define la amistad en base a dos valores y son los que él (Jesús) estaba dispuesto a hacer por sus amigos: sacrificarse a sí mismo y cumplir lealmente con ellos.
Los amigos de Jesús eran aquellos por los cuales Jesús estaba dispuesto a morir siendo leal a sus promesas.
Es interesante como Jesús llama amigo a Judas, vean ustedes mismos:
“Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a quévienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron” (Mateo 26:50 RV1960)
Jesús lo llama „amigo“¿No es una ironía de su parte?, Pues, no. Así se comportó Jesús, también estaba dispuesto a morir por Judas.
Judas responde a la amistad de manera distinta y dice “no soy tu amigo”, rompiendo claramente el lazo que los une.
La amistad no se define en base a favores, esa definición es humana, la amistad que propone Jesús es algo mucho mayor, compleja y comprometida. Es una amistad que no conoce límites, dispuesta a todo por amor.
Aquí Jesús define muy claramente este código de amistad que él tenía:
“Nadie muestra más amor que quien da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que les mando.” (Juan 15:13-14)
La amistad con Jesús requiere de una respuesta recíproca. Es decir Jesús también demanda de nosotros amor y lealtad. Sin esta reciprocidad, la amistad pierde su esencia y deja de ser amistad.
La amistad con Jesús tiene una demanda, pero no una demanda egoísta, el obedecer por el obedecer, sino que encierra una expresión de amor a veces difícil de descubrir. Justamente eso que Jesús nos manda hacer tiene por destinatario del bien a quién cumple esos mandamientos.
Quiero destacar esto, Jesús no quiere que le obedezcas para valorarte como amigo, él quiere que obedezcas para que seas beneficiado a causa de su amistad.
Vamos ahora a la amistad entre nosotros humanos, como deberíamos definirla y bajo qué valores deberíamos aplicarla.
Yo creo que desde la misma forma en la que Jesús la define y la marca.
La amistad entre nosotros debe estar separada de conveniencias y favoritismos. No se trata de un beneficio sino se trata de un acto de amor.
Yo tomo la amistad de alguien decidiendo amarle y demostrarle mi sincero y desinteresado sentir, claro que pueden rechazarla, pero yo debo demostrarla y darle arranque en esto.
No habráamistad si no hay sacrificio, este es un código fundamental.
Usted pude ahora mirar su lista de sus amigos y responder sinceramente para cada uno de ellos:
¿Estoy dispuesto a dar la vida por este amigo?
No se pregunte si ellos merecen su amistad, eso no sería bíblico ni cristiano.
Trate de llevar esa lista de forma sincera y deje que el amor fluya de usted.
Recuerde que Judas llegaba dispuesto a entregar a Jesús, había decidido entregarle con un beso, Jesús en vez de llamarlo traidor, no cambia en su trato para con él, el código de la amistad de Jesús es invariable como su Palabra también lo es. Y eso se refleja en sus palabras al Judas que llega a entregarle: “AMIGO, ¿a que vienes?”
No siempre podrás ser amigo de todos, algunos aceptarán tu amistad, otros la rechazarán. Sin embargo tú no rechaces a nadie, que no sea tu decisión terminar con una relación de amistad, no utilices el rechazo para justificar el terminar con una amistad. Nunca cierres la puerta de la amistad, déjala siempre abierta, tal vez alguien que te rechazó sienta con el tiempo el deseo de regresar.
Habiendo rechazado la amistad de Jesús, Judas no pudo seguir adelante con su vida, su mala decisión le ocasionó una tristeza tan grande que no la pudo sobrellevar. Sin embargo Pedro, supo aprovechar la oportunidad que se le dio, cuando después de haber negado tres veces al Señor, se arrepintió y lavó en amargas lágrimas el dolor de haber rechazado al Señor. Jesús no le cerró las puertas de su amistad, por el contrario lo animó y confirmó su llamado: “Apacienta mis ovejas”.
Mis amigos son aquellos que hacen lo que mi amigo Jesús manda.
Yo personalmente quiero tener un millón de amigos y la verdad que me encantaría llenarme de ellos, como los define proverbios asílos deseo, verdaderos:
“Hay quienes parecen amigos pero se destruyen unos a otros; el amigo verdadero se mantiene más leal que un hermano (Proverbios 18:24 NTV)
Miro ahora la lista de mis amigos y digo: ¿A ver, estoy dispuesto a ser leal con ellos?
Dios te bendiga.

EL GUSANO ATRAPADO

Un indígena oriundo de Centroamérica había hallado la paz en Dios. Había cambiado radicalmente, de una vida de depravación, borracheras e infidelidad, a una vida de verdadera satisfacción y paz. Siempre hablaba de su salvación y de lo que Jesucristo había hecho por él. No le importaba dónde estuviera ni quién estuviera viéndolo o escuchándolo. A todos les daba el testimonio de su conversión.
Un día un amigo suyo le preguntó:
—Churunel, ¿por qué hablas tanto de Cristo?
Churunel no respondió de inmediato, sino que comenzó a recoger palitos y hojas secas que fue colocando uno sobre otro en un círculo. Entonces buscó hasta hallar un gusanito, y lo puso en el centro del círculo. Todavía sin decir palabra, encendió un fósforo y lo acercó a las hojas y a los palitos secos.
El fuego dio la vuelta al combustible seco, y el gusanito atrapado comenzó a buscar locamente cómo salir, pero no podía.
Por fin el fuego avanzó hacía el centro, y el calor se fue acercando al gusano. Éste, desesperado, levantó en alto la cabeza como para respirar, cuando menos, un poco de aire fresco. El gusanito sabía que su único refugio tendría que venir de arriba.
Al verlo así, Churunel se inclinó y le extendió sus dedos. El gusano se asió de ellos y el indígena sacó el gusano de en medio del fuego. Fue hasta entonces que emitió su primera palabra.
«Esto —explicó Churunel— es lo que Cristo hizo por mí. Yo estaba atrapado en los vicios del pecado, y no había esperanza de salida. Había tratado, por todos los medios posibles, de salvarme a mí mismo, pero me era imposible.
»Entonces el Señor se inclinó hacia mí y me extendió su mano. Lo único que tuve que hacer fue asirme de Él. Cristo me sacó de esa prisión. Por eso no puedo dejar de contarles a todos lo que hizo por mí.»
Lo cierto es que aquel indígena describió a la perfección lo que Cristo puede y quiere hacer por cada uno de nosotros. Sin Cristo estamos atrapados. Más vale que reconozcamos de una vez por todas que la vida real no respalda el argumento popular que dice: «El día que yo quiera dejar el vicio, puedo dejarlo.» De no ser por una ayuda que venga de arriba, moriremos en nuestros pecados.
Cristo está cerca de nosotros y nos extiende la mano. Sólo tenemos que asirnos de ella. Churunel lo hizo y encontró paz. Así como él lo han hecho millones más, y han hallado la paz. ¿Por qué no hacerlo nosotros también? Cristo quiere rescatarnos y darnos su paz.
Hermano Pablo