sábado, 28 de febrero de 2009

HOY..QUIERO APRENDER DE LOS NIÑOS


“De cierto os digo, que si no lo volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Mateo 18:3
Oscar Wilde escribió: Tengo muchas flores, pero los niños son las flores más hermosas de todas”. El pastor Jhon Ramsey, narra como cada domingo una persona en la iglesia le colocaba en la solapa de su traje una flor. Esa flor se convirtió en él, como en una rutina.
Era un gesto grato que el apreciaba, pero se convirtió en una rutina, sin embargo un domingo se convirtió en algo especial. Cuando salía del servicio dominical, un niño se le acercó y mirándolo fijamente le dijo: Pastor, que va hacer con esa flor?. El dijo, te refieres a la que llevo en mi traje. El niño respondió. Sí, pastor. Me gustaría tenerla si la va a botar.
EL pastor Ramsey le dijo. La puedes tener y para que la quieres? El niño de 10 años le miro y dijo: Se la daré a mi abuela, pastor. Mis padres se divorciaron el año pasado. Yo vivía con mi madre, pero cuando ella se casó de nuevo, quiso que viviera con mi padre. Viví con él durante un tiempo, pero un día dijo que no podía quedarme y me envío a vivir con mi abuela. Ella es muy buena conmigo. Cocina para mi y me atiende. Ha sido tan buena que deseo regalarle esa hermosa flor por amarme.
Cuando el niño terminó de hablar el pastor estaba llorando. Se quito la flor y le dijo: Hijo, es lo más bonito que he escuchado, pero no puedes tener esta flor porque no es suficiente. Si vas al púlpito, verás un ramo grande de flores. Diferentes familias las compran cada domingo para adornar la iglesia cada semana. Por favor, lleva esas flores a tu abuela, porque ella merece lo mejor.
El niño sonrió y dijo: Qué día tan maravilloso. Pedí una flor y recibí un hermoso ramo. Si, de los niños hoy quiero aprender por ellos son sencillos, ingenuos y hermosos en su espíritu. Como este niño hoy quiero ser agradecido. Primero con Dios y luego con aquellos que siempre me demuestran su amor y atención.
Señor, un día tomaste a un niño y lo pusiste como ejemplo para nosotros los adultos. Hoy quiero ser como un niño y aprender de los niños las más grandes lecciones que se aprenden en la vida-. Son muchas las veces que pierdo de vista las cosas pequeñas que enseñan cosas grandes. Amén

LE PRESIDENTE Y EL MUCHACHO

Un joven soldado de la Unión perdió al hermano mayor y al padre en la batalla de Gettysburg. El soldado decidió ir a Washington, con la intención de entrevistarse con el presidente Lincoln y pedirle que lo exceptuara del servicio militar, para poder volver a su casa y ayudar a su madre y a su hermana en las labores agrícolas.
El guardia que estaba de turno en la Casa de Gobierno le comunicó que no podía ver al Presidente, ya que estaba muy ocupado. Le ordenó que se fuera y volviera al campo de batalla.
Desilusionado, el soldado se sentó en un banco de la plaza cercana de la Casa Blanca. Allí estaba, sin saber qué hacer, cuando se acercó un niño adonde estaba y viéndolo triste, le preguntó qué le ocurría. El soldado le contó su historia.
-Yo puedo ayudarlo -sentenció el muchachito, conmovido.
Tomando la mano del soldado, lo llevó de vuelta al portón de la Casa Blanca. Aparentemente el guardia no los vio, pues no fueron detenidos. Caminaron directamente hasta la puerta del frente de la Casa Blanca y entraron. Allí dentro, pasaron delante de generales y oficiales, pero ninguno dijo una palabra. El soldado no entendía lo que sucedía.
Finalmente, llegaron al Salón Oval, donde el Presidente estaba trabajando. El muchachito simplemente entró, conduciendo al soldado. Detrás del escritorio, estaban Abraham Lincoln y el Secretario de Estado examinando planes de batalla.
El Presidente miró al niño y luego al soldado, y dijo:
-Buenas tardes, Todd. ¿Puedes presentarme a tu amigo?
Y Todd respondió:
-Papá, este soldado necesita hablar contigo.
El soldado le hizo el pedido al presidente Lincoln, y allí mismo obtuvo la licencia que necesitaba.
Acuérdate de que nosotros también tenemos acceso al Padre celestial por medio de su Hijo, Jesucristo. Él es nuestro intercesor, y podemos ir a su presencia en cualquier momento y hora.

Efesios 2:13,18Pero ahora en Cristo Jesús, a ustedes que antes estaban lejos, Dios los ha acercado mediante la sangre de Cristo… Pues por medio de él tenemos acceso al padre por un mismo Espíritu.

IDOLOS EN EL CORAZON

Lectura: Ezequiel 14:1-8
Hijo de hombre, estos hombres han puesto sus ídolos en su corazón. —Ezequiel 14:3
Cuando mi esposo y yo salimos por primera vez como misioneros, recuerdo haber estado preocupada por el crecimiento del materialismo en nuestra sociedad. Nunca se me cruzó por la mente que yo misma pudiera ser materialista. Después de todo, ¿no habíamos acaso salido al extranjero con casi nada? ¿No estábamos eligiendo vivir en un apartamento con muebles muy viejos y en decadencia? Pensaba que el materialismo no podía tocarnos.
Sin embargo, sentimientos de descontento gradualmente comenzaron a echar raíces en mi corazón. Al poco tiempo sentía el hambre y el anhelo de tener cosas bonitas y estaba disconforme por no tenerlas.
Luego, un día, el Espíritu de Dios abrió mis ojos con una verdad profunda y perturbadora: el materialismo no es necesariamente tener cosas, también puede ser anhelarlas. Allí estaba yo —¡culpable de materialismo! Dios había expuesto mi descontento por lo que era ¡un ídolo en mi corazón! Ese día, cuando me arrepentí de este sutil pecado, Dios volvió a capturar mi corazón y establecerse allí como Su trono de justicia. No hace falta decir que a esto le siguió una profunda satisfacción, basada no en cosas materiales sino en Él.
En el tiempo de Ezequiel, Dios lidió concienzudamente con este tipo de idolatría secreta. Su trono en la tierra siempre ha estado en los corazones de Su pueblo. Esa es la razón por la que debemos eliminar de nuestro corazón cualquier cosa que destruya nuestra satisfacción en Él.
Un ídolo es cualquier cosa que ocupa el lugar de Dios.