lunes, 28 de abril de 2008

AMOR DE MADRE-EL AGUILA Y SU PICHON

Se cuenta la historia de un águila que había construido su nido en lo alto de un peñasco. Cierto día cuando volaba en torno de su nido, el águila vio a su aguilucho recién nacido que se agarraba desesperadamente del borde del nido, tratando con todas sus fuerzas de sostenerse e impedir así una caída al abismo, lo que sería fatalmente su fin.
Como era imposible alcanzar el peñasco antes que su cría cayera, el águila descendió con la velocidad de un rayo debajo de su hijito y abrió sus fuertes alas para interrumpir su caída. Con su cría agarrada a ella el águila planeó entonces con seguridad de vuelta al nido.
Moisés, antes de su muerte, dando su bendición al pueblo, les aseguró que Dios no los abandonaría y por eso dijo: “El Dios eterno es tu protector y por debajo tuyo extiende sus brazos eternos”. (Deuteronomio 33.27).
Aun hoy podemos confiar en esta promesa. Así como el águila extendió sus alas para interrumpir la caída de su cría, así Dios extiende sus brazos para interrumpir la caída de cada uno de sus hijos. A veces Dios llega a permitir que caigamos de nuestro nido (sufrimientos, pérdidas, desilusiones, problemas familiares, etc.), para mostrar cuán débiles e impotentes somos, para sentir cuán dependientes somos de su protección.
Sólo que Dios no quiere que lleguemos hasta el suelo y nos invita a través del salmista: “Entrega tu camino al Señor, confía en él y el resto él lo hará” n (Sl 37.5)
Creo en las promesas de Dios porque yo creo en un Dios vivo. Creo que Dios no perdió su poder, sino que continúa extendiendo sus brazos para ampararme.Creo en aquella promesa bíblica: “Vengan a mi todos ustedes que estan cansados de cargar sus pesadas cargas y yo los aliviaré” (Mateo 11.29).
Creo en la ayuda de Dios ¿Y tú?

¡ DILO AHORA ¡

Lectura: Romanos 16:1-16
Saludad a Priscila y a Aquila . . . a quienes . . . doy gracias. . . . --Romanos 16:3-4.
Un autor desconocido ha escrito estas reflexivas palabras:
Prefiero tener una pequeña rosa del jardín de un amigo, que las más selectas flores cuando termine mi estancia en la tierra. Prefiero que me digan una palabra agradable con amabilidad, y no que me halaguen cuando mi corazón haya dejado de latir y la vida haya cesado para mí. Prefiero recibir una sonrisa de amor de amigos que sé son sinceros, que lágrimas sobre mi ataúd cuando diga adiós a este mundo. Traedme hoy todas las flores, ya sean rosadas, blancas o rojas; prefiero un botón ahora que un camión lleno de ellas cuando haya muerto.
Es bueno recordar las buenas cualidades de amigos o familiares durante su funeral, pero ¡cuánto mejor es alabarlos sinceramente mientras todavía viven! Podría ser el aliento que tan desesperadamente necesitan.
Cuando el apóstol Pablo terminó la Carta a los Romanos, alabó públicamente a los que lo habían ayudado y alentado en la obra del evangelio. No sólo los saludó por sus nombres, sino que también expresó su gratitud por lo que habían hecho (16:1-15). ¡Qué ejemplo para todos nosotros!
¿Debes a alguien una palabra de agradecimiento o aprecio? No lo pospongas. Dilo hoy. Mañana podría ser demasiado tarde.
NUNCA ES MUY PRONTO PARA DECIR ALGO AMABLE, PUES NUNCA SE SABE LO PRONTO QUE PUEDE SER MUY TARDE.