miércoles, 14 de julio de 2010

SÓLIDO COMO LA PIEDRA

Katsusaburo Miyamoto, japonés residente en Argentina, contempló largo rato a su esposa Carmelina. La contempló como sólo puede contemplar a su esposa un hombre muy enamorado de ella. Pero Carmelina no podía contemplarlo ya más a él. Estaba muerta.

Katsusaburo no quería perder a su esposa, así que la embalsamó él mismo, aplicando sus conocimientos científicos como investigador del frigorífico Swift, y la dejó en una sala de su casa. Ni siquiera denunció su muerte. Para él, ella no había muerto. Carmelina aún vivía.

Cuarenta y cinco años después, ya anciano y vuelto a su país natal para morir allí, Katsusaburo dio órdenes de que llevaran el cuerpo de Carmelina, ya petrificado, al Museo de la Facultad de Medicina de Rosario. Allí permanecerá, hasta el fin de todas las cosas.

La Biblia contiene una poderosa descripción del amor conyugal. Dice así: «Fuerte es el amor, como la muerte... Como llama divina es el fuego ardiente del amor» (Cantares 8:6). Para aquel científico japonés, de nombre extraño y ciencia larga, su matrimonio no podía, no tenía que terminar con la muerte. Él debía de alguna manera conservar a su esposa.

Así que la embalsamó. Lo hizo con un procedimiento propio, y conservó el cuerpo en su casa. Renunció a toda otra mujer y se mantuvo fiel a su amada. No le importó que ella fuera de otra raza, otra cultura y otra religión, pues para él, el amor no contempla barreras.

Pocos matrimonios hay como ese, sólidos como la piedra misma en que se convirtió el cuerpo de Carmelina. Otros matrimonios parecen hechos de barro, de arcilla, de loza o de vidrio. Se trizan al primer golpe y se hacen añicos.

¿Qué hay que hacer para tener un matrimonio sólido y estable, que perdure como el granito? ¿Qué hay que hacer para resistir los golpes y las pruebas, las malas rachas de la vida y los vendavales que a veces atacan el matrimonio?

El amor es fundamental. Pero también vale, y vale mucho, la fe religiosa y el sentido del matrimonio que nos inculca. Cuando consideramos al matrimonio algo sagrado, instituido por Dios, que tiene carácter de permanente, entonces hay cimientos para construirlo de modo que sea perdurable.

Hagamos de Cristo nuestro Salvador y nuestro Señor. Entreguémonos a Él de todo corazón y sometamos nuestra vida conyugal a su dirección divina. Esa es la fórmula para el éxito de nuestro matrimonio.

Hermano Pablo

¿EL AMOR ES PARA LOS PERDEDORES?

Lectura: 1 Corintios 13.
"Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor" 1 Corintios 13:13
Se puede aprender mucho acerca de una persona por lo que dice su camiseta. Recientemente uno de estos mensajes captó mi atención mientras caminaba por un centro comercial local. Una joven llevaba una camiseta de color rojo brillante que decía, «El amor es para los perdedores». Tal vez ella pensó que era un mensaje inteligente o provocativo, incluso gracioso. O tal vez ella había quedado herida por alguna relación y se había alejado de los demás en vez de arriesgarse a que la vuelvan a herir. Sea como sea, la camiseta me dejó pensando.
¿Acaso el amor es para los perdedores? El hecho es que, cuando amamos, corremos riesgos. Las personas fácilmente podrían herirnos, decepcionarnos o incluso abandonarnos. El amor puede provocar una derrota.
La Biblia, no obstante, nos desafía a que amemos a los demás de una manera más elevada. En 1 Corintios 13, Pablo describe lo que significa vivir el tipo de amor de Dios. La persona que ejercita el amor piadoso no lo hace para beneficio o ganancia personal sino más bien, «todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (13:7). ¿Por qué? Porque el amor piadoso resiste más allá de las heridas de la vida llevándonos sin cesar hacia el cuidado del Padre, el cual jamás disminuye.
Así que, tal vez el amor sea para los perdedores, por cuanto es en los momentos de pérdida y decepción cuando más necesitamos de Dios. Incluso en nuestras luchas, sabemos que «el amor nunca deja de ser».
El amor de Dios nunca deja de ser.