domingo, 4 de enero de 2009

DORMIDO EN LA TORRE DE CONTROL

Uno tras otro, los grandes aviones fueron aterrizando en el aeropuerto. Hacía buen tiempo, y las señales de radio y las luces de aterrizaje funcionaban como debían. Las instrucciones emitidas desde la torre de control del aeropuerto de Ankara, Turquía, eran claras. Fue así como aterrizaron dieciséis aviones esa noche entre las 0 horas y las 6 de la mañana.

Sin embargo, el controlador aéreo Guclu Cevik, que sufría de narcolepsia, había estado dormido la mayor parte del tiempo.

Semidormido, había dado, mecánicamente, las instrucciones. Por suerte y de milagro, no ocurrió ningún accidente.

Es terrible cuando, por obligación del cargo o del oficio, el que tiene que estar bien despierto y alerta se duerme en su trabajo.

¿Qué le puede pasar a un autobús repleto de pasajeros, que anda por un camino montañoso, si el chofer se duerme? ¿Qué le puede pasar a un barco ballenero que se arriesga en un mar turbulento, plagado de témpanos de hielo, si el timonel se duerme?

Los centinelas que vigilan el cuartel no deben dormirse. Los agentes de policía que cuidan el vecindario no deben dormirse. Las enfermeras que, en la unidad de cuidados intensivos, controlan los aparatos que regulan los signos vitales no deben dormirse.

Por lo mismo, un padre que tiene hijos pequeños y adolescentes tampoco debe dormirse. Los traficantes de drogas saben cómo iniciar a un joven en la nefanda adicción de marihuana y cocaína. Los programas de televisión saben cómo incitar al incauto en la pornografía y el crimen. Detrás de cada amigo ocasional puede esconderse un secuestrador de mentes, de corazones y de vidas.

Descuidarse en la educación moral, especialmente de los hijos pequeños, es dormirse cuando más necesitan ellos un padre alerta. Permitir que los hijos se críen por su cuenta, sin dirección, sin escuela, sin iglesia y sin Dios, es entregarlos en manos de ladrones del alma, que listos están para chuparse la última gota de sangre moral y espiritual.

Si los que somos padres o madres queremos hijos inteligentes, sanos, limpios y con valores morales, debemos vigilar con celo constante sus actividades. Por todos lados hay peligrosas tentaciones que llaman a los jóvenes con una atracción casi irresistible, y únicamente con un fuerte respaldo hogareño podrán ellos vencer esas tentaciones.

Quien nos ayudará a velar por nuestros hijos es Jesucristo, el Señor viviente. Invitémoslo a vivir en nuestro corazón, de modo que forme parte de nuestra vida y de nuestro hogar.


Hermano Pablo.

TUS MANOS

Tus manos han llegado
A mi triste soledad
Y para siempre has arrancado
Esa enemiga sin piedad.

Tus manos han salvado
A esta princesa de escapar
Lejos de su amado
Que la hizo despertar.

Tus manos han librado
Mi alma de pecar
Y sólo tú me has dado
Razones para amar.

Tus Manos han Limpiado
Esta oscura suciedad
Y cada llaga tú has borrado
Con tu dulce sanidad.
Tus manos han formado
Este vaso con amor
Y tu voz ha despojado
La amargura y el rencor.

Tus manos acarician
Con ternura y compasión
Y tus besos que destilan
Manantiales de ilusión.

TENTACIÓN

Jorge Robledo Ortiz

Pequeña:
Para cantar tu pelo,
Aprendí la leyenda
Del sol que siendo niño se extravió en un trigal.

Para cantar tus ojos,
Me enseñaron la historia
De la primer mañana que se bañó en el mar.

Para cantar tus labios,
Estudié el meridiano
Que pasa por el beso, la fresa y el panal.

Para cantar tu risa,
Subí con mi poema
Peldaño por peldaño la escala musical.

Para cantar tus senos,
Imaginé la forma
De redondear dos veces la misma castidad.

Quise cantar 'el yunque
Donde folias la vida'
Y todos mis sentidos llegaron a cantar.

Entonces me di cuenta
De que el poema estaba
En el límite exacto del pecado mortal.

No me quejo de nada. No reprocho al destino
Que me hubiera quitado mi rayito de sol
Si a pesar de quererte seguí solo el camino

EL GOZO DEL SEÑOR

“. . . no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza.” Nehemías 8:10
“¡Tengo todo lo que necesito para estar gozoso!” dijo Robert Redd Sus manos están retorcidas y sus pies inutilizados. No se puede bañar solo. No se puede alimentar. No puede cepillarse los dientes, ni peinarse, ni ponerse la ropa interior. Sus camisas se abrochan con tiras de ‘Velcro’. Su hablar es arrastrado como un audio casete gastado.

Robert tiene parálisis cerebral.
La enfermedad le impide conducir automóvil, andar en bicicleta y salir a caminar. Pero no le impidió graduarse de la secundaria ni asistir a la Universidad Cristiana Abilene, de la cual se graduó como profesor de latín. Su parálisis cerebral no le impidió enseñar en una escuela secundaria de San Luis, Missouri, ni aventurarse a realizar cinco viajes misioneros al extranjero.
La enfermedad de Robert no le impidió ser misionero en Portugal. Se mudó a Lisboa, solo, en el 1972. Allí alquiló una habitación de hotel y empezó a estudiar portugués. Encontró un dueño de restaurante que le daba de comer después de la hora más atareada y un tutor que le enseñaba el idioma. Después se ubicaba diariamente en un parque, donde distribuía folletos acerca de Cristo. A los seis años había llevado a setenta a entregarse al Señor, una de las cuales llegó a ser su esposa, Rosa.
Hace poco, Robert fue invitado a dar una conferencia. Varios hombres tuvieron que llevarlo a la plataforma en su silla de rueda. Robert colocó una Biblia en su falda, con sus dedos rígidos forzaban las páginas a abrirse. Las personas que estaban en el público secaban sus lágrimas de admiración. Robert pudo pedir simpatía o compasión, pero hizo lo contrario. Levantó su mano retorcida al aire y alabó al Señor diciendo: “Tengo todo lo que necesito para estar gozoso, tengo al Señor.”

Sus camisas son sostenidas por ‘Velcro’, pero su vida es sostenida por gozo.
¿Qué sostiene nuestras vidas?
¡Sea el gozo del Señor nuestro sostén y fortaleza!

¡Dios les bendiga!
Amén

Extraído del Libro “Aplauso del Cielo”
Autor: Max Lucad