martes, 7 de septiembre de 2010

EL REFLEJO DE TUS ACTOS

ORACIONES SIN CONTESTAR

Lectura: Lucas 7:1-10.
"[Jesús dijo], -Ni aun en Israel he hallado tanta fe-" Lucas 7:9
Una explicación que a menudo escuchamos para las oraciones «no contestadas» es que no tenemos suficiente fe. Pero Jesús dijo en Lucas 17:6 que, si tenemos fe del tamaño de una semilla de mostaza, podemos ordenarle a un sicómoro que se desarraigue y se plante en el mar; y nos obedecerá.
Lucas cuenta de un centurión romano con «gran fe» (7:9). Su fe se expresó primero como un llamado a Jesús para que sanara a su siervo moribundo; luego, como un reconocimiento de que Jesús podía sanar a su siervo en cualquier momento y en cualquier lugar. El centurión no Le pidió a Jesús que hiciera las cosas a su manera.
La fe ha sido descrita como «la confianza en el corazón de Dios y en Su poder». Algunas oraciones que parecen no recibir respuesta simplemente son ejemplos en los que Dios amorosamente ha invalidado nuestros deseos. Él sabe que lo que hemos pedido no es lo mejor. O puede que sea que nuestro tiempo no es el Suyo, o que Él tiene un propósito muchísimo mayor en mente. Recordemos que incluso Jesús oró a Su Padre celestial: «pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22:42).
¿Tenemos la gran fe del centurión —una fe que confía en que Dios hará Su obra a Su manera?
Las respuestas de Dios son más sabias que nuestras oraciones.

EL COLMO DEL CONSENTIDOR

Ocurrió en Siberia un día sábado, 2 de abril. El capitán Yaroslav Kudrinsky, piloto de una línea aérea comercial rusa, volaba sobre esas tierras frías y desoladas que antes formaban parte de la Unión Soviética. Su hijo Vitia, de doce años de edad, era uno de los setenta y cinco pasajeros que estaban a bordo. El avión volaba a diez mil metros de altura.

Desde pequeño, Vitia había sido el consentido de la familia y, sobre todo, el favorito de su padre. Siempre que pudo, Yaroslav dotó a su hijo de todo lo que podría traerle placer. El niño se crió como todo niño mimado: creyendo que era superior a todos los demás y que podía hacer cuanto quisiera.

A medio vuelo su padre le permitió entrar en la cabina de mando y poner manos sobre los controles. El muchacho, ya casi adolescente y pensando que lo sabía todo, movió bruscamente uno de los controles y la aeronave entró en picada. Por más que hiciera, el capitán Kudrinsky no pudo recobrar el control, y el avión se estrelló contra el suelo, matando a todos los que iban a bordo.

Es bueno amar a los hijos y darles toda la atención, el cariño y el cuidado que merecen. Y es bueno enseñarles el oficio del padre, si es que les gusta, y darles toda la enseñanza moral y espiritual que se pueda. Pero darle a un muchacho consentido, de doce años de edad, el manejo de un jet que lleva setenta y cinco pasajeros a bordo no sólo es una infracción de las leyes de la aviación sino también una estupidez alarmante.

La primera impresión que el hijo recién nacido debe recibir es que es amado sobre todas las cosas. A medida que el hijo va creciendo, la segunda impresión que debe recibir es que a los padres se les obedece. El hijo a quien no

Ocurrió en Siberia un día sábado, 2 de abril. El capitán Yaroslav Kudrinsky, piloto de una línea aérea comercial rusa, volaba sobre esas tierras frías y desoladas que antes formaban parte de la Unión Soviética. Su hijo Vitia, de doce años de edad, era uno de los setenta y cinco pasajeros que estaban a bordo. El avión volaba a diez mil metros de altura.

Desde pequeño, Vitia había sido el consentido de la familia y, sobre todo, el favorito de su padre. Siempre que pudo, Yaroslav dotó a su hijo de todo lo que podría traerle placer. El niño se crió como todo niño mimado: creyendo que era superior a todos los demás y que podía hacer cuanto quisiera.

A medio vuelo su padre le permitió entrar en la cabina de mando y poner manos sobre los controles. El muchacho, ya casi adolescente y pensando que lo sabía todo, movió bruscamente uno de los controles y la aeronave entró en picada. Por más que hiciera, el capitán Kudrinsky no pudo recobrar el control, y el avión se estrelló contra el suelo, matando a todos los que iban a bordo.

Es bueno amar a los hijos y darles toda la atención, el cariño y el cuidado que merecen. Y es bueno enseñarles el oficio del padre, si es que les gusta, y darles toda la enseñanza moral y espiritual que se pueda. Pero darle a un muchacho consentido, de doce años de edad, el manejo de un jet que lleva setenta y cinco pasajeros a bordo no sólo es una infracción de las leyes de la aviación sino también una estupidez alarmante.

La primera impresión que el hijo recién nacido debe recibir es que es amado sobre todas las cosas. A medida que el hijo va creciendo, la segunda impresión que debe recibir es que a los padres se les obedece. El hijo a quien no se le enseña obediencia y respeto crece sin dirección. El libro de Proverbios dice: «La vara de la disciplina imparte sabiduría, pero el hijo malcriado avergüenza a su madre» (Proverbios 29:15).

Lo más importante es que cada uno de los que somos padres y madres de familia nos mantengamos en el camino de Dios. Sólo así podremos inculcar en nuestros hijos los principios morales eternos que serán la brújula que los dirigirá en el camino áspero de esta vida. Porque nuestro peregrinaje con Cristo, que traza el camino por el que andamos con Él, es el mapa que les dará la sana dirección que necesitan.

Determinemos que la educación de nuestros hijos ha de comenzar con la formación espiritual. Si los criamos así, saldrán al mundo con el entendimiento despejado y el corazón limpio, y no podrán menos que vencer.

se le enseña obediencia y respeto crece sin dirección. El libro de Proverbios dice: «La vara de la disciplina imparte sabiduría, pero el hijo malcriado avergüenza a su madre» (Proverbios 29:15).

Lo más importante es que cada uno de los que somos padres y madres de familia nos mantengamos en el camino de Dios. Sólo así podremos inculcar en nuestros hijos los principios morales eternos que serán la brújula que los dirigirá en el camino áspero de esta vida. Porque nuestro peregrinaje con Cristo, que traza el camino por el que andamos con Él, es el mapa que les dará la sana dirección que necesitan.

Determinemos que la educación de nuestros hijos ha de comenzar con la formación espiritual. Si los criamos así, saldrán al mundo con el entendimiento despejado y el corazón limpio, y no podrán menos que vencer.

Hermano Pablo