miércoles, 1 de septiembre de 2010

RECORDATORIOS DEL AMOR

Lectura: Juan 19:1-7,16-18.
"Dios es amor" 1 Juan 4:8
Después de que Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial en 1941, Estelle trató de convencer a su novio, Sidney, de que no se uniera al ejército. Pero él se alistó y comenzó su entrenamiento en abril del año siguiente. Durante los tres años que siguieron, él le escribió a ella cartas de amor —525 en total. Entonces, en marzo de 1945, ella supo que su amado prometido había muerto en combate.
Aunque Estelle finalmente se casó, los recuerdos de su primer amor se mantuvieron vivos en su corazón. Para honrar ese amor, 60 años después publicó un libro basado en la correspondencia de Sidney durante la guerra.
Al igual que esas cartas, el Señor nos ha dejado recordatorios de Su amor, las Escrituras. Él dice: «Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia» (Jeremías 31:3).
«Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor» (Juan 15:9).
La Biblia también nos dice que «Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella» (Efesios 5:25).
«[Jesús] se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos» (Tito 2:14).
«Dios es amor» (1 Juan 4:8).
Lee la Palabra de Dios a menudo, y recuerda que Jesús te ama y murió por ti.
Nada puede compararse con el amor de Dios.

LA PINTURA DEL HIJO

Un hombre rico y su hijo tenían gran pasión por el arte. Tenían de todo en su colección; desde Rafael hasta Picasso. Muy a menudo, se sentaban juntos a admirar las grandes obras de arte, desgraciadamente, el hijo fue a la guerra.
Fue muy valiente y murió en la batalla mientras rescataba a otro soldado.
El padre recibió la noticia y sufrió profundamente la muerte de su único hijo. Un mes mas tarde, justo antes de la Navidad, alguien tocó a la puerta.
Un joven con un gran paquete en sus manos dijo al padre: Señor, usted no me conoce, pero yo soy el soldado por quien su hijo dio la vida.
Él salvó muchas vidas ese día, me estaba llevando a un lugar seguro cuando una bala le atravesó el pecho, muriendo así instantáneamente.
Él hablaba muy a menudo de usted y de su amor por el arte. El muchacho extendió los brazos para entregar el paquete: Yo sé que esto no es mucho.
Yo no soy un gran artista, pero creo que a su hijo le hubiera gustado que usted recibiera esto.”
El padre abrió el paquete. Era un retrato de su hijo, pintado por el joven soldado. Él contempló con profunda admiración la manera en que el soldado había capturado la personalidad de su hijo en la pintura.
El padre estaba tan atraído por la expresión de los ojos de su hijo que los suyos propios se arrasaron de lágrimas. Le agradeció al joven soldado y ofreció pagarle por el cuadro.
“Oh no, Señor, yo nunca podría pagarle lo que su hijo hizo por mi. Es un regalo.”
El padre colgó el retrato arriba de la repisa de su chimenea. Cada vez que los visitantes e invitados llegaban a su casa, les mostraba el retrato de su hijo antes de mostrar su famosa galería.
El hombre murió unos meses mas tarde y se anunció una subasta con todas pinturas que poseía. Mucha gente importante e influyente acudió con grandes expectativas de hacerse con un famoso cuadro de la colección. Sobre la plataforma estaba el retrato del hijo.
El subastador golpeó su mazo para dar inicio a la subasta. “Empezaremos los remates con este retrato del hijo, quien ofrece por este retrato?”
Hubo un gran silencio. Entonces una voz del fondo de la habitación grito: “Queremos ver las pinturas famosas, Olvídese de esa”.
Sin embargo el subastador persistió: “Alguien ofrece algo por esta pintura? ¿$100.00? $200.00?”
Otra voz gritó con enojo: “No venimos por esa pintura, Venimos por los VanGoghs, los Rembrandts. Vamos a las ofertas de verdad”.
Pero aun así el subastador continuaba su labor: “El Hijo, El Hijo, Quien se lleva El hijo?”
Finalmente una voz se oyó desde atrás, el viejo jardinero del padre y del hijo. Siendo un hombre muy pobre, era lo único que podía ofrecer.
“Tenemos $10 Quien da $20?”, grito el subastador.”
La multitud se estaba enojando mucho. No querían la pintura de “El Hijo”. Querían las que representaban una valiosa inversión para sus propias colecciones.
El subastador golpeó por fin el mazo: “Va una, van dos, VENDIDA por $10″
Empecemos con la colección, gritó uno”.
El subastador soltó su mazo y dijo: “Lo siento mucho, damas y caballeros, pero la subasta llegó a su final”.
“Pero, y las pinturas?”, dijeron los interesados,
Lo siento, “Contesto el subastador; Cuando me llamaron para conducir esta Subasta, se me dijo de un secreto estipulado en el testamento del dueño.
Yo no tenia permitido revelar esta estipulación hasta este preciso momento. Solamente la pintura de “EL HIJO” seria subastada.
Aquel que la aceptara heredaría absolutamente todas las posesiones de este hombre, incluyendo las famosas pinturas. El hombre que aceptó quedarse con “EL HIJO” se queda con TODO”.
Dios nos ha entregado a su Hijo, quien murió en una cruz hace 2,000 años.
Así como el subastador, su mensaje hoy es:
“EL HIJO, EL HIJO, ¿QUIEN SE LLEVA EL HIJO?” Quien ama al Hijo lo tiene todo. Mateo 6:33, “Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas, se os darán por añadidura.”
Él será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará el trono de su padre David. Lucas 1:32.
–¿Eres tú, entonces, el Hijo de Dios? –le preguntaron a una voz. –Ustedes mismos lo dicen. Lucas 22:70.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Juan 1:12.

COMO UN DIAMANTE

Lectura: Salmo 8.
"Y lo coronaste de gloria y de honra" Salmo 8:5
Los astrónomos descubrieron una estrella en el cielo que se ha enfriado y comprimido en un diamante gigante. El diamante en bruto más grande con calidad de gema jamás encontrado en la tierra es el Diamante Cullinan, de más de 3.100 kilates. Entonces, ¿cuántos quilates tiene el diamante cósmico? ¡billones y billones de quilates!
En nuestro mundo, los diamantes son muy apreciados por su rareza, belleza y durabilidad, y a menudo escuchamos decir: «Los diamantes son para siempre». Pero Dios no está fascinado por los diamantes. Para Él, hay algo que es muchísimo más precioso.
Miles de años atrás, David se maravilló ante el gran valor que Dios había dado a los seres humanos: «¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra» (Salmo 8:4-5).
De hecho, Dios nos dio tan grande valor que pagó un costo altísimo para comprar nuestra redención. El precio de compra fue la preciosa sangre de Su Hijo, Jesucristo (1 Pedro 1:18-19).
Si Dios nos da un valor tan elevado, nosotros también debemos dárselo a las personas que ha traído a nuestras vidas. Llevarlas delante del Señor en oración. Pedirle que nos muestre en qué aspectos cada una de ellas es más invalorable que la joya más costosa del universo.
Para Jesús, somos más preciosos que el más costoso de los diamantes.

LA LEY DE LA DEPENDENCIA

Se dice de una ciudad en los confines de la antigua Roma, que cuando era atacada por el enemigo pedía que Roma viniera en su auxilio.

Esto ocurría con frecuencia, y Roma siempre respondía con el siguiente mensaje: «¿Por qué no se unen al Imperio Romano? Con la bandera de Roma sobre su ciudad ningún enemigo se atreverá a atacarlos.» Pero la pequeña comarca era muy orgullosa y su respuesta siempre era: «Queremos ser autónomos. No deseamos perder nuestra identidad.»

En una de las tantas veces que la ciudad solicitó ayuda, Roma se negó y la ciudad sufrió una derrota aplastante. No fue sino hasta después de la derrota que los dirigentes de la ciudad se sometieron al mando del Imperio Romano. Nunca más volvió el enemigo a hacer estragos con ella.

Un joven estaba enamorado de sí mismo. Sus padres eran muy pudientes y el muchacho tenía de todo. La única restricción era que mientras viviera bajo el techo paterno, debía ceñirse al reglamento del hogar. Eso incluía levantarse a buena hora, ayudar en el negocio del padre, juntarse sólo con amigos que el padre aprobara, y mantener el buen nombre de la familia.

Un día el muchacho dispuso abandonar el hogar. Recogió algunas prendas de ropa y todo el dinero que pudo, y a medianoche desapareció.

Mientras tuvo dinero, tuvo amigos. Pero como siempre ocurre, pronto lo perdió todo. Con la pérdida del dinero, perdió los amigos, y ese joven que antes tenía todo lo que deseaba, ahora se encontraba en la más absoluta miseria.

Lavando platos en un pequeño restaurante, se acordó de que en la casa de su padre los mozos tenían más que él, y por un momento pensó en regresar al hogar. Pero él sabía que perdería su independencia. ¿Qué hacer? ¿Ceñirse con restricciones, o morir de hambre con su independencia?

La lección está clara. Por orgullo, la ciudad en las afueras de Roma fue derrotada. Así mismo, por orgullo, el joven rico se moría de hambre. ¿Qué ley rige aquí? La ley de la dependencia. Dependemos, querámoslo o no, del favor del Creador. Cuando intentamos hacer caso omiso de Dios, perdemos la libertad.

Dios no es un déspota; Él es un padre que quiere lo mejor para sus hijos. Regresemos al hogar. No rechacemos la ayuda divina. La invitación de Cristo es esta: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mateo 11:28). Regresemos a Dios.

Hermano Pablo