miércoles, 18 de junio de 2008

MANNY MONTES

NUESTRO AYUDADOR

Un amigo mío me contó que en una ocasión pasó varios días en un suntuoso hotel noruego. Había muchos huéspedes que buscaban allí descanso y placentera vacación. Todo era ideal, si no fuese por una niñita que, empezando a estudiar música, insistía en ocupar el piano con frecuencia. Tocaba el piano con un dedo: una nota y un discorde. Con el natural resultado que cuando los otros huéspedes veían a esta niña acercarse al piano, de un acuerdo salían a gozar del aire libre, dejándola dueña del salón.
Llegó a este mismo hotel un renombrado músico, que, en seguida se dio cuenta de la situación.
En vez de ausentarse como los otros, un día él se sentó al lado de la niña, y cada vez que ella tocaba una nota, él atacaba un acorde de música exquisita. Ella tocaba otra nota, y otra y otra, mientras él continuaba introduciendo un acompañamiento encantador. La música alcanzó a los huéspedes que, por primera vez, oían sonidos armoniosos emanar del piano, e, intrigados, volvieron. La niña siguió su ejercicio y el músico prodigando su acompañamiento y, cuando ella hizo un discorde más terrible, él improvisó un arranque de armonía más sublime.
Así siguieron durante veinte minutos y luego el pianista, tomando la mano de la niñita, dijo: Señoras y señores, deseo presentarles la señorita a quien ustedes deben el concierto de esta tarde.
La niña sabía perfectamente que ella no era quien había producido la música, pero todos dieron muestras de agradecimiento al músico.
No puedo describir cómo me ha servido este relato, animándome durante largos años. Yo he sido esa criatura en el piano de la providencia de Dios. He hecho todo lo posible para producir música con un dedo y vez tras vez he tenido la conciencia de haber fracasado, produciendo sólo discordes. Mas, ioh!, he hallado al Espíritu Santo a mi lado, y El ha convertido cada una de mis notas discordantes en noble armonía.

Efesios 2:4-5Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo.1 Crónicas 16:34Celebrad á Dios, porque es bueno; Porque su misericordia es eterna.Salmos 57:10Porque grande es hasta los cielos tu misericordia, Y hasta las nubes tu verdad

UNA BUENA CUENTA

Lectura: Filemón
Y si te ha perjudicado en alguna forma, o te debe algo, cárgalo a mi cuenta. --Filemón v.18.
Cuando yo era muchacho veía a mi papá haciendo cheques y deseaba poder hacer lo mismo. Lo que no sabía es que tenía que haber dinero en una cuenta que los respaldara.
El apóstol Pablo nunca hizo un cheque, pero tenía una cuenta lo suficientemente buena como para pagar una deuda insólita si hubiera sido necesario. Se refirió a esto en su Carta a Filemón, un cristiano adinerado cuyo esclavo, Onésimo, había escapado y podía haber robado algo de dinero a su amo.
En la providencia de Dios, Onésimo conoció a Pablo en Roma y se hizo seguidor de Cristo. Acordaron que lo correcto era que él regresara a su amo. Pablo escribió una carta a Filemón (la que lleva su nombre) pidiéndole que recibiera a Onésimo como a un hermano y asegurándole que él mismo pagaría cualquier deuda que Onésimo tuviera.
Ese es un cuadro de lo que sucede en la salvación. Como pecadores tenemos una enorme deuda, pero Jesús se ocupó de ella. Gracias a su vida sin pecado, tiene recursos de justicia ilimitados. Y al morir por nosotros pagó la pena por nuestro pecado. Ahora podemos beneficiarnos de ese pago por fe. Como dijo Martín Lutero: «Todos somos sus Onésimos.» Si ponemos nuestra confianza en Cristo como Salvador, nuestros pecados van a su cuenta y somos libres por toda la eternidad. ¡Alabado sea Dios!
CRISTO PAGÓ UNA DEUDA QUE NO TENÍA PARA SALDAR UNA CUENTA QUE NOSOTROS NO PODÍAMOS PAGAR.